sábado, 28 de enero de 2023

OPINIÓN DE ENTENDIDOS


Jorge Maestro y Sergio Vainman. “Ahora los noticieros son la ficción en TV”
Estrenaron Nosotros y los medios en la radio La Once Diez, analizan el fenómeno Gran Hermano y la ausencia de unitarios Pablo Mascareño | Fotos Santiago CicheroLos prestigiosos Jorge Maestro y Sergio Vainman
No es la primera vez que se ponen frente a los micrófonos de la radio, a pesar de estar asociados a la escritura de ficción televisiva y teatral. Desde la semana pasada, todos los sábados, desde las 23, Jorge Maestro y Sergio Vainman conducen Nosotros y los medios por La Once Diez, la radio pública de la ciudad de Buenos Aires, dirigida por Baltazar Jaramillo.
“El nombre es un juego de palabras que le cambia el título a aquel ciclo del que fuimos coautores”, explica Jorge Maestro, mientras que Vainman también reconoce que es “un homenaje a Diana Álvarez, su creadora y directora”. Aquel formato de unitarios era Nosotros y los miedos, que, en cada episodio, abordaba temáticas audaces con figuras prestigiosas.
Los autores pensaron este nuevo ciclo que buscará recordar la historia de los medios y analizar el presente, con un claro foco en la TV, aunque no de manera excluyente. “Hicimos un programa de deportes no tradicionales en Excelsior”, rememora Vainman sobre aquel paso por el medio que hoy los vuelve a contar en sus grillas. Cuando escribieron ¿Qué nos pasa, che?, al día siguiente de la emisión, Magdalena Ruiz Guiñazú y Carlos Ulanovsky, junto a los propios autores y a los actores participantes, analizaban en radio la trama del ciclo. “En realidad, el concepto del programa es ‘Nosotros, los autores, y los medios’, ya que no somos sociólogos, sino que vamos a abordar desde nuestro conocimiento”, dice Maestro.
Maestro y Vainman. “No todo el mundo tiene plataformas de streaming en su casa”
Los autores de tantos éxitos televisivos acaban de lanzar el programa radial nocturno Nosotros y los medios, en La Once Diez

A lo largo de décadas de escritura compartida, construyeron una marca ad hoc. Maestro & Vainman, a pesar de haber realizado múltiples trabajos de manera individual, han construido una factoría creativa que generó títulos como Los machos, Clave de sol, Amigovios, Zona de riesgo o La banda del Golden Rocket.
–Más allá de pensar en la ficción, ustedes son palabra autorizada para abordar el análisis de los medios, ya que han sido testigos durante décadas de trabajo. S.V: –Hemos hecho programas periodísticos, ciclos especializados para la mujer, realities, en definitiva, el eje siempre es la palabra, porque nosotros creemos en la palabra, ya sea escrita o dicha.
J.M: –Creemos en la palabra en todas sus maneras y, desde ya, en esa palabra actuada.
S.V: -En la radio, lo que vale es la palabra y también los silencios. -¿Cuál será el criterio de las personalidades invitadas? J.M: –Habrá referentes de ayer y de hoy, queremos que estén todos, desde los sobrevivientes de la primera televisión a la gente que hace los medios hoy. De hecho, este sábado nos visitará Jorge Marchetti.
S.V: –Un animal de radio dedicado al humor.
–El programa sale al aire en un horario muy amigable para la charla.
S.V: –Suponemos que irá creciendo la audiencia a medida que transcurran los programas.
J.M: –Hoy la radio se puede escuchar en todo el mundo a través de las aplicaciones, eso abre un gran panorama, así que no necesariamente tiene que ver con una medición puntual en un lugar determinado.
S.V: –Estar en La Once Diez nos permite trabajar con libertad y hablar sobre lo que se nos de la gana. –Hoy no hay una sola ficción de producción nacional en el aire de la TV abierta. S.V: –Los noticieros son la ficción en televisión…
J.M: –La ficción son los noticieros, los realities y los programas de panelistas. Más ficción que eso, no se consigue. Lo que no hay en el aire es el drama y la comedia. –Entonces no hay formatos ficcionales de género... J.M: –Se han reemplazado por todo lo otro que mencionamos y, además, hay que tener en cuenta que la ficción programada no es de producción argentina.
-En una perversa ecuación, una ficción enlatada que logra buena audiencia es un negocio muy redituable para los canales ya que, entre otros costos, se ahorra el cachet de los actores.
J.M: –Es así y me parece que tiene que ver con la crisis argentina y con esa necesidad de hacer guita en el menor tiempo posible, con lo cual no hay apuestas de largo plazo ni gente que quiera a la televisión. En la TV abierta de Chile, Colombia o México se trabaja diferente. Además, es mentira que todo el mundo tiene plataformas.
–Por una cuestión etaria, presupuestaria o de hábitos, no es mayoritario el público que hoy consume plataformas, más allá de su crecimiento exponencial. S.V: –Para tener acceso a una plataforma tenés que tener un caño de internet que te lo permita, ¿cuánta gente en la Argentina tiene acceso a una internet superior que le sirva para algo más que para utilizar el mail o el WhatsApp?
J.M: –La TV pública podría invertir, pero no hay un gran esfuerzo al respecto, allí tampoco hay tiras. En el canal público te encontrás con el mismo programa de preguntas y respuestas de las señales privadas. No hay imaginación para generar nuevos formatos.
S.V: –El concepto de televisión federalista se perdió. En muchos casos, la televisión privada funciona como un medio propagandístico del grupo al que pertenece y a su línea editorial. ¿Cuántos años hace que no hay programas para niños en la televisión? Ese sector lo cooptaron las redes o las señales especializadas.
J.M: –Se podría utilizar Youtube o Tik Tok como una massmedia de la televisión abierta.
–Te referís a generar una sinergia entre ambas propuestas. J.M: –Exacto, retroalimentación. –¿Cómo evalúan el fenómeno
Gran Hermano que polarizó la audiencia y destruyó a sus competidores?
S.V: –En 2001, hice los dos primeros Gran Hermano que se produjeron en la Argentina. Aquello fue la adaptación del formato de John de Mol, trabajamos con sociólogos, con gente como Alberto Quevedo y Eliseo Verón. Fue una experiencia interesante, a tal punto que luego me llamaron para hacerlo en México, país en el que iba a estar seis meses y me quedé viviendo cinco años. –¿Hiciste solo Gran Hermano?
–En México hice todos los realities disponibles, desde Gran Hermano hasta Operación Triunfo, El bar, Confianza ciega. –Un autor trabajando en un reality, entonces tenemos que avalar que no se trata de una realidad genuina, sino de una ficción. S.V: –Nada que tenga la intermediación de una cámara es la vida misma. Si hay una cámara de por medio, hay un recorte, sea cual fuere ese recorte. En el fútbol sucede lo mismo: la experiencia del partido solo se vive en la cancha, lo que se ve en TV es el recorte de lo que quiere mostrar el director. Si el director no quiere mostrar cómo entra un fanático espontáneo a abrazarse con Lionel Messi, te lo perdés. Nada es como la vida misma, lo único que es como la vida es la vida. –El participante de Gran Hermano, ¿se maneja con libertad o debe cumplir con pautas o guiones preestablecidos? S.V: –Voy a hablar de lo que yo hice, no me voy a hacer cargo de lo que otros hicieron o hacen. Si voy preso es por lo que hice yo. En los dos Gran Hermano en los que participé acá y en los que hice en México, los participantes se manejaban con libertad y cumplían con las tareas que impone el formato, como ir al confesionario a contar qué les pasó. –¿Cuál era tu rol específico? S.V: –Ver, escuchar y editar, contar la historia de la casa, ese es el rol del productor de contenidos de Gran Hermano. Es decir, era una suerte de productor de historias, pero no porque yo generaba la historia, sino, justamente, al revés. Si siempre les puse palabras a los actores, en Gran Hermano debía extraer las palabras de los actantes que hacían de sí mismos. Es decir, iba buscando dónde aparecía una conflictiva, porque, sabemos, donde hay dos personas juntas ya hay una potencial situación de enfrentamiento. –En la TV argentina, ¿el actante reemplazó al actor?
J.M: –Cuando aparezca un loco que quiera entretener de verdad y ponga en el aire una historia interesante con un elenco atractivo, los actores van a destrozar a los actantes. Históricamente y en cualquier cultura, los actores son los que cuentan la historia. Además, no hay nada nuevo desde que el hombre de las cavernas contó sobre el mamut.
A la hora de pensar en el oficio del escriba de ficción, sostienen que los tiempos también han cambiado para ese arte del que son referentes. “Se perdió ese pase de posta que había de generación en generación”, se lamenta Maestro, mientras que Vainman apela a aquellos nombres que los precedieron en la tarea: “Nos acordamos mucho de Abel Santa Cruz, nuestro gran amigo, a pesar de la diferencia generacional”. –¿No existía la competencia entre los autores? J.M: –Eso existió siempre, porque, además, el trabajo del autor es muy individualista, pero también había mucha generosidad. También podemos citar a Alberto Migré o a Celia Alcántara; a Nené Cascallar no la conocimos. –¿Cómo fue escribir en épocas de censura?
J.M: –Sufrimos la mayor censura cuando hicimos Nosotros y los miedos. Había un censor, un hombre de radio, que tenía el rol simbólico de “asesor literario”, pero era un censor. Trabajaba en Canal 9 y su oficina, como corresponde, estaba montada en lo que había sido un baño. Se llamaba Luis Pérez Aguirre y era el encargado de leer los guiones y tachar con un lápiz rojo lo que no le gustaba. En un episodio que estaba referido a la esterilidad, prohibió que se utilizara la palabra “espermatozoide”, pero nosotros superábamos la censura con escenas y acciones, un personaje podía mostrarle a otro un papel con esa palabra escrita.
S.V: –Diana Álvarez, la directora, nos permitía defender nuestros libros. Ella decía que nadie mejor que el autor para defender sus palabras. Así que íbamos a enfrentar a este hombre y pelear por el guion.
Las anécdotas se suceden y también aparece cierta cuota de estoicismo al denunciar desde la ficción: “Hicimos una novela que se llamó Dar el alma, donde eran protagonistas Cecilia Maresca y Raúl Rizzo. La hicimos en 1984, en el momento en el que le devolvieron el canal a Alejandro Romay”, recuerda Maestro. “El personaje central era un docente rural que descubría que, el lugar donde daba clases era el campo de un terrateniente que había sido socio de los militares de la dictadura y, por lo tanto, ese había sido un lugar de secuestros clandestinos”, describe Maestro y Vainman grafica: “Cualquier parecido con la realidad no era pura coincidencia”. Recuerdan que a Raúl Rizzo lo amenazaron de muerte y, cuando fueron al despacho de César Jaroslavsky en el Congreso Nacional, el legislador les abrió un cajón lleno de papeles y les confesó “Estas son todas amenazas”. “Los grupos de tareas estaban todavía muy organizados y armados”, explica Vainman. –¿Ustedes recibieron amenazas? S.V: –Sí, cuando hicimos Zona de riesgo.
J.M: –Y cuando en 1975, en tiempos de la presidencia de Isabel Perón, hicimos una obra para niños, el censor argumentó que era una especie de apología del marxismo. –¿Hay menos maltrato en la dinámica actual de los medios? S.V: –Hoy sucede que los chicos comienzan con todo el ímpetu de llevarse el mundo por delante, pero, quizás, trabajan todo un año sin cobrar un peso.
J.M: –O firman un contrato para escribir una serie y se lo cancelan. Lo que pasa es que, antes, tenías con quién hablar: estaban Goar Mestre, Hugo Di Guglielmo o Alejandro Romay, hoy eso no sucede.
S.V.: –La incertidumbre es parte de este negocio y muchas productoras quieren certezas. –¿Cuál es la técnica para escribir a cuatro manos? S.V: –Nos complementamos. Incluso si uno no tiene ganas, escribe el otro.
J.M: –Cuando hicimos la novela Por siempre amigos, con Menudo y un Ricky Martin de 14 años, estábamos de vacaciones, así que nos alquilamos dos quintas cercanas y nos íbamos llamando por teléfono para combinar qué páginas escribía y qué personajes tomaba cada uno. –¿Cómo se definirían? S.V: –Somos showrunners, los que hacemos correr el programa.
J.M: –Siempre fuimos creadores que buscamos decidir sobre presupuestos, producción, contenidos y elencos. Teníamos la última palabra, porque todo programa tiene que tener un padre

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