Ajedrez. Ficciones sobre un juego inteligente
A caballo del éxito de la serie, por fin puede leerse en español Gambito de dama, la novela del estadounidense Walter Tevis que la inspiró; nueva oportunidad de explorar las obras que inspiró el juego, entre ellas las de Stefan Zweig y Vladimir Nabokov
Ajedrez. Ficciones sobre un juego inteligente.....Dufour
Estadísticas en parte incomprobables –si se pretende llevar el razonamiento un poco más allá del previsible derroche navideño– aseguran que a partir del fenómeno reciente de la miniserie Gambito de dama se ha producido a escala mundial un nuevo resurgimiento de la pasión por el ajedrez, y más allá, por los juegos de ingenio y los de mesa en general. No debería extrañarnos, de todos modos, si se tiene en cuenta que se trata del programa más visto de la corta pero omnipresente historia de la plataforma Netflix, una de las versiones aggiornadas de eso que antes se llamaba televisión y cuya influencia en los gustos y prácticas cotidianas ha sido siempre determinante. Sería una de las contadas ocasiones en que su contagio resultase positivo. De ser así, no quedaría más que darle la bienvenida.
Pero una de las curiosidades que despierta la efervescencia provocada por la serie es el hecho de que la misma se basa –con muchísima fidelidad, si se exceptúan ciertas asperezas elididas en honor del gran público– en una novela de casi cuarenta años atrás, que pasó sin demasiada gloria en su momento y que recién ahora, con toda lógica, ha sido traducida al castellano.
Su autor es un tal Walter Tevis (nacido en 1928), desconocido aquí pero cuya trayectoria encierra un par de hitos singulares. Al margen de otros libros, entre los que habría que subrayar el que dio pie a una de las apariciones cinematográficas más inquietantes de David Bowie (El hombre que cayó a la Tierra, de Nicolas Roeg), escribió un díptico que fue adaptado al cine y protagonizado por Paul Newman, cuya segunda parte –El color del dinero, dirigida por Martin Scorsese– despertaría en aquel entonces otro renacimiento: el del billar. Le faltó tiempo, a Tevis, para entreverarse con algún otro juego o deporte más, y asimismo para disfrutar de los efectos colaterales de sus últimas obras: murió en 1984, a causa de un cáncer de pulmón, sin ver la adaptación de su por entonces más flamante novela, que Scorsese estrenaría apenas dos años más tarde, y desde luego sin siquiera imaginar lo que sucedería con su obra más célebre hoy, ya bien entrado el siglo XXI.
Gambito de dama es hija, sin duda, de la que tal vez haya que considerar como la última época de oro del ajedrez, o más precisamente su última instancia mítica. Al igual que en el resto de los deportes, en la década de 1980 –sin la multiplicidad de medios de hoy, pero ante todo sin internet– los héroes de cada disciplina eran eso: figuras inalcanzables, todavía poseedoras de un halo de misterio.
A ello hay que sumar la insoslayable dimensión política: el boicot de los norteamericanos a los Juegos Olímpicos de Moscú en 1980, el de los rusos a los de Los Ángeles en 1984, y todo lo que se cocinaba tras bambalinas en los postreros pero todavía intensos años de la Guerra Fría. El ajedrez era, con todo, un terreno en el que dicha tensión se extremaba: pese a la mojada de oreja que había significado la intromisión genial e inesperada de Bobby Fisher –que en 1975 había resignado su título, sin defenderlo, a manos de Anatoly Karpov– en la supremacía soviética, estos dominaban por mucho la disciplina, y es ese imaginario, con sus diversas tergiversaciones y manipulaciones, el que Tevis rescata para su novela, aunque en rigor haya que decir que el tono sumamente ingenuo o simplista de su historia invita en parte a leerlo por fuera de discusiones más complejas.
Lo cierto es que el ajedrez, ese otro sistema de pensamiento cuyas posibilidades parecieran tan infinitas como las de la literatura, no solo fascinó desde siempre a muchísimos escritores –entre los nuestros habría que anotar a Jorge Luis Borges, claro está, pero también a Rodolfo Walsh y Abelardo Castillo–, sino que dicha pasión se trasladó, como cabría esperar, a sus ficciones. Uno de los ejemplos emblemáticos es el del vienés Stefan Zweig: Novela de ajedrez (1942), escrita poco antes de la muerte del escritor austríaco y publicada póstumamente, es acaso el más popular entre sus libros, y uno de los tantos relatos que establecen lazos entre el juego ciencia y la locura.
Gambito de dama es hija, sin duda, de la que tal vez haya que considerar como la última época de oro del ajedrez, o más precisamente su última instancia mítica. Al igual que en el resto de los deportes, en la década de 1980 –sin la multiplicidad de medios de hoy, pero ante todo sin internet– los héroes de cada disciplina eran eso: figuras inalcanzables, todavía poseedoras de un halo de misterio.
A ello hay que sumar la insoslayable dimensión política: el boicot de los norteamericanos a los Juegos Olímpicos de Moscú en 1980, el de los rusos a los de Los Ángeles en 1984, y todo lo que se cocinaba tras bambalinas en los postreros pero todavía intensos años de la Guerra Fría. El ajedrez era, con todo, un terreno en el que dicha tensión se extremaba: pese a la mojada de oreja que había significado la intromisión genial e inesperada de Bobby Fisher –que en 1975 había resignado su título, sin defenderlo, a manos de Anatoly Karpov– en la supremacía soviética, estos dominaban por mucho la disciplina, y es ese imaginario, con sus diversas tergiversaciones y manipulaciones, el que Tevis rescata para su novela, aunque en rigor haya que decir que el tono sumamente ingenuo o simplista de su historia invita en parte a leerlo por fuera de discusiones más complejas.
Lo cierto es que el ajedrez, ese otro sistema de pensamiento cuyas posibilidades parecieran tan infinitas como las de la literatura, no solo fascinó desde siempre a muchísimos escritores –entre los nuestros habría que anotar a Jorge Luis Borges, claro está, pero también a Rodolfo Walsh y Abelardo Castillo–, sino que dicha pasión se trasladó, como cabría esperar, a sus ficciones. Uno de los ejemplos emblemáticos es el del vienés Stefan Zweig: Novela de ajedrez (1942), escrita poco antes de la muerte del escritor austríaco y publicada póstumamente, es acaso el más popular entre sus libros, y uno de los tantos relatos que establecen lazos entre el juego ciencia y la locura.
Otro es La defensa (1930), una de las novelas tempranas, escritas todavía en ruso, de Vladimir Nabokov en el que su protagonista, Alexander Luzhin, encuentra en el ajedrez primero un modo de incorporarse al mundo pero, luego, es el mismo juego el que lo absorbe y le hace ver todo el resto como algo superfluo, apenas inevitable. El final es trágico.
Más cerca en el tiempo, entre nosotros Guillermo Martínez retomó en su novela Acerca de Roderer (1992) el ajedrez como tema, aunque en su caso –el del personaje Roderer– funcione como un punto de partida, un medio para llegar a otro lado. Entre muchos otros, un cuento en el que el juego aparece desde una perspectiva diferente es el llamado sobriamente “Ajedrez”, del noruego Kjell Askildsen, en que la posibilidad del encuentro entre hermanos se da en un campo de batalla, sí, pero sin que lleguen a mover una sola pieza.
Gambito de dama transita algunos de los tópicos habituales de los relatos sobre ajedrez –la soledad, la obsesión–, aunque Tevis los revisita con ligereza, o más bien con apuro, con intuición de guionista televisivo. La historia de la chica huérfana que descubre en los sesenta y cuatro casilleros una razón para vivir, y que con celeridad hollywoodense se dirige con algún que otro tropiezo al inevitable éxito, solo puede entenderse como un entretenimiento dominical, en el que en todo caso el denso y contradictorio detalle de las partidas –imposible de seguir para los legos– empantana de modo innecesario la narración, como si el amor de Tevis por el juego le hubiese tendido sin darse cuenta una celada inesperada.
Gambito de dama
Por Walter Tevis
Alfaguara
Trad.: Rafael Marín
312 páginas/$1099
Novela de ajedrez
Por Stefan Zweig
Acantilado
Trad.: Manuel Lobo
96 páginas/$2050
Más cerca en el tiempo, entre nosotros Guillermo Martínez retomó en su novela Acerca de Roderer (1992) el ajedrez como tema, aunque en su caso –el del personaje Roderer– funcione como un punto de partida, un medio para llegar a otro lado. Entre muchos otros, un cuento en el que el juego aparece desde una perspectiva diferente es el llamado sobriamente “Ajedrez”, del noruego Kjell Askildsen, en que la posibilidad del encuentro entre hermanos se da en un campo de batalla, sí, pero sin que lleguen a mover una sola pieza.
Gambito de dama transita algunos de los tópicos habituales de los relatos sobre ajedrez –la soledad, la obsesión–, aunque Tevis los revisita con ligereza, o más bien con apuro, con intuición de guionista televisivo. La historia de la chica huérfana que descubre en los sesenta y cuatro casilleros una razón para vivir, y que con celeridad hollywoodense se dirige con algún que otro tropiezo al inevitable éxito, solo puede entenderse como un entretenimiento dominical, en el que en todo caso el denso y contradictorio detalle de las partidas –imposible de seguir para los legos– empantana de modo innecesario la narración, como si el amor de Tevis por el juego le hubiese tendido sin darse cuenta una celada inesperada.
Gambito de dama
Por Walter Tevis
Alfaguara
Trad.: Rafael Marín
312 páginas/$1099
Novela de ajedrez
Por Stefan Zweig
Acantilado
Trad.: Manuel Lobo
96 páginas/$2050
J. M. B.
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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