Durazno, el pueblo de Córdoba que no para de crecer,
Un río de aguas cristalinas encajonado, bosques y el cerro Champaquí, las postales más buscadas de esta localidad del Valle de Calamuchita, a 138 kilómetros de la capital cordobesa
por Carola CintoEntre bosques de pinos y sierras, El Durazno se consolida como una de las playas más elegidas por los jóvenes
“No hace falta que nosotros hablemos. Con una foto o un video alcanza para que la gente quiera venir a El Durazno”, dice Lucio Benadia, propietario de uno de los paradores más populares de esta localidad serrana que está a 138 km de Córdoba Capital, en pleno Valle de Calamuchita.
Las aguas cristalinas de su río homónimo, los bosques de pinos que decoran las laderas de las montañas y el cerro Champaquí son parte de la postal de un lugar que, hasta hace poco, era prácticamente desconocido para los turistas que visitaban la provincia. Para llegar desde Córdoba, se debe tomar la RP 5 hasta Yacanto y luego un camino de ripio que tiene unos 9 kilómetros.
El boom de turistas tuvo su primer punto de inflexión en 2013 cuando la zona sufrió un feroz incendio, que provocó la quema de más de 25 mil hectáreas y unas 23 viviendas. Luego de eso, El Durazno tuvo que reconstruirse prácticamente desde cero. El segundo, vino con las redes sociales.
“Fue la peor temporada que tuvimos. Toda la playa estaba cubierta de cenizas y el río prácticamente no traía agua. Después de ese año, todos los veranos siguientes fueron cada vez más convocantes”, agrega Benadia que nació en Unquillo, pero llegó a la localidad hace 9 años con su Falcon, un freezer y un generador ya que aún no había electricidad. (“Vendía la cerveza más fría del pueblo”, cuenta).
Su parador también se llama El Durazno y está a orillas del río. Vende bebidas y comidas rápidas, sombrillas y hasta kayaks que presta a los visitantes. También tiene algunas reglas como la prohibición del uso de parlantes y del exceso en el consumo de bebidas alcohólicas.
La estadía se cobra por auto, cuesta $1000 e incluye el uso del espacio, de los baños y del wifi. La idea es que las familias puedan disfrutar de un día de río en una zona donde hay poca profundidad y playas amplias.
Cascadas y ollitas
Tal fue el crecimiento del turismo en la zona que hoy el municipio de Yacanto (que abarca a El Durazno y otras localidades cercanas) cuenta con cerca de 800 alojamientos. Lo mismo sucede con la población: hace dos años, alcanzaba los 2 mil habitantes y ahora se estima que hay más de 4 mil. Con ese crecimiento, y con la explosión de las redes sociales, los jóvenes también empezaron a elegir a El Durazno como un destino para vacacionar. Lo descubrieron a través de Instagram y, particularmente, de las imágenes de la Reserva Natural Los Cajones. Está a 1500 metros del parador y el acceso es gratuito, solo debe abonarse el estacionamiento que, en plena temporada, ocupa gran parte de la calle pública.
Se trata de un lugar donde el río se encajona y forma cascadas y ollitas de hasta 7 metros de profundidad. No tiene arena ni tampoco servicio de comidas. La mayoría llega con heladeritas y se acomoda en alguna piedra, luego de recorrer el sendero de 300 metros que lleva desde la calle pública hasta la orilla del río.
Es una de las postales más características de El Durazno: el río transparente con su vera formada por piedras y un gran bosque de pinos hacia los costados. Dependiendo desde qué punto se saque la foto, también se agrega o no, una cabaña blanca con un ventanal envidiable.
A 9 kilómetros de El Durazno está Yacanto de Calamuchita, el eje municipal y la localidad con más servicios de la zona. En su casco céntrico, se puede recorrer la Plaza de los Niños –donde está la feria de artesanos– y la Capilla Nuestra Señora de la Merced, que está hecha de adobe y tiene más de 140 años de antigüedad.
A unos 20 metros de la iglesia, se destaca uno de los primeros almacenes y hospedajes del pueblo, hoy convertido en restaurante. Se trata de El Comedor de Doña Custodia, inaugurado en 1970, y que aún conserva algunas de sus recetas originales.
“Al principio, mi mamá vendía comida para llevar. También fue una carnicería y un minimercado. La idea del restaurante vino acompañada con el crecimiento del pueblo”, recuerda Carlos Fernando Gigena, hijo de Custodia. Las pastas, la carne asada y los postres son los clásicos del lugar que pueden probarse de lunes a sábados, al mediodía y a la noche. Los precios van desde los $900 hasta los $2500 el plato.
Uno de los principales atractivos de Yacanto es el Camino de los Linderos, el único que permite ascender al cerro Champaquí con vehículo. Son 42 kilómetros de ripio que parten del punto cero del pueblo y llegan hasta la cima del cerro Los Linderos, desde donde solo hay que caminar 40 minutos para subir al cerro más alto de la provincia. En el camino, se podrá visitar el Cristo de los Linderos, una escultura de 12 m de altura con un balcón hacia todo el Valle de Calamuchita.
Perfume a lavanda
Otro atractivo que está tomando más relevancia es el Camino de la Lavanda. Se trata de una ruta que reúne a 8 productores que están en diferentes puntos del Valle de Calamuchita y que ofrecen experiencias en torno de esta planta.
“La lavanda está de moda y tiene muchas propiedades terapéuticas, principalmente para reducir la ansiedad y el estrés. Nosotros elaboramos esencias, almohadillas, perfumes y hasta dulce de leche. Es exquisito”, cuenta Stella Raccaro, propietaria de Aromas del Cerro, uno de los dos emprendimientos que funcionan en Yacanto. Enero es la mejor época para visitarlos ya que se da la floración y cosecha.
Su emprendimiento tiene unas 1000 lavandas y nació en plena pandemia. Junto a su esposo, se dedican a cosecharlas y a elaborar todos los productos que venden.
Cuando llegaron a Yacanto, no había teléfono ni luz. Tenían 24 años y su plan era trabajar en una hostería solo por el verano. “Dijimos vamos, vemos qué pasa y nos volvemos. En esa época, Yacanto ni siquiera figuraba en el mapa”, rememora Stella. Los turistas que llegaban lo hacían para pescar o cazar perdices y encontraban alojamiento a través del único teléfono que había en el pueblo.
“Hubo un crecimiento abismal. En aquel entonces, solo había 3 hosterías y tenías que pescar a los clientes. Hoy el turista llega solo y ya conoce el lugar”, concluye.
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