miércoles, 6 de noviembre de 2019

IDENTIDAD CULTURAL, LECTURA RECOMENDADA,


Pampa y gauchos en los versos de Margarita Abella Caprile
Una postal del campo
Bisnieta de Bartolomé Mitre, directora del suplemento literario de LA NACION, la poeta y periodista Margarita Abella Caprile (1901-1960), ha dejado una vasta obra en la que predominan la dulzura y la melancolía. Nieve, Perfiles en la niebla, Sombras en el mar, 50 poesías, Lo miré con lágrimas, El árbol derribado, dan cuenta de la exquisita inspiración de esta escritora que supo de la amistad de Alfonsina Storni.
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De su inicial intento poético, Ensayos (1917), ha dicho Carmelo M. Bonet: "Ya despuntan en este libro primerizo amores que no se apagarán con los años: amor al campo argentino y a su gente". "Los gauchos", versos de arte mayor fechados en diciembre de 1916 y que integran Nieve, comienzan diciendo: "Yo no sé qué es lo que tienen los paisanos de mi tierra, / Esos hijos de la Pampa, la llanura y de la sierra, / Con su triste, improvisado, melancólico cantar".
Se trataba de una raza extinguida, explica Margarita, conformada por poetas sin retórica ni leyes, libres de yugos, solitarios y bravos, únicamente recordados en el presente por esa guitarra colgada de los sauces y por el erguido ombú, a cuya sombra tantos lloraron.
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"Nunca vi montañas y ayer contemplaron / Mis ojos la sierra por primera vez", dice la voz con admiración en "Sierra", para confesar de inmediato y de manera magistral su amor por la llanura: "La sierra es un ritmo que en sí mismo acaba, / La Pampa es un verso que no tiene fin". "Viento en la estancia" ve las olas del viento en el parque como mar invisible. Viento azul, dice, madurado en los trigales y que anunciaba tempestades.
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El cuarteto "Pascua de Resurrección en la pampa", incluido en Lo miré con lágrimas, narra el amanecer, momento del día en que "la pampa redobla su humildad de planicie". "Un confiado reposo de trémulos corderos / y un pausado sosiego de azorados rumiantes / a la tregua se asocian. En los rumbos distantes / se ha detenido el cruento marchar de los reseros".
El "Romance del duraznero" guarda ese olor de infancia. Allí están los pájaros, los brotes de agosto, los troncos florecidos. "Quiere apoyar en sus ramas, / densas de follaje tierno, / el juego de los gorriones, / la nostalgia del boyero, / el rumor de las torcazas, / los gritos del benteveo / y el vuelo de tierra húmeda / que levantan los horneros".
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Margarita Abella Caprile viajó por Europa. Su precioso texto "Geografías" da cuenta de sucesos, hombres y paisajes, pero también del tango y de la lejana Buenos Aires, su ciudad natal. Cantó a la liberación de París en 1944 y mostró siempre en todo un admirable espíritu religioso.
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Aquellas irrepetibles horas en un jardín de Belgrano, en su quinta de Olivos o en la estancia La Esperanza, de la localidad de Vedia, provincia de Buenos Aires, dieron y mucho en su poética.
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 "No hizo versos por oficio o por deporte sino como catarsis de lo que bullía en su alma", señaló Bonet. Pampa, campo, paisanos, fueron asuntos de su fecundidad hoy tan olvidada.

P. E. P.

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