martes, 31 de enero de 2023

CAÍDA EN LA INVERSIÓN EXTRANJERA


La inversión extranjera, la más baja en dos décadas
Los datos del Banco Central muestran que la cifra de US$570 millones es 6,6 veces menor a la que estableció un récord una década atrás, antes de las restricciones cambiarias
Javier Blanco
El año pasado ingresaron a la Argentina US$570 millones para inversiones extranjeras. Es la cifra más baja en al menos 20 años, según el Banco Central. Además, el monto es 6,6 veces menos que el promedio de 2011/2012, cuando se marcó un récord de US$3630 millones, justo antes de que la confirmación del cepo cambiario, apenas iniciado el segundo mandato de Cristina Kirchner, hiciera caer esa fuente de recursos.
Durante el año pasado, los inversores extranjeros ingresaron divisas al país para concretar acciones en la economía real por apenas US$570 millones, cifra que no solo es menor en 4,5 veces al monto promedio de lo que llegó con iguales fines al país en tiempos de la administración de Mauricio Macri (unos US$2471 millones por año), sino que implica, según los cuadros publicados por el economista Andrés Borenstein, de la consultora Econviews, el menor registro desde que el Banco Central (BCRA) inició la serie estadística del llamado Mercado Libre y Único de Cambios (MULC), en 2002, tras la implosión de la convertibilidad.
La cifra es 6,6 veces más baja que la del récord de ingresos, de US$3630 millones, registrado en esta serie estadística para el promedio del bienio 2011/2012, antes de que la confirmación del primer cepo cambiario –que llegó apenas iniciado el segundo mandato presidencial de Cristina Kirchner– hiciera caer progresivamente esa fuente de recursos en los años siguientes. En esa gestión, el mínimo llegó a US$1336 millones, en 2015.
La cifra de US$570 millones, que es neta –porque están restadas las inversiones de empresas argentinas en el exterior, que fueron por un monto muy escaso, según aclaró Borenstein–, también representó una caída de 46% respecto de los US$1060 millones que habían entrado en 2020, pese a una marcada inactividad local, debido a las rigideces del esquema de restricciones a la actividad al que apeló el Gobierno para tratar de ralentizar el avance del Covid-19 en el país. En relación con 2021, cuando ingresaron US$732 millones, la cifra del año pasado es un 22% más reducida.
“En la serie estadística de Banco Central (realizada en términos nominales) no hay un número tan bajo como el del año pasado, por lo que, en términos reales, la debacle es peor”, puntualizó Borenstein, luego de que el Banco Central publicó el último informe cambiario, con datos a diciembre de 2022, lo que permitió establecer comparaciones interanuales.
Los datos lucen afectados por la rigidez del cepo cambiario, que no les permite saber a los eventuales inversores si las divisas ingresadas podrán ser remesadas luego como utilidades o dividendos, giros que están férreamente regulados y totalizaron apenas US$32 millones el año pasado. También afecta el desincentivo que supone la vigencia de una brecha cambiaria muy elevada, lo que naturalmente retacea las liquidaciones por la plaza oficial.
La estadística, obviamente, no capta el ingreso de divisas al país que se haya hecho mediante operaciones de dólar contado con liquidación (CCL), aunque los operadores consultados por la nacion sostienen que en 2022 no hubo flujos netos importantes hechos de ese modo.
“Puede ser que haya algo de ingreso por esa vía, pero no creo que sea muy significativo ni altere mucho esta estadística”, coincidió el analista de Econviews.
Se conoce como inversión extranjera directa (IED) el dinero que llega al país para adquirir activos productivos o tangibles, como equipos, propiedades o materias primas. “Es aquella que tiene como propósito crear un vínculo duradero con fines económicos y empresariales de largo plazo por parte de un inversionista extranjero en el país receptor”, explican los manuales económicos.
El doble filo del cepo
La persistente caída de este flujo de divisas al país (que podría apalancar el desarrollo) confirma que el cepo puede ser una buena estrategia para controlar en el corto plazo la demanda privada de divisas, pero, al afectar a la vez el ingreso de ellas, a largo plazo tiende a autogenerar una restricción externa.
Además, del informe sobre la situación cambiaria del Banco Central publicado el viernes surge que las recurrentes ampliaciones al cepo que esa entidad resolvió durante 2022 ni siquiera permitieron reducir la demanda de billetes por parte de los individuos, ya sea para atesorar (apelando al cupo de US$200 permitido a parte de la población por mes) o para pagar deudas asumidas en moneda extranjera por consumos hechos en el exterior.
De hecho, la demanda total por parte de “personas humanas” se disparó de US$3211 millones a US$6854 (113,6% más) de 2021 a 2022, y la destinada a ahorro creció a su vez de US$1565 millones a US$2148 millones (37,5%).
La compra minorista de divisas con destino a hacer pagos fue el mayor impulso que tuvo el déficit acumulado de US$10.106 millones en la cuenta servicios de 2022, cifra que representó “un incremento del 127% respecto del acumulado del año pasado, impulsado principalmente por el crecimiento de los egresos brutos en concepto de viajes, pasajes y otros pagos con tarjeta y, en menor medida por fletes y seguros, en un contexto de mayores precios del transporte internacional de bienes”, reconoce el informe oficial.

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