Suba del dólar: la culpa no la tiene el otro
Al responsabilizar a “la derecha” por la tensión cambiaria, Alberto Fernández no hace más que transparentar su propia incapacidad e indolencia
La fuerte alza del dólar en el mercado bursátil y en el circuito informal tiene, como en tantas otras ocasiones, en vilo a los argentinos. Pero una vez más las autoridades nacionales pretenden confundir a la opinión pública con diagnósticos y explicaciones alejados de la realidad, tendientes a eludir su propia responsabilidad respecto de la gravísima situación económica y financiera del país.
El presidente Alberto Fernández advirtió sobre “la práctica permanente de la derecha argentina de instalar rumores por la mañana y retirar sus rentabilidades del mercado cambiario cuando termina el día, lastimando de ese modo el ahorro de todos los argentinos”.
Del mismo modo, el gobernador bonaerense, Axel Kicillof, acusó a la oposición de “sabotear” la economía del país, en sintonía con una infundada apreciación del director argentino ante el FMI, Sergio Chodos, quien acusó, sin mencionarlos por su nombre, a tres economistas de Juntos por el Cambio de solicitarle al organismo financiero internacional que no anticipara los desembolsos previstos para la segunda mitad del año, como pretendería el Ministerio de Economía. Según la agencia oficial Télam, los acusados serían Hernán Lacunza, Guido Sandleris y Alfonso Prat-Gay, quienes desacreditaron la citada insinuación.
La inmadurez de nuestros gobernantes frente a la crisis cambiaria quedó también evidenciada en el propio Sergio Massa. Al cabo de la tensa jornada cambiaria de anteayer, cuando la moneda estadounidense llegó a tocar los 500 pesos, el ministro de Economía subrayó, desde su cuenta en Twitter, que el Gobierno “utilizará todas las herramientas del Estado para ordenar” la situación del dólar. Destacó, además, que se recurrirá “a la Justicia Penal Económica como vehículo de investigación y esclarecimiento de algunos comportamientos, y a la UIF y a la CNV para el análisis de operaciones vinculadas al lavado de dinero”.
Con una lamentable frecuencia, nuestra dirigencia política considera que la suba del dólar puede frenarse con controles policíacos o con llamados telefónicos a operadores locales, pese a que todo el mundo sabe que eso es una mera fantasía.
El alza en la cotización del dólar es, en realidad, un simple reflejo de la caída diaria del poder adquisitivo del peso argentino, como consecuencia de la inflación.
Las autoridades argentinas no deberían preguntarse tanto cómo hacer que baje el dólar, sino cómo ponerle un punto final a la inflación. Para eso, se requiere una férrea voluntad política para bajar el gasto público o, al menos, congelarlo en términos nominales, con el fin de disminuir el déficit fiscal primario y equilibrar las cuentas públicas, Del mismo modo, se precisa prohibir la emisión de pesos para financiar al Tesoro nacional
La inflación es el más regresivo de todos los impuestos que aplica el Estado.
Es particularmente dañina para quienes menos tienen y la principal causa del creciente aumento del nivel de pobreza.
Lamentablemente, la voluntad de disminuir el ineficiente gasto del Estado y de abandonar la emisión espuria de moneda brilla por su ausencia en estos tiempos y mucho más en vísperas de un acto electoral. Tampoco se advierte el más mínimo atisbo de una clase dirigente que esté preocupada por brindar señales ejemplarizadoras en materia de austeridad. La movilización del helicóptero presidencial hasta la cancha del club Ferrocarril Oeste, donde el Presidente fue a dar días atrás una entrevista periodística, en el máximo momento de tensión cambiaria, es apenas uno de los malos ejemplos desde lo más alto del poder político.
La crisis actual, de la cual la suba del dólar es apenas un indicador, no se conjurará con proclamas oficiales contra “la derecha” ni con clases magistrales contra el FMI. Lo que se requiere es un gobierno con capacidad de diálogo, capaz de anticipar un amplio acuerdo en torno de un plan económico integral, que contemple las reformas estructurales que la Argentina necesita y revierta la crisis de confianza. Pero para dejar de endilgar falsamente culpas y llegar a ese consenso, los argentinos y sus dirigentes deberemos asumir que nuestro peso se seguirá desplomando si se insiste en sostener viejas prácticas populistas en lugar de acordar las reformas que se imponen.
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