jueves, 8 de julio de 2021

TEATRO PARA DISFRUTAR


El encuentro poético de dos artistas, en una obra bellísima
¡Recital olímpico!, de Camila Fabbri y Eugenia Pérez Tomas se estrenó en el Teatro Sarmiento2 de julio de 2021
L. G. 

Recital Olimpico, de Camila Fabbri y Pérez TomasCarlos Furman - CTBA

¡Recital olímpico! Dramaturgia y dirección: Camila Fabbri y Eugenia Pérez Tomas. Intérpretes: Anabella Bacigalupo, Luna Etchegaray, Laura Paredes, Nadia Sandrone, Nina Suárez, Agustina Estarli, Micaela Suárez y Oriana Lopresti. Escenografía: Julieta Potenze. Luces: Agnese Lozupone. Coreografía: Luciana Acuña. Vestuario: Nadia Sandrone. Sala: Teatro Sarmiento (Av. Sarmiento 2717). Funciones: viernes y sábados, a las 19. Duración: 70 minutos.

Nadie quiere dormirse aquí / algo puedo hacer / tras haber cruzado la mar / te seduciré / por felicidad yo canto. El latido profundo de ¡Recital olímpico! vive en “El himno de mi corazón”, de Miguel Abuelo. Desde el inicio, cuando Laura Paredes la recita en ruso, hasta el final glorioso, cuando Nina Suárez la canta a capela: toda la obra es atravesada por la alegría poética de esa canción, apertura y cierre de una ceremonia transoceánica como el amor de dos adolescentes geniales tomadas por la vocación.
Segunda creación de la dupla Camila Fabbri y Eugenia Pérez Tomas (En lo alto para siempre), esta vez jugaron con dos nombres de fines de los 70, las niñas prodigio Nadia Comaneci, atleta olímpica rumana, y Nika Turbina, poeta ucraniana que se suicidó a los 27 años. Intercambios epistolares más una fiesta en casa de la poeta argentina “Nika” (como la renombra Nadia), sueldan un vínculo de los que no se olvidan, a pesar del tiempo, las promesas incumplidas y las obligaciones adultas.
Por una pasarela trampolín, al ras del escenario y perpendicular a la platea, se deslizan tres gimnastas con mallas retro. Sus volteretas aéreas, enmarcadas por luces y sonidos, intervienen lo narrativo como viñetas de nadias en acción. Al costado, un viejo televisor transmite los Juegos Olímpicos de Montreal 1976. En ese plano del pasado se suceden los encuentros, epistolares y presenciales, entre Nadia y Nika, interpretadas por Suárez y Luna Etchegaray. En alto y en cruz a esa pasarela, hay otra donde se mueven, en general, las protagonistas del presente, Anabella Bacigalupo (Prueba y error, Un domingo en familia), la atleta, y Paredes (una de las Piel de Lava), la poeta.
Tanto las chicas como las adultas conforman parejas actorales muy contrastantes pero que logran un contrapunto armónico, creíble, de enorme dulzura en un caso y de extraña resignación por lo que no pasó, en el otro. El presente tiene razones que el pasado no comprende: sólo la poesía consigue fundir esos planos para crear una canción atemporal y una obra que festeja los lazos invisibles.

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Silveyra y Llinás en la comedia que necesitaba la calle Corrientes
Forman un dúo desopilante en Dos locas de remate, una pieza dirigida con mano maestra por Manuel González Gil
G. LL.


Dos locas de remate, con Soledad Silveyra Y Verónica Llinás, dirigidas por Manuel Gonzalez Gil

Dos locas de remate. Autor: Ramón Paso. Director, adaptador e Iluminación: Manuel González Gil. Intérpretes: Soledad Silveyra y Verónica Llinás. Escenografía: Jorge Ferrari. Vestuario: Pepe Uría. Música: Martín Bianchedi. Teatro: Astral (Av. Corrientes 1639). Funciones: viernes. a las 19.30, sábados, a las 18 y a las 20, domingos, a las 18. Duración: 80 minutos. 

El comienzo, casi cinematográfico, anticipa lo que vendrá: una mujer persigue enajenada a otra, tijera en mano, al son de una dramática aria de ópera. Sin embargo, en el transcurso de Dos locas de remate nadie resultará muerto ni herido; salvo el público, claro, que desfallecerá de risa gracias al binomio Silveyra/Llinás, que lo deja todo en escena, y al humor negro y políticamente incorrecto de una comedia explosiva que no tiene competencia en el circuito teatral actual.
La obra del español Ramón Paso se centra en dos hermanas que se vuelven a encontrar luego de 20 años de distanciamiento, y deben forzosamente convivir. Julia (Verónica Llinás), la dueña de casa, es una violinista obsesiva y con varios tocs, además racista y xenófoba; Catalina (Soledad Silveyra), la recién llegada, es una pobre diabla a la que el banco acaba de ejecutarle la hipoteca de su departamento y, por eso, se encuentra en situación de calle. Entre ellas existe un abismo, fundamentalmente afectivo. Mientras que una pasó la mayor parte de su vida sola, la otra se casó y se dedicó a cuidar a su madre. El pase de facturas resultará evidente y los latiguillos entre una y otra serán la sustancia de una obra muy bien estructurada, sin baches y con varias sorpresas. Del resultado final mucho tiene que ver Manuel González Gil, quien concibió una puesta muy efectiva (donde destaca la escenografía de Jorge Ferrari) y “aireó” inteligentemente la obra con momentos en los que las protagonistas rompen la cuarta pared y se dirigen a la platea.

Pero los pilares fundamentales de Dos locas de remate son sin dudas Soledad Silveyra y Verónica Llinás, que juegan seriamente a la comedia desplegando todos sus recursos, exponiendo a veces hasta su integridad física. Conforman una dupla de peso, como hace mucho no se veía en un escenario; se nota que se entienden, se complementan y trabajan mancomunadas para lograr el difícil objetivo de hacer reír a la gente en estos tiempos aciagos. En ese sentido, se podría decir que más que cómicas son dos “trabajadoras esenciales”.

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