Dolor en el juicio por Fernando Báez Sosa
“Soy una mujer acabada, sin vida, sin ganas de vivir”, dijo, entre sollozos, Graciela Sosa; su abogado adelantó que pedirá perpetua para los ocho acusados
Gabriel Di Nicola
DOLORES (enviado especial).– Ingresó en la sala de audiencias a paso lento. Su mirada dejaba en evidencia su tristeza. Eran las 14.15, el Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) N°1 de Dolores ya había rechazado dos planteos de nulidad presentados por el abogado de los ocho acusados de haber matado a golpes a su hijo, Fernando Báez Sosa, el 18 de enero de 2020, en Villa Gesell.
Graciela Sosa era la primera testigo del juicio. Después de jurar que diría la verdad, y arrasada por el llanto, la madre de la víctima hizo un relato conmovedor. “Para mí fue ayer que recibí la peor noticia de mi vida, a veces pienso que es una pesadilla, que vendrá alguien y me dirá que no es verdad… Pero no es así, Fernando está muerto. Soy una mujer acabada, sin vida, sin ganas de vivir. No sé de dónde saco las fuerzas. Extraño tanto esos abrazos. Este dolor es eterno. No lo voy a recuperar nunca. Era la alegría de mi vida”.
Mientras ella hablaba, en la Sala de Audiencias Multifueros del Palacio de Tribunales de Dolores había un silencio respetuoso.Detrás de la madre escuchaban los ocho acusados: Luciano Pertossi,de21años;Ciro Pertossi, de 22; Lucas Pertossi, de 23; Ayrton Viollaz, de 23; Máximo Thomsen, de 23; Enzo Comelli, de 22; Matías Benicelli, de 23, y Blas Cinalli, de 21.
“¿Con qué derecho le arrebataron la vida? No tengo razón para vivir. Quisiera retroceder el tiempo para recuperar a mi hijo. Nadie se merecía esto. Quiero justicia por mi hijo. Somos huérfanos para siempre”, dijo Graciela, totalmente quebrada.
Fueron diez minutos intensos. El testimonio de la madre de la víctima fue desgarrador. Mientras ella hablaba, familiares de los acusados, que estaban sentados detrás de los agentes del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB) que custodiaban a los imputados, dirigieron su mirada al piso. Alguno llevó sus manos a la cabeza. Los guardias, incluso, estaban conmovidos.
“Éramos inseparables, éramos una familia feliz. Era un ángel. Trajo la alegría a nuestras vidas. Le di mucho amor, no pude darle cosas materiales”, agregó la mujer.
Recordó ese viaje de vacaciones de su hijo a Villa Gesell con amigos. Contó que él la llamó por teléfono y le dijo que era muy feliz.
Se volvió a quebrar cuando describió el momento en que se enteró de que a su hijo lo habían asesinado y el viaje posterior a Villa Gesell, para los trámites de rigor.
“Fue muy difícil cuando fui a reconocer el cuerpo. Su cabeza estaba destrozada de tantas patadas. Cuando entré en la morgue toqué sus piernas, quise abrazarlo. Veía caer la sangre. Hasta hoy no lo puedo creer, lo sigo esperando. Estoy muerta en vida”, afirmó, casi ahogada por los sollozos.
En los momentos más dramáticos de su declaración, la jueza María Claudia Castro, que preside el tribunal, le repetía: “Señora, ¿está bien? ¿Quiere parar un poco?”. “No, estoy bien”, decía Graciela, una y otra vez.
“No entiendo, no comprendo y nunca aceptaré cómo chicos de la edad de Fer le han hecho esto. Lo atacaron por la espalda, lo tiraron por la espalda, le reventaron la cabeza… Ese cuerpito tan lindo que tuve nueve meses en mi panza”, sostuvo, sin poder contener las lágrimas.
El testimonio de Graciela Sosa fue el punto culminante de la primera jornada del juicio, que había comenzado a las 9.58, cuando los ocho acusados de “homicidio doblemente agravado por alevosía y por el concurso premeditado de dos o más personas” ingresaron en la sala de audiencias, esposados y con una fuerte custodia del SPB. En ese momento, algunos de sus familiares rompieron en llanto.
La jueza Castro hizo poner de pie a cada imputado para leer sus datos personales, como su nombre, apellido, edad y lugar de residencia hasta el momento de su detención.
La audiencia continuó con los lineamientos de la acusación del Ministerio Público, representado por los fiscales Juan Manuel Dávila y Gustavo García, y de los abogados Fernando Burlando y Fabián Améndola, que querellan en nombre de los padres de la víctima.
Dávila afirmó que los ocho acusados atacaron a la víctima por sorpresa, aprovechando que el chico estaba de espaldas, provocando que caiga” y los siguieron“golpeando incluso cuando ya se encontraba prácticamente inconsciente, causándole lesiones que le provocaron la muerte”.
Afirmó que los imputados “se pusieron de acuerdo para darle muerte” a Báez Sosa. Dávila sostuvo que los ocho acusados “se distribuyeron las funciones” para el ataque, y agregó: “Le dieron golpes de puño y patadas en el cuerpo y en la cabeza”.
En esa división de roles –según Dávila– Thomsen, Comelli, Benicelli, Cinalli y Ciro Pertossi “se ocuparon de atacar a Báez Sosa” y Viollaz, Lucas y Luciano Pertossi formaron “una especie de cordón” para impedir que los amigos de la víctima pudieran auxiliarlo y, además, los golpearon varias veces.
“Cerco humano”
Luego alegó Burlando. “Los acusados tomaron una decisión: tomaron la decisión de matar y mataron. Vamos a demostrar que los acusados tendieron esa noche un verdadero cerco humano sobre Báez Sosa, con la finalidad de asegurarse poder actuar sobre seguro, sin riesgo, y tener la certeza de que la víctima, su presa, no iba a poder eludirlos y, lo que es peor aún, no iba a contar con ayuda”, sostuvo.
Burlando calificó el ataque como una “cacería humana”. “A Fernando se le escapaba la vida en cada golpe”, agregó con vehemencia el letrado.
“Vamos a demostrar que los acusados exclamaron una frase que resume, que marca claramente el sentido último de este juicio y de la naturaleza del crimen cometido: ‘A este me lo llevo de trofeo’. Y sí, estaban en lo cierto, se llevaron de trofeo la vida de Fernando. Un joven casi de su misma edad, con afectos, con sueños, con el amor entramado en su vida, con planes, con un excelente presente y con una maravillosa vida por delante. Ese fue su trofeo, ese fue el trofeo que estos asesinos lograron con su accionar, con su plan, alevosía, con esos golpes y esas patadas”, afirmó.
Tras definir el ataque como un “acto salvaje”, Burlando adelantó que pedirá prisión perpetua para los ocho acusados. “La tragedia quedó tan claramente registrada, tan expuesta, tan visible, que solo queda abrir los ojos y mirar”, afirmó.
Luego fue el turno de Hugo Tomei. El defensor de los ocho imputados pidió la nulidad y suspensión del juicio; primero, por considerar que durante las detenciones e indagatorias se violaron sus garantías constitucionales, y luego, al cuestionar la acusación fiscal colectiva, que consideró “indeterminada” porque no precisó –según su criterio– las pruebas contra cada acusado.
Ambos planteos fueron rechazados por unanimidad por la jueza Castro y sus colegas Christian Rabaia y Emiliano Lazzari. La magistrada explicó que las dos cuestiones habían sido planteadas durante la instrucción de la causa, ante la Cámara de Apelación y Garantías en lo Penal de Dolores, y más adelante ante el Tribunal de Casación, y en todas las instancias fueron rechazadas.
Finalmente declaró Silvino Báez, el padre de la víctima. Llorando, dijo: “Señores jueces, están escuchando a un padre que perdió todo: las ganas de vivir y de luchar. Perdió lo mejor de todo, el abrazo de su hijo. Lo vi en una morgue, hecho pedazos. ¿En este mundo puede haber tanta crueldad? Me lo pregunto todos los días”. “Tengo tanta bronca encima”, agregó. Al terminar su declaración, miró a los jueces y les dijo: “Gracias por escucharme”.
El juicio seguirá hoy.Se espera a Julieta Rossi, la novia de la víctima.
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