miércoles, 27 de abril de 2016

HISTORIA POCO CONOCIDA DE UN GRAN HOMBRE, POR EL DR. RICARDO "EL MORDAZ"

INVESTIGADOR; DR. RICARDO "EL MORDAZ"

EL DILEMA DE MAX SCHMELING
El encuentro entre esos dos hombres ocurre en 1938, uno de ellos es alto fornido y se encuentra incómodo deseando que la reunión termine de una vez. El otro personaje, es delgado de mediana estatura, con un bigotito que sale de su nariz y llega hasta el labio superior. Irradia autoridad y su mirada dura está clavada en los ojos del grandote.
-Herr Schmeling -dice Hitler con tono imperativo – está en juego el honor de la Alemania nacionalsocialista, usted es el mejor boxeador del mundo y es imprescindible que derrote a ese negro de los Estados Unidos. Demuestre que ellos son una raza inferior y usted es un ario puro, perteneciente a la estirpe que gobernará Europa.
-Mein Fuhrer – replica Schemling –yo soy un boxeador, toda mi vida la he dedicado a este deporte. No mezclo la política con el boxeo-.
Fue en este momento en que tercia en el diálogo un tercer personaje que se halla también presente. Se trata de Joseph Goebbels, el Ministro del Reich para la Ilustración Pública y Propaganda: -–Usted no parece entender este asunto, Herr Schmeling, por esas cuestiones del azar, por esos avatares de la historia, usted, ahora, es Alemania-.
La reunión se terminó y ninguno salió conforme, Hitler y Goebbels estaban molestos y exasperados por la falta de entusiasmo que había mostrado Schmeling por la causa, mientras que este se encontraba abrumado por la tarea que le habían impuesto.
Durante su regreso, fue haciendo un repaso de su vida. Cuando tenía 16 años vio un combate de boxeo y ese momento definió su futuro. En solo tres años se convirtió en campeón amateur de Alemania de pesos semipesados e ingresó en la etapa profesional. A la edad de 22 ya era campeón de Europa en la categoría de peso pesado y decidió probar fortuna en los Estados Unidos. Allí conoció a Joe Jacobs, un entrenador de origen judío, quién constituyó una pieza fundamental en el perfeccionamiento de la técnica de Schmeling.

Max Schmeling (1905-2005)
Después de varias peleas exitosas, solo le faltaba enfrentar al campeón mundial Gene Tunney, pero éste se retiró y el título quedó libre. En 1930 se organizó un combate entre Schmeling y Jack Sharkey para dilucidad quien sería el nuevo rey de los pesados del mundo. Fue una contienda polémica porque si bien Sharkey le hizo besar la lona en el cuarto round, lo descalificaron por golpe bajo y el título quedó para el alemán.
En 1936 llegó el momento en que Schmeling debió enfrentarse con el mítico Joe Louis, quien hasta la fecha había disputado 23 combates sin perder ninguno. El día de la pelea, el Yankee Stadium estaba abarrotado y nunca hasta entonces se había movido tanto dinero en apuestas, la mayoría a favor de Joe Louis, no solo por su exitosa trayectoria sino porque Schmeling era alemán y en su país había descendido la sombra negra de la dictadura nazi. La gente suponía erróneamente que él también era antisemita.
Joe Louis estaba en su mejor momento, no así el alemán cuya capacidad boxística había empezado a declinar. Sin embargo, Louis había subestimado a su contrincante a tal punto que descuidó su entrenamiento para dedicarse a su deporte favorito: el golf. Por el contrario, Schmeling se preparó concienzudamente, observó las filmaciones de las peleas del negro y encontró su punto débil: cada vez que lanzaba un directo, bajaba su mano izquierda y su guardia quedaba al descubierto.
Apenas comenzó el combate, Schmeling puso en práctica su táctica y en los tres primeros rounds, ya había dejado desconcertado a Louis a base de golpes. En el cuarto round lo tumbó y en el decimosegundo con dos derechazos le ganó por knock out, algo que al afroamericano jamás le había pasado.

Jooe Louis pierde por knock-out en el round 12
Ahora estamos en 1938 y volvemos al comienzo del relato donde Hitler le ordenó a Schmeling con oscuras amenazas que debía ganar. El pesado mandato era que el vikingo germano tenía que derrotar a ese mono infrahumano.
El 14 de septiembre de 1923, tuvo lugar la pelea del siglo entre Luis Ángel Firpo y Jack Dempsey. Y el 22 de junio de 1938 a las puertas de la Segunda Guerra Mundial, donde ambos contendientes debieron soportar enormes presiones políticas, se realizó lo que podría llamarse la segunda pelea del siglo.
El combate estaba totalmente politizado y había varias diferencias entre ambos contendientes. Schmeling era antinazi, no tenía prejuicios raciales y para nada estaba incentivado en ganar la pelea, además, sentía un profundo respeto por Louis. Tenía un público adverso que erróneamente lo consideraba un representante del nazismo.
En el otro rincón se encontraba Joe Louis, quién esta vez se había preparado a fondo y quería el desquite.
Así como Hitler lo presionó al alemán, el negro fue convocado por Roosevelt con la siguiente recomendación: “Joe, en tus puños está la fuerza de América. Esto es una guerra. Somos el Bien, ellos el Mal. Si gana Schmeling se llevará mucho dinero de aquí. Con ese dinero los nazis harán bombas para arrojar sobre nuestra democracia”. Por razones de conveniencia, ni Hitler ni los norteamericanos, mencionaron que el entrenador de Schmeling era judío y que el boxeador se había negado a que se lo cambiaran.
En menos de dos minutos y medio, 124 segundos, Louis liquidó al gran Max, quien en ese brevísimo tiempo recibió 31 golpes contra solo 2 del alemán. Hitler no quiso ver a Schmeling, quien se convirtió en un paria dentro de su país.
Pese a las desfavorables circunstancias en que vivía, tuvo el coraje de rescatar y esconder a dos niños judíos en la tenebrosa Noche de los cristales rotos y a quienes después ayudó a escapar a los Estados Unidos. Un gesto que por entonces, ya fuera por miedo o convicción hacia la causa nazi, era totalmente atípico y de extrema peligrosidad para quienes vivían bajo la férrea dictadura de la svástica. De haberse conocido el episodio, el boxeador se habría podrido en alguna prisión de Alemania.
Cuando se desató la guerra Hitler lo mandó al frente donde, por no haber defendido a la “raza superior”, fue incorporado a un batallón de paracaidistas que debían realizar misiones suicidas. Pero Schmeling sobrevivió a la guerra y los norteamericanos, que ahora conocían la verdadera personalidad del alemán, lo fueron a buscar porque la Guerra Fría lo necesitaba. Le dieron un gran puesto en la Coca-Cola y llegó a tener su propia planta embotelladora convirtiéndose en un exitoso empresario.
En contrapartida, por esos comportamientos inexplicables que suele tener el gobierno y la sociedad norteamericana, el destino de Joe Louis fue muy diferente. Lo persiguieron con los impuestos y terminó hundido en la miseria. Solo tuvo una persona que lo ayudó: Max Schmeling quien cultivó una estrecha amistad con el negro. Cuando éste sufrió serios problemas de salud (cardíacos y psiquiátricos ocasionados por la cocaína), el alemán le costeó parte de los tratamientos. Cuando Louis murió en 1981 a los 66 años, Max Schmeling, quien fue uno de los que llevaba la manija del féretro pagó todo el funeral.

Joe Louis y Max Schmeling
Así era Max un tipo íntegro de principios y convicciones sólidas, que sobrevivió a la maquinaria nazi que quiso destruirlo. Una buena persona que falleció un día de febrero de 2005. Tenía 99 años.

Busto de Max Schmeling en el municipio de Hollensted, Hamburgo.
José Pablo Feinmann. Max Schmeling contra Joe Louis. Página 12, 8/11/2015.
Edu Casado. Max Schmeling: el campeón que no quiso entrar por el aro de Hitler.
http://blogs.20minutos.es/quefuede/2014/01/17/quien-fue-max-schmeling-el-campeon-que-no-quiso-entrar-por-el-aro-de-hitler/
Ángel González. Max Schmeling: el perro nazi que salvó judíos. El Mundo.es. 08/02/2005. http://www.elmundo.es/elmundo/2005/02/04/obituarios/1107530632.html

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