La mala onda, esa nefasta forma de hacer política
Un DNU tardío, la agresión como manera de relacionarse y el pequeño milagro de “la grieta”
Pablo Sirvén
Con tal de no dar el brazo a torcer, el oficialismo prefirió el jueves votar en contra del cambio en la ley de vacunas, propuesto por la oposición en el Congreso, y en cambio, al día siguiente, apeló unilateralmente a un nuevo decreto de necesidad y urgencia para levantarles la barrera a Pfizer y a las otras vacunas norteamericanas que no podían entrar al país.
El Gobierno se perdió la posibilidad de demostrar que no está incapacitado para dialogar con otras expresiones políticas y reparar juntamente con sus adversarios lo que todos habían aprobado por amplia mayoría con la maldita palabrita “negligencia”, que dejó caer la diputada Cecilia Moreau, por orden de Cristina Kirchner, según Elisa Carrió. Prefirió cortarse solo con un DNU, que viene a rectificar una ley, un procedimiento constitucionalmente discutible. Pero dejó en evidencia algo peor: si lo pudo firmar ahora, ¿qué le impidió a Alberto Fernández haberlo hecho al principio de este gran lío, el año pasado? Habría ganado tiempo, ahorrado inútiles debates y hoy no estaríamos acercándonos al número de cien mil víctimas mortales del Covid en este país.
El trauma grave de la Argentina es precisamente no poder entablar un diálogo permanente con personas que piensan distinto, algo cada vez más notorio en la alta política, nivel en que es crucial que se hablen y entiendan. Solo así, los problemas –cada vez más graves– dejarán de acumularse al arribar a soluciones consensuadas.
El espacio de esa imprescindible conversación serena para arreglar los desaguisados ha sido usurpado por toscas chicanas y modos vociferantes que repercuten y se repotencian en redes sociales y en cierta parte del periodismo.
El trauma grave de la Argentina es precisamente no poder entablar un diálogo permanente con personas que piensan distinto, algo cada vez más notorio en la alta política, nivel en que es crucial que se hablen y entiendan. Solo así, los problemas –cada vez más graves– dejarán de acumularse al arribar a soluciones consensuadas.
El espacio de esa imprescindible conversación serena para arreglar los desaguisados ha sido usurpado por toscas chicanas y modos vociferantes que repercuten y se repotencian en redes sociales y en cierta parte del periodismo.
Al impregnarse de esas malas maneras, la audiencia también se volvió intransigente y binaria: aplaude y viva a sus dirigentes aun cuando se equivoquen, en tanto que lapida a los de la vereda de enfrente por más que puedan decir o hacer algo bueno. Sucede en ambas márgenes de la grieta. Un callejón sin salida. Puro griterío sin posibilidad de avanzar hacia ningún lado.
Cristina Kirchner, durante un acto en Lomas de Zamora, dijo que, tras la pandemia, “debemos hacer un gran esfuerzo para encontrar una forma de abordaje y de discusión de nuestros problemas”. Algo que sonaría muy bien si no hubiese incurrido en sus habituales agresiones de grueso calibre hacia la oposición, a la que acusó de “odiar a los argentinos”. Claramente no predispone a diálogo alguno, sino que anticipa lo cruenta y sucia que será la campaña electoral que se avecina.
El descalabro de la educación, el cepo a la carne, los tironeos entre funcionarios por las tarifas, las restricciones a los vuelos que vienen del exterior, la “creatividad” incesante para generar mayor presión tributaria y las múltiples trabas a la producción constituyen un mínimo muestrario de las pésimas decisiones que devienen en sucesivos deterioros de un sinnúmero de actividades. El desaliento, en una sociedad gestionada sin estímulos ni expectativas optimistas a futuro, se generaliza sin remedio.
Cristina Kirchner, durante un acto en Lomas de Zamora, dijo que, tras la pandemia, “debemos hacer un gran esfuerzo para encontrar una forma de abordaje y de discusión de nuestros problemas”. Algo que sonaría muy bien si no hubiese incurrido en sus habituales agresiones de grueso calibre hacia la oposición, a la que acusó de “odiar a los argentinos”. Claramente no predispone a diálogo alguno, sino que anticipa lo cruenta y sucia que será la campaña electoral que se avecina.
El descalabro de la educación, el cepo a la carne, los tironeos entre funcionarios por las tarifas, las restricciones a los vuelos que vienen del exterior, la “creatividad” incesante para generar mayor presión tributaria y las múltiples trabas a la producción constituyen un mínimo muestrario de las pésimas decisiones que devienen en sucesivos deterioros de un sinnúmero de actividades. El desaliento, en una sociedad gestionada sin estímulos ni expectativas optimistas a futuro, se generaliza sin remedio.
Frente a tales desasosiegos y empantanamientos, un episodio curioso, que comenzó como un capítulo más de “la grieta”, que nos tiene tan amargados y enfrentados a todos, terminó siendo una historia casi de redención para sus protagonistas.
Quienes siguieron sus sorprendentes derivaciones lo sintieron como una pequeña caricia en medio de tantas asperezas.Dimos cuenta del asunto, así que lo refrescaremos en pocas líneas: un espectador hizo detener la función ya comenzada de la obra teatral El acompañamiento, con Luis Brandoni, porque quienes se ubicaron en la fila de atrás no respetaron la distancia que impone el actual protocolo por Covid. En las redes sociales se dividieron en los dos bandos habituales para despotricar contra uno y otros en cuanto se enteraron de que el primero se había pavoneado con dirigentes encumbrados del oficialismo y los segundos eran Patricia Bullrich y su marido. El tema saltó rápidamente a los medios, pero lo que se percibió como un escrache había sido simplemente un lío involuntario de ambas partes en medio de la oscuridad de la sala. Tardó unos días en aclararse, pero entonces empezó a suceder algo mágico: la obra, que venía teniendo una taquilla lánguida, comenzó a agotar sus entradas inexplicablemente. Carlos Rottemberg, dueño del teatro en cuestión, y que nunca se cansó de advertir que la grieta es un negocio para algunos medios y periodistas, resultó en esta ocasión, paradójicamente, beneficiado por ella.
Idea para los economistas: ante tanto enojo incondicional, ¿a la Argentina solo le queda avanzar mediante esta azarosa “teoría del error”, en la que una serie de hechos desafortunados puede por sucesivos equívocos, a veces, terminar dando dulces frutos? Tarea para el profesor Juan Carlos de Pablo.
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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