Preguntas incómodas para toda la dirigencia política
Néstor O. Scibona nestorscibona@gmail.com
Ahora que el Gobierno pasó abiertamente al modo electoral, crecen la ofensiva de Cristina Kirchner sobre la Justicia y la asfixia impositiva e intervencionista sobre actividades en blanco, Mauricio Macri vuelve al ruedo con su libro y Martín Guzmán debe explicarle al FMI qué podría ocurrir antes y después de octubre, solo predominan el cortoplacismo, la incertidumbre económica y la grieta política.
No hay atisbos de una estrategia a futuro para revertir la decadencia de décadas que arrastra la Argentina, ni mucho menos de liderazgos políticos capaces de promover acuerdos básicos en casi todos los órdenes.
En este contexto, es destacable un reciente trabajo del exministro Jorge Remes Lenicov, titulado “El desencuentro entre política y economía. Bases para la recuperación del crecimiento con equidad distributiva”. Con su habitual bajo perfil, el responsable del “trabajo sucio” para salir de la grave crisis de 2002 lo envió a funcionarios del Gobierno, a dirigentes del oficialismo, la oposición y a empresarios para generar un debate constructivo.
Uno de los méritos del documento, de 24 páginas, es plantear reflexiones sobre el fracaso económico-social registrado desde la recuperación de la democracia y apoyarlas en preguntas incómodas, de difícil respuesta objetiva para la dirigencia y, en particular, la dirigencia política que gobierna o se postula para gobernar.

¿Por qué nunca se pudo consensuar una política para ordenar la macro y diseñar una estrategia de crecimiento con inclusión a partir de la democracia representativa, la economía de mercado y un Estado eficaz para crear condiciones para crecer y mejorar la distribución?
¿Por qué casi siempre se opta por alguno de los dos polos (populismo o neoliberalismo) que, por la experiencia propia e internacional, nunca terminaron bien?
Si la gran mayoría de los países –respetando las leyes básicas de la economía– crece, tiene estabilidad de precios y baja la pobreza, ¿por qué la Argentina, oscilando siempre entre esos dos polos, hace todo lo contrario a lo que ellos hacen?
Luego intercala preguntas con respuestas al señalar las grandes cuestiones que deben ser abordadas a través de acuerdos de corto y largo plazo. Algunas son:
¿Por qué vivimos discutiendo el pasado y no el futuro? Quienes se dedican a la política deben concentrarse en resolver los problemas del presente y pensar estratégicamente en el futuro. La reforma constitucional de 1994 agregó un nuevo problema al acortar los mandatos, porque con elecciones cada dos años el accionar se concentra en el corto plazo y, junto con la inflación, dificulta pensar en el mediano y largo plazo.
¿Por qué existe una relación poco fluida entre políticos, técnicos e intelectuales? Con más conocimiento, el dirigente político tendría más posibilidades de elegir asesores y funcionarios más calificados para discutir sobre economía.
En los partidos con aspiraciones de poder, el discurso se prepara para dar siempre buenas noticias y esperanzas. Es difícil que se informe sobre la verdadera situación y se explique que habrá que hacer esfuerzos para mejorar. Solo dos veces, ante situaciones agónicas (1989 y 2002) hubo cambios profundos, macroeconómicos y/o estructurales, que permitieron revertir las crisis.
¿Cómo otros países semejantes hicieron el ajuste y cambios estructurales para desarrollarse? Cuando se hace referencia a ellos solo se muestra el resultado final y nunca el enorme esfuerzo previo.
¿Cómo eligen sus autoridades los partidos políticos? ¿Cómo se designan los candidatos a las elecciones y quienes ejercerán las funciones ejecutivas? ¿Son nombrados por su idoneidad o por su militancia y obediencia al jefe? El sistema conspira contra el buen gobierno.
¿No es llamativo que la población no tenga acceso a la información sobre el funcionamiento del Estado? ¿Cuántos son los empleados y los contratados en cada municipio, provincia y en la Nación? ¿Por qué se acepta que el Estado contrate personas que no tienen funciones específicas o no cuentan con el necesario grado de profesionalización?
¿Por qué nunca se puede hacer una reforma tributaria integral? ¿Por qué no se empieza con los impuestos que van a contramano del crecimiento? ¿Qué habría que hacer para reducir la evasión? También deben rediscutirse los regímenes promocionales que, a pesar de su enorme costo, no alcanzaron los objetivos.
Si aumentó tanto el gasto público, ¿por qué los servicios siguieron empeorando? Si aumentó el presupuesto social, ¿por qué continuó creciendo la pobreza? Ese mayor gasto, básicamente, financió el aumento del empleo público (de 2,2 a 3,7 millones de personas), la incorporación de jubilados sin aportes (se duplicó el número) y los subsidios para energía y transporte.
¿Por qué en las campañas electorales se presentan planes para aumentar los subsidios a los pobres, pero no para crear empleo y ascenso social?
En los partidos con aspiraciones de poder, el discurso se prepara para dar siempre buenas noticias y esperanzas. Es difícil que se informe sobre la verdadera situación y se explique que habrá que hacer esfuerzos para mejorar. Solo dos veces, ante situaciones agónicas (1989 y 2002) hubo cambios profundos, macroeconómicos y/o estructurales, que permitieron revertir las crisis.
¿Cómo otros países semejantes hicieron el ajuste y cambios estructurales para desarrollarse? Cuando se hace referencia a ellos solo se muestra el resultado final y nunca el enorme esfuerzo previo.
¿Cómo eligen sus autoridades los partidos políticos? ¿Cómo se designan los candidatos a las elecciones y quienes ejercerán las funciones ejecutivas? ¿Son nombrados por su idoneidad o por su militancia y obediencia al jefe? El sistema conspira contra el buen gobierno.
¿No es llamativo que la población no tenga acceso a la información sobre el funcionamiento del Estado? ¿Cuántos son los empleados y los contratados en cada municipio, provincia y en la Nación? ¿Por qué se acepta que el Estado contrate personas que no tienen funciones específicas o no cuentan con el necesario grado de profesionalización?
¿Por qué nunca se puede hacer una reforma tributaria integral? ¿Por qué no se empieza con los impuestos que van a contramano del crecimiento? ¿Qué habría que hacer para reducir la evasión? También deben rediscutirse los regímenes promocionales que, a pesar de su enorme costo, no alcanzaron los objetivos.
Si aumentó tanto el gasto público, ¿por qué los servicios siguieron empeorando? Si aumentó el presupuesto social, ¿por qué continuó creciendo la pobreza? Ese mayor gasto, básicamente, financió el aumento del empleo público (de 2,2 a 3,7 millones de personas), la incorporación de jubilados sin aportes (se duplicó el número) y los subsidios para energía y transporte.
¿Por qué en las campañas electorales se presentan planes para aumentar los subsidios a los pobres, pero no para crear empleo y ascenso social?

¿Por qué no hay una discusión integral sobre el sistema previsional y todos sus subsistemas, cuyo gasto total equivale al 11% del PBI y su déficit al 5%? ¿Cómo se debería financiar el régimen y mejorar las paupérrimas jubilaciones de la mayor parte de los beneficiarios? ¿Por qué se han mantenido tantos regímenes especiales que permiten que algunas personas cobren mucho más?
Como conclusión, Remes sostiene que es imprescindible tomar conciencia sobre la profundidad de los problemas y la necesidad de alcanzar algún tipo de acuerdo político, económico y social (similar al de 2002 entre Duhalde y Alfonsín extendido luego, a través del Diálogo Argentino, a la Iglesia y la sociedad civil). “La tarea por encarar es compleja, difícil y conflictiva, pero necesaria para salir del estancamiento. Lo peor que nos puede ocurrir es continuar con esta actitud conservadora, por más que discursivamente se la disfrace de progresista o liberal. Si se sigue haciendo lo mismo en un mundo que avanza y cambia aceleradamente, nos seguiremos hundiendo en la decadencia. Habrá que afrontar costos –finaliza–, pero serán considerablemente menores a los de no hacer nada”.
Como conclusión, Remes sostiene que es imprescindible tomar conciencia sobre la profundidad de los problemas y la necesidad de alcanzar algún tipo de acuerdo político, económico y social (similar al de 2002 entre Duhalde y Alfonsín extendido luego, a través del Diálogo Argentino, a la Iglesia y la sociedad civil). “La tarea por encarar es compleja, difícil y conflictiva, pero necesaria para salir del estancamiento. Lo peor que nos puede ocurrir es continuar con esta actitud conservadora, por más que discursivamente se la disfrace de progresista o liberal. Si se sigue haciendo lo mismo en un mundo que avanza y cambia aceleradamente, nos seguiremos hundiendo en la decadencia. Habrá que afrontar costos –finaliza–, pero serán considerablemente menores a los de no hacer nada”.
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