INVESTIGADOR; DR. RICARDO "EL MORDAZ"
EL JUICIO DEL MONO
En
1925, el joven John Scopes recaló en el poblado de Dayton del estado de
Tennessee que por entonces, contaba con una población que no alcanzaba los 2000
habitantes. Scopes llegó para cubrir el puesto de profesor en el colegio de
enseñanza secundaria en el Rhea Country Central High School, donde comenzó a
enseñar álgebra, química y física.
John Scopes
Tennessee
formaba parte, y aún lo sigue siendo, del llamado cinturón bíblico o Bible belt, un extenso territorio del
sureste de Estados Unidos que se caracteriza porque el cristianismo evangélico
tiene un profundo arraigo social que se manifiesta nítidamente en la forma de
vida de la población, en la moral y en la política. Esta vasta zona que engloba
a varios estados sureños, resistió hasta bien entrado el siglo XX, las leyes
antirraciales emitidas por el senado de los Estados Unidos.
Cuando
Scopes llegó a Dayton, estos patrones de conducta estaban más exacerbados que
en la actualidad. Ese pueblo rural era un nido de supersticiones,
preconceptos e hipocresía capaz de explotar en odio contra quien quisiera
rechazar la autoridad literal de la Biblia y sus portavoces. El tedio invadía a
Dayton con una nube de apatía y aburrimiento. Carecía de salas de baile y de
juego y el deporte más practicado era rezar. Como
si esto fuera poco, acababa de entrar en vigencia, justamente en el estado de
Tennessee, una ley conocida bajo el nombre de Butler Act, que prohibía toda enseñanza que atentara contra los
contenidos de la Biblia. La ley tenía como principal objetivo frenar la teoría
evolucionista de Darwin, no pudiendo aceptar de que el ser humano “pudiera
descender de seres inferiores”, o sea pertenecer a la especie de los homínidos
que incluye a los simios.
Según
el relato bíblico, que todos conocemos, el ser humano fue creado por Dios. El
episodio está expresado en el Génesis en una forma que más se acerca a una
fábula infantil que a la investigación científica más elemental.
Cuando
Scopes recaló en Dayton existía una asociación llamada la American Civil Liberties Union (ACLU), que proporcionaba asesoría
legal en los casos en los cuales consideraba que las libertades civiles podrían
estar en riesgo y su misión principal era defender y preservar los derechos
individuales. La ACLU se puso en abierta rebelión contra el Butler Act, señalando que
defendería a toda persona que fuera acusada de enseñar la teoría de la
evolución.
George
Rappleyea, magnate de minas de carbón y amante de aventuras y de apuestas
pesadas, leyó en un diario de Tennessee que la ACLU estaba dispuesta a desafiar
el Butler Act. Rappleyea convenció a
un grupo de empresarios de Dayton de enfrentar la ley con el propósito de
aportar publicidad para la región. Convocó al joven Scopes y le pidió que
reemplazara al profesor de Ciencias durante una clase para explicar a los
alumnos la teoría de la evolución.
Rappleyea era consciente de que la maniobra
generaría un juicio con gran difusión periodística, pero consideraba que se
podría ganar ya que por otro lado, también se enseñaba en la escuela el libro
de texto Biología Cívica de George
Hunter que explícitamente describía y adhería a la teoría de la evolución, lo
cual incurría en contradicción con la ley vigente.
Scopes
fue acusado por tres de sus alumnos que en el juicio testificaron en su contra
diciendo que les había enseñado la teoría evolucionista. La defensa estuvo a
cargo de Clarence Darrow, individuo hábil y carismático que sabía dónde tenía
que dar el golpe. A los ojos de la mayoría de los habitantes de Dayton, Darrow
representaba un personaje aborrecible, la esencia del mal ya que cargaba una
mochila llena de causas progresistas y humanitarias, como la defensa de negros,
de sindicalistas y de homosexuales.
Del lado de
la fiscalía se encontraba el abogado William Jennings Bryan quien después de un
par de intentos frustrados para llegar a la presidencia de Estados Unidos
abandonó la política para convertirse en el pilar del fundamentalismo religioso.
Con discursos catastróficos de profeta del Apocalipsis, arengaba multitudes de
crédulos que lo escuchaban absortos.
Era
evidente que tanto gran parte de la población de Dayton como el poder judicial
local tenían en claro que no se trataba de juzgar a un novato profesor de
escuela sino al propio Charles Darwin y su malsana teoría evolucionista. El
acontecimiento judicial había traspasado largamente las fronteras de Tennessee
y numerosos periodistas de estados del noreste del país se hicieron presentes.
Reunión de la Liga
Antievolucionista contra la enseñanza en las escuelas de la teoría de la
evolución.
En ese contexto,
el infiel Scopes salió del foco del debate, ya que lo que estaba en juego era
la autoridad de la Biblia contra la teoría atea de Darwin quien seguramente
estaría ardiendo en el infierno. El ambiente judicial y popular local no era
nada propicio para el pobre Scopes y no había duda de que la sentencia estaba
decretada antes del juicio mismo. Bryan empeñado en denunciar el bellaco ataque
de los enemigos de la fe y Darrow en defender la libertad de pensamiento que
todo individuo merece, se enfrentaron el 21 de julio de 1925 en el juicio que
ya la prensa había titulado: El juicio
del mono.
En una
jugada magistral Darrow hizo un pedido que dejó a todos sorprendidos y
descolocados: “La defensa solicita llamar al señor Bryan como testigo”.
Insólito, nunca había ocurrido que un fiscal se tuviera que sentar en el
banquillo de los testigos. Bryan en su soberbia aceptó sin saber que aquello
sería su fin.
La masacre duró
dos horas. ¿El señor cree que Jonás fue comido por una ballena? Si así fue
¿cuánto tiempo permaneció en la barriga de ella? ¿El señor cree que Josué hizo
parar el sol en el cielo? Si lo hizo, ¿no hubiese pasado alguna cosa en la
Tierra? ¿Cuál es la edad de la tierra, señor Bryan? ¿El Señor cree que el mundo
fue creado en seis días cuando los científicos están hablando de millones de
años? Si Eva fue la única mujer del Génesis, cómo es que Caín fue a visitar a
su esposa, según atestigua la Biblia? – y así el implacable Darrow siguió lanzando
zarpazos sobre Bryan quien finalmente perdió todo control y a los gritos
defendió la Biblia, pero en forma genérica sin refutar las preguntas de Darrow.
Los enviados de la prensa saboreaban las notas que iban a publicar.
El jurado,
constituido por lugareños que apenas habían terminado la escuela primaria y
cuyos cerebros estaban saturados de los sermones del pastor local, declararon
culpable a Scopes, pero Bryan había hecho un papel tan patético en contraste
con el lapidario alegato de Darrow, que el juez temeroso de la reacción de la
prensa, sentenció a Scopes a una multa de 100 dólares cuando la ley Butler
había establecido una pena de 100.000 para el infractor. La exigua suma fue
pagada por uno de los periódicos. En cuanto a Bryan, murió a los pocos días de
un ataque cardíaco.
Aquel
acontecimiento inspiró a dos dramaturgos: Jerome
Lawrence y Robert Edwin Lee a escribir la obra Heredarás el viento, que fue llevada a la pantalla en 1960 con el
mismo nombre, donde Spencer Tracy hizo el papel de Darrow y es una joya del
Hollywood de aquellos tiempos.
Escena de la película “Heredarás el viento”
dirigida por Stanley Kramer en 1960. De izquierda a derecha: Gene Kelly
(periodista del Baltimore Herald), Donna Anderson, Dick York (Jon Scopes) y
Spencer Tracy (Clarence Darrow).
Desde el juicio
hasta el presente han transcurrido 90 años y los Estados Unidos del Tea Party,
de Sarah Palin, los evangelistas de la Fox News y la infinidad de sectas de los
cristianos nacidos nuevos, a semejanza de aquellos maniáticos de Dayton, siguen
viviendo el dilema Biblia vs. Mono, con una ciega adhesión a la Biblia.
«Toda persona tiene derecho a la libertad de
pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de
cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su
religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en
privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia». (De
la Declaración universal de los derechos humanos; artículo 18).
Tamara Tigue. Tea Party
Community. Social Darwinism and you, 11/05/2012
U. S. History 47b. The monkey
trial. http://www.ushistory.org/us/47b.asp
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