F. I.
libro: Laura Oliva. dirección: Javier Daulte. intérpretes: Aymará Abramovich, Gloria Carrá, Marcos Montes, Javier Niklison, Marcelo Pozzi, Monica Raiola, Gerardo Serre, Magela Zanotta. teatro: C. C. 25 de mayo. funciones: martes, a las 20. duración: 60 minutos.
El carácter onírico y, por ello mismo, un tanto ambiguo de la trama contrasta positivamente con la rigidez del código ju- dicial que determina espacialidades y gestualidades para darle verosimilitud a un juicio. El espectador se encuentra con una esceno- grafía sencilla pero clara- mente evocativa: una suerte de herradura con diferentes niveles de altura que traerán los problemas lógicos de tener tantas escaleras incómodas para los actores pero funcional desde lo semántico y organizador desde lo escénico.
El texto escrito por Laura Oliva nos conecta con una hija atravesada de tragedias o dolores, poco importa la diferencia en lo teatral, que quiere resolver parte de su trauma familiar a través de un juicio en el que deberá corroborarse si la madre de la familia es o no responsable de la muerte de su otra hija, la hermana de la protagonista. Al ser todos fantasmas asumidos como tales, la puesta de Daulte se toma licencias en el código actoral y escénico amparado en ese carácter psicológico del texto. El momento máximo se da, probablemente, en la escena musical que quiebra con gran parte de todo lo anterior. La propuesta nunca niega su carácter íntimo y confesional, ya que el espectador es interpelado desde el primer minuto gracias a una Gloria Carrá que logra componer a una criatura profundamente frágil, queteorías brada, pero que a su vez tiene la fuerza de llevar adelante esa operación de revisión de su propia historia. Y Carrá demuestra con soltura tener el temple para lograr en escena esa ambivalencia de poder ahondar en la oscuridad de sus recuerdos al tiempo que ahonda en la búsqueda de algo tierno, luminoso y sanador, como es el reencuentro con su hermana muerta.
Daulte como director conoce muy bien a sus actores y juega con ellos algunas escenas que se vuelven desopilantes. Ver a Mónica Raiola –otra enorme actriz de esta propuesta– vestida de virgen mientras mira impoluta a sus pares y a la platea es una síntesis perfecta de las libertades que El recurso de amparo tiene, como modo de escenificar teatralmente las libertades que se toma nuestra memoria a la hora de construir un recuerdo.
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Palabras repletas de sentido sobre la filosofía del amor
M. M.
libro: Diego Starosta. director: Sebastián Ricci. intérprete: Diego Starosta. vestuario: Sofía Di Nunzio. realización: Yuraima Borrero y Gisela Durán (Atelier Kyodashi). teatro: Payró, San Martín 766. duración: 60 minutos. funciones: viernes, a las 21.
En un círculo que remite a la carpa de un circo, el actor y director Diego Starosta concibe el espacio para construir una reflexión escénica y contemporánea sobre el amor. Para desarrollar teorías so- bre los vínculos, la soledad y el tiempo, no se pondrá en el rol de un intelectual o un do- cente, sino que se volverá un payaso que se desdobla y ex- presa, de manera poética, el pensamiento filosófico del francés Alain Badiou.
DOS / Un elogio escénico para el amor parte del principio de que para pensar el amor es necesario hablar de dos. Por eso, Starosta se desdobla y se convierte en dos payasos, en la típica situación en la cual hay uno inteligente y otro que no lo es tanto y desde esa relación de poder, empiezan a hacer preguntas y desarrollar sobre qué nos pasa cuando nos enamoramos. La propuesta no se instala en la disertación filosófica y permite ir más allá, gracias a ese mundo particular que construye Starosta, anclado en legendarias técnicas del teatro oriental y el clown, para armar dos personajes queribles y entretenidos.
La puesta está cargada de detalles en los que la escena se transforma y se arma por capas, al igual que el vestuario de este artista. A medida que se profundiza en el pensamiento, su cuerpo aparece más accesible y despojado.
“El amor es un procedimiento de construcción de verdad”, plantea en un momento. Se trata de la misma construcción que vemos en la ficción del escenario, que Starosta desarrolla con delicadeza, para poner el foco en palabras cargadas de sentido, al igual que el amor, que, según expresa en un momento, “inventa una forma diferente de durar en la vida”.
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