Lo que enseña el entusiasmo
Miguel Espeche
Más allá de los merecidos honores con los que se lo distinguió en los últimos tiempos, el "profe" Daniel Córdoba era al fin de cuentas un hombre sencillo: un profesor de Física nacido en Jujuy, pero que desarrolló su carrera docente en la provincia de Salta.
El bueno de Daniel tuvo la mala idea de morir hace pocos días. No debería haberlo hecho, pero así fueron las cosas y, ante ese tipo de determinaciones del destino, la queja poco puede hacer y solamente queda vivir el dolor de su partida, y las ganas enormes de honrar su recuerdo.
Desde hacía muchos años el hombre enseñaba Física los sábados a la mañana a una enorme cantidad de chicos -centenares- que se reunían en un aula a aprender contenidos transmitidos con extraña pasión. Tan grande era ese entusiasmo que muchos de los muchachos y muchachas iban a esas clases porque sí nomás, por gusto, levantándose temprano ese día para adentrarse en un universo para muchos laberíntico.
El Instituto Balseiro, institución emblema en lo que a Física respecta, de repente se fue llenando de salteños que en su etapa formativa habían transitado esa aula mañanera en donde extraños cálculos, raras fórmulas y maravillosos experimentos se compartían, mientras se aplaudían los errores (porque señalaban por dónde "no" había que ir) y los créditos eran del orden del gozo por aprender, no tanto por "cumplir" con una materia más.
Más allá de que seguramente el "profe" merecería ser el rostro de algún billete que reemplace al yaguareté o la ballena, digamos que lo más importante de su legado es simple y accesible a todos, sobre todo, porque no tiene que ver estrictamente con la Física, sino con otra cosa.
El legado de Daniel Córdoba es el de un tipo que enseñaba "entusiasmo" como materia principal, y gracias a ese entusiasmo y pasión, la Física llegaba al alma de sus estudiantes por añadidura.
Hay relatos de chicos que ni en la primera, ni en la segunda ni en la octava clase entendían la Física que enseñaba el profesor. Pero les intrigaba qué era lo que generaba tamaña pasión en ese hombre divertido y sencillo, que manifestaba su enamoramiento perpetuo por la materia que compartía con los alumnos.
Alguna vez, en alguna conferencia sobre educación, alguien dijo que era muy difícil hacer entender a los chicos la importancia, por ejemplo, de la molécula, apuntando con ese comentario a la dificultad en hacer "entrar" en la cabeza de los jóvenes la información de los temas que exige la currícula.
La experiencia vivida en Salta desmiente aquella afirmación, y da para decir que, en realidad, lo que es difícil es encontrar el entusiasmo y la pasión en muchos que transmiten enseñanzas de diverso tipo, no solamente la académica. La materia que se enseña "entra" a través del entusiasmo de quien la transmite.
Que quede claro que no hablamos solamente de la educación formal sino de todo aquello que los grandes transmiten a los chicos, en el aula, pero también en la casa, el club, los medios...
En el tono de broma que lo caracterizaba, cada viernes previo a su clase sabatina, el profesor mandaba un mensaje a la "especie traidora", tal como llamaba a sus alumnos, instándolos a irse a dormir temprano.
"A dormir, especie traidora, que mañana hay clase", les decía a través de Facebook. Vaya paradoja. Si alguna certeza queda es que los alumnos del profesor Córdoba ni van a dormirse ni lo van a traicionar en lo que respecta a la esencia de lo que les dejó como legado.
Esos chicos y chicas, hombres y mujeres, andan por allí, en el Balseiro, en instituciones del exterior, o en las facultades, con la llamita del profe en el corazón. Mientras que a aquellos, ajenos al tema, que solamente supieron de la existencia de un profesor de física "copado" que enseñaba en la provincia de Salta, les servirá saber que esa calidad de experiencias y personas existen, y son tanto o más reales que esas que, cada día, nutren diarios y noticieros de nuestro país.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.