viernes, 9 de julio de 2021

YO TE CUENTO Y SI PODES.....MIRALA


La primera mujer de Adán, feminista avant la lettre
H. B.

El domingo pasado tuve una sorpresa: Lilith, de Robert Rossen, en cable. Después del derrocamiento del presidente Juan Domingo Perón en 1955, comenzaron a estrenarse las películas que habían sido prohibidas durante su gobierno por razones políticas. Una de las primeras fue Decepción (All The King’s Men), de 1949, que se dio en Buenos Aires con más de seis años de retraso. El público no peronista y seguramente algunos peronistas llenaron los cines donde se proyectaba. Era la historia de un político rural honrado, de segunda línea, que combate la corrupción hasta que la ambición por llegar al poder lo convierte en un déspota corrupto. El protagonista era Broderick Crawford. El director, descubrí mucho después, era Robert Rossen, que también había dirigido otras películas de excelente nivel como Cuerpo y alma, de 1947, con John Garfield en el papel de un boxeador. Ya adulto, me enteré de que Rossen había sido el guionista de varios films de mucho éxito; entre ellos, El extraño amor de Martha Ivers, con Barbara Stanwyck, dirigido por Lewis Milestone.
Estos antecedentes me llevaron a ver Lilith, de 1964, uno de los títulos dirigidos por Rossen que se me había escapado. El film tiene una pareja protagónica muy hermosa: Warren Beatty y Jean Seberg (el pelo rubio y largo para el papel de Lilith). Rossen, además había producido y escrito el guion, basado en la novela homónima de J. R. Salamanca. Sería su último film: murió dos años más tarde. La película no tenía nada que ver con lo que él había hecho antes. Es la historia de un exsoldado que consigue trabajo de terapeuta laboral en una clínica para enfermos mentales de alto nivel económico.
"El personaje de Jean Seberg tiene rasgos del mito de Lilith y del papel que tuvo esa figura femenina demoníaca en antiguas culturas y tradiciones religiosas"
El sanatorio tiene un parque, amplias habitaciones individuales. Los pacientes son atendidos con amabilidad y se los entretiene. En cuanto Jean Seberg, Lilith, y Warren Beatty, Vincent Bruce, se ven, se imantan. Son los dos ejemplares humanos más atractivos de la institución y, quizá, de la década.
El personaje de Jean Seberg tiene rasgos del mito de Lilith y del papel que tuvo esa figura femenina demoníaca en antiguas culturas y tradiciones religiosas. En sus remotos orígenes, Lilith fue la primera mujer de Adán; Eva, la segunda. Hay muchas Lilith en los libros esotéricos, todas con poderes y atributos parecidos, pero con variantes. Como mujer de Adán, Lilith era una feminista avant la lettre, quería ser independiente de él, que buscaba dominarla. Cuando tenían sexo, Adán pretendía que Lilith siempre yaciera y él la montara. Ella quería ser la igual del hombre, por lo tanto, exigía que también él yaciera y ella lo cabalgara. Dante Gabriel Rosetti la pintó con una larga cabellera. Ese pelo le permitía estrangular a sus amantes. Daba a luz cien demonios diarios y los mataba.
Jean Seberg, así como la Lilith mítica, se deleita contemplándose en las aguas de un río frente a Bruce-Beatty; se pierde en la súbita niebla que la oculta a su amado y, de pronto, se le aparece convertida en divinidad. Impulsada por su naturaleza demoníaca, seduce a una paciente lesbiana. Ve a un niño y le dice un secreto en el oído, lo besa y exhala su aliento en el cuello, la oreja, la mejilla del chico. 
Aún hoy, ese erotismo perverso e inquietante deja sin aliento. Sin embargo, Lilith no fue bien recibida por el público. Su calidad y su audacia estaban adelantadas a la época en los Estados Unidos.
Rossen tenía su propio infierno. Había sido miembro del Partido Comunista de 1937 a 1947, por lo que fue convocado a presentarse ante el Comité de Actividades Antiamericanas en 1951 y 1953. La primera vez, se negó a responder las preguntas que le hacían y a dar los nombres de otros comunistas. Lo pusieron en la lista negra: se le impidió filmar. Lo volvieron a llamar en 1953, dio 57 nombres de supuestos comunistas. De inmediato, volvió a trabajar.
Hoy, una buena parte de los críticos elogia la película y algunos de ellos la consideran entre las cien mejores de la historia del cine.
Rossen murió en 1966. Su hijo Stephen declaró que el corazón de su padre sucumbió a la persecución macartista y a los 57 nombres que denunció.

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