domingo, 2 de abril de 2023

PARRESÍA


Nada más actual que el coraje de decir la verdad
Hugo Alconada Mon
Polibio vivió hace unos 2200 años. Pero su mirada nos interpela hoy. Considerado uno de los grandes historiadores de todos los tiempos, permaneció en las sombras durante siglos hasta que el Renacimiento lo devolvió a la luz. Maquiavelo se apoyó en él, al igual que Nietszche. Y los filósofos Michel Foucault, en los 80, y Byung-chul Han en la pospandemia, abordaron uno de sus conceptos claves: la parresía. Es decir, el coraje de decir la verdad. Nada más actual.
Decir la verdad presupone la libertad de expresión, sustento de la democracia. Pero es mucho más que decir lo que nos venga en ganas. Conlleva decir aquello que puede incomodar, que puede incluso resultarnos riesgoso –por ejemplo, si somos políticos o periodistas–, sacándonos de nuestra zona de confort.
“La parresía obliga a las personas que actúan políticamente a decir lo que es verdad, a preocuparse por la comunidad, utilizando el ‘discurso racional, el discurso de verdad’”, remarca el pensador surcoreano en Infocracia, uno de sus últimos ensayos.
Esa obligación de “decir lo que es verdad” corre para los políticos, claro; en particular, para aquellos que están en la función pública o que se candidatean a cargos electivos. No resulta un desafío menor cuando los argentinos nos aprestamos este año para otra campaña por la presidencia de la Nación.
Basta con que repasemos la agenda pública, con una mano en el corazón, para evaluar si quienes se candidatean a algún cargo público nos dicen lo que realmente piensan o lo que creen que queremos escuchar. Veamos la lucha contra el narcotráfico, por ejemplo. ¿Las propuestas que escuchamos solucionan el flagelo que sacude, sin ir más lejos, a Rosario? ¿o son eslóganes tan vacuos como fue el anunciado envío de unos pocos militares, desarmados? ¿Algún político se animará a decir frente a las cámaras lo que sí dicen fuera de micrófono? Esto es, que es necesaria una intervención federal, sea parcial o total, de la provincia.
Podemosañadirejemplos.como el de las tarifas de los servicios públicos, cuyo retraso llevó a que una cuestión sectorial se convirtiera en un obstáculo macroeconómico mayúsculo. Pero en vez de encarar las soluciones de fondo, de un lado de la grieta reaccionan con una intervención por 180 días de Edesur y del otro, con una denuncia penal contra esa misma empresa. Fuegos artificiales, como lo fueron y son los Precios Cuidados o Justos, o como quieran llamarlos, ante la inflación.
Esa obligación de “decir lo que es verdad”, sin embargo, corre también para nosotros, los periodistas, que debemos informar con valentía, a pesar de las presiones o las amenazas, ya sean de anunciantes, políticos, dueños de medios o redes sociales. Pero sin caer tampoco en la diatriba, la bajada de línea, el discurso de odio ni, tampoco, en más fuegos artificiales.
Esa obligación de “decir lo que es verdad” corre a contracorriente de tantos postulantes y equipos de campaña que prefieren la comodidad de las frases vacías, de las “photo-op”. Sobran las imágenes de candidatos surfeando, tocando la guitarra, saltando baches o con sus perros, pregonando “fe y esperanza”, tomando mate, simulando que escuchan a los vecinos en recorridas barriales o besando bebés. Imágenes, en suma, que buscan sintonizar con los votantes, sin comprometerse con definiciones sustanciales, viables y conducentes sobre educación, salud, economía y seguridad, entre otros ejes urgentes.
“La parresía crea comunidad. Es esencial para la democracia. Decir la verdad es un acto genuinamente político. La democracia está viva mientras se ejerce la parresía”, remarca Byung-chul Han, y nos obliga también a los periodistas a preguntarnos cómo abordaremos la cobertura electoral de este año.
En un país con más de 100% de inflación, crisis educativa, estancamiento económico desde hace años y el 61% de los argentinos menores de 17 años en la pobreza, ¿seguiremos preguntándoles a los candidatos sobre sus colores preferidos de corbata, sus comidas favoritas y sus canciones predilectas? ¿o vamos a preguntarles qué planes concretos, reales y factibles tienen para desarrollar este país? No alcanza con recetas de aspirinas y paños tibios. Y recordando el “teorema de Raúl Baglini”, es forzoso ser mucho más inquisitivo con quienes tienen más chances electorales.
“Podemos decir que hay una especie de circularidad entre
Esa obligación de “decir lo que es verdad” es contraria a las afirmaciones disparatadas, a la difusión de fake news, a la promoción de teorías conspirativas, al fomento de la grieta y a la agresión al oponente democracia y parresía”, destacó Foucault sobre el final de sus días. “Para que haya democracia es preciso que haya parresía. Pero a la inversa, la parresía es uno de los rasgos característicos de la democracia. Es una de sus dimensiones internas”, planteó en un curso que dio en el Colegio de Francia.
Esa obligación de “decir lo que es verdad” es contraria, pues, a las afirmaciones disparatadas, a la difusión de fake news, a la promoción de teorías conspirativas, al fomento de la grieta y a la agresión al oponente. Por el contrario, conlleva el desafío de acercar posiciones con quienes piensan distinto, sin faltar a la verdad, pero en aras del bien común. Y conlleva los beneficios, pero también los límites de, como decía Santa Teresa, “andar en verdad”.
Esa obligación de “decir lo que es verdad” conlleva, por último, coraje. Conlleva el valor de decir aquello que el votante del político o la audiencia del periodista puede no querer saber. Aquello que lo interpele, lo desafíe, que sacuda su “sesgo de confirmación”. Eso es liderazgo auténtico. Y para eso se aspira a la presidencia. Para liderar en tiempos bravos.
“La parresía como valor para decir la verdad, la ‘parresía valerosa’ es la acción política por excelencia”, abunda Byung-chul Han. “A la verdadera democracia le es inherente algo heroico. Requiere de aquellas personas que se atreven a decir la verdad, a pesar del riesgo que ello expone”.
Winston Churchill fue un ejemplo cabal. El 13 de mayo de 1940, se presentó ante el Parlamento británico y pronunció su discurso inaugural como primer ministro del Reino Unido. Anticipó sangre, esfuerzo, sudor y lágrimas para los británicos que lideraba, tal y como había pregonado durante el sendero que lo llevó a conformar un nuevo gobierno, por lo que ninguno de sus ciudadanos pudo sentirse sorprendido al escuchar aquel discurso histórico.
¿Tendremos candidatos parresiastas este año en la Argentina? ¿Tendremos periodistas que también lo sean? ¿Tendremos un electorado dispuesto a escuchar lo que preferiría no escuchar? Nuestro futuro depende, en gran medida, de eso

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