Los secretos de la noche porteña en cuarentena
Es viernes a medianoche y la nocturnidad de Palermo está tapiada. Los bares y boliches se ven lúgubres. Y como nunca, aquí, a esta hora, reina el silencio. Probablemente la última vez que las calles de Palermo estuvieron desiertas fue hace más de 30 años. Entonces era un barrio residencial y sus vecinos no imaginaban que un día sería el centro nocturno de Buenos Aires. Hace un mes, los vecinos del Palermo actual tampoco sospechaban que la postal iba a volver a la de 30 años atrás.
Se pudo comprobar en una recorrida que el cumplimiento del aislamiento en la zona de movida nocturna -Palermo, Recoleta, Retiro y avenida Corrientes) es casi total. El personaje por excelencia en la Buenos Aires en cuarentena (vestido de entrecasa, quizá incluso con chinelas y una bolsa de supermercado en la mano) empieza a desaparecer alrededor de las 20. Los negocios, casi sin excepción, cierran a esa hora y la posibilidad o la excusa de salir a hacer una compra se termina.
Hacia las 21 solo quedan los que pasean a sus perros. O los que sacan la basura, en bolsas posiblemente rociadas con lavandina.
Más tarde solo se ven trabajadores exceptuados y personas que duermen en la calle. Otros están más flojos de papeles. En avenida Dorrego, un hombre camina en pijama con las llaves en la mano, sin motivo aparente. Cerca de Plaza Italia, una mujer fuma en la vereda.
23.00 | Palermo Viejo
Un hombre de ambo en Coronel Díaz espera un colectivo cerca del Hospital de Niños. Las asistentes de un geriátrico en la calle Serrano se despiden sin besarse al cruzar la puerta de salida. Dos ayudantes de cocina caminan con un metro de distancia hacia un auto.
Los amos del tránsito son los repartidores de delivery. En moto o bicicleta, o de pie en las esquinas de los restaurantes que despachan comida, se benefician con la suba de la demanda por la cuarentena y los desplazamientos sin tráfico. Casi todos llevan barbijo. El coronavirus les preocupa, pero necesitan trabajar.
23.30 | Palermo Botánico
La música aparece, primero suave, después con fuerza. Los pocos que caminan por la calle Armenia preguntan de dónde proviene, hasta que lo ven. Un camión de basura irrumpe en la calle con una canción de los 80. Sobre el espejo delantero, entre luces de colores vivos, flamea una bandera argentina. El conductor hace su recorrido a una velocidad mayor que la habitual. El tráfico es inexistente. El servicio es reducido y los containers de basura están repletos.
Las esquinas más concurridas de la noche porteña...
...lucen desoladas
23.00 | Plaza Italia
Cuando se aproxima a Las Heras, disminuye la velocidad. Esquiva un patrullero estacionado en doble fila, desde donde dos policías se comunican por radio con la base. "Hubo una pelea doméstica", le dice uno , y apunta con la cabeza a una mujer de muy baja estatura, el pelo prolijamente enrulado y largo. Se frota las manos con nerviosismo. Se llama Luisa Inés . Fue ella quien los llamó.
Con los ojos llorosos, cuenta que la propietaria que le alquila el departamento acaba de amenazarla con un destornillador y la sacó a la calle a la fuerza. Es porque dejó de pagarle los 13.800 pesos de alquiler, que ahora no puede conseguir. Es esteticista, se mudó a Palermo hace cinco meses para estar más cerca de sus clientas y, como la mayor parte de los trabajadores independientes, no puede ejercer debido a las normas de aislamiento.
Luisa está al tanto de que el Gobierno congeló los alquileres y suspendió los desalojos, pero no sabe cómo se aplicaría esa medida a su caso: su contrato de alquiler es informal, de palabra.
Es tarde y no tiene dónde ir, pero su principal preocupación, a pesar de la amenaza, es que todas sus pertenencias quedaron en el departamento. Sobre todo, los productos que necesita para trabajar cuando pueda volver a hacerlo.
Una mujer desalojada en cuarentena sin tener dónde ir en plena noche
00.00 | Palermo Soho
La esquina de avenida Scalabrini Ortiz y Niceto Vega está vacía. Apenas se escuchan ecos de televisores y voces de alguna discusión desde alguna ventana.A pocas cuadras, en el primer piso de un edificio de Gurruchaga y Cabrera, un grupo de venezolanos conversa en un balcón. Enfrente hay dos cervecerías de moda cerradas.
Un joven de mochila se cansa de esperar en la parada del 111, en Scalabrini Ortiz y Gorriti, y se toma un taxi. No es fácil conseguir uno, ya no circulan como antes de la cuarentena total. "Nuestro trabajo es indispensable, llevamos embarazadas, discapacitados, cubrimos emergencias", explica José Ortiz, de 60 años, uno de los taxistas que elige recorrer la ciudad confinada a pesar de que el riesgo de contagio es alto y la cantidad de clientes, muy baja.
Una noche de viernes sin restricciones, Ortiz recoge entre 25 y 30 personas. Hoy arrancó a las 15 y en 9 horas recogió a cuatro pasajeros. "No vale la pena", dice. Pero mañana saldrá igual. Maneja taxis hace 20 años, desde que lo echaron de una empresa eléctrica en la crisis de 2001. "Mirá que las pasé todas, pero esta no me la esperaba", agrega, con tono abatido, desde su auto frenado en medio de la calle Gorriti.
José Ortiz circula con su taxi por una Buenos Aires desierta
"Nuestro trabajo es indispensable, llevamos embarazadas, discapacitados, cubrimos emergencias. Mirá que las pasé todas, pero esta no me la esperaba".
00.15 | Obelisco
Es la hora de salida de las funciones de los teatros y en la avenida que nunca duerme las luces de neón iluminan pocas caras. Una de ellas es la de Francisco Hufschmid, de 37 años, que hace el turno nocturno en el puesto de diarios de la esquina de Avenida Corrientes y Libertad. El dueño es su papá, Hugo, de 64 años, que lo trabaja de día. Ambos están exceptuados.
El año pasado, el gobierno porteño transformó la mitad de la avenida en peatonal. El padre se preocupó porque menos gente pasaría frente al negocio. Su hijo lo alentó. Le dijo que era una forma de progreso y debían aceptarlo. Ahora, mientras Hugo duerme, es Francisco quien se inquieta. Hoy vendió dos sopas de letras y un muñeco coleccionable.En total juntó 700 pesos. Una noche de viernes sin cuarentena reúne 7000.
Sabe que el bloqueo pasará, pero teme lo que vendrá después. Por la crisis vendían poco y tras el aislamiento será peor. "¿Quién va a venir a los teatros o a comer?", se angustia el canillita mientras señala los negocios oscuros a su alrededor. Su puesto y la farmacia de enfrente son los únicos locales abiertos.
Francisco Hufschmid en su puesto de diarios, uno de los pocos sobrevivientes de la Avenida Corrientes
00.45 | Av. Corrientes
A dos cuadras, las luces de los teatros se proyectan sobre los torsos de un hombre y una mujer que se asoman por la ventana en el primer piso de un hotel. Ailén y Leonel pasan mucho tiempo asomados a la esquina de Corrientes y Uruguay. Fueron aislados cuando regresaron del exterior.
El viernes hicieron una protesta desde las ventanas junto con otros viajeros y firmaron un petitorio a la Defensoría del Pueblo para denunciar las condiciones en las que se encuentran. "Jamás vino un médico a vernos. No nos toman la temperatura. Limpian todo con el mismo trapo. Les sacaron los picaportes a las puertas. Y hace cuatro días que solo nos dan arroz", enumera Ailén, verborrágica, con la mirada hacia abajo. Su casa está a unas 30 cuadras, en Puerto Madero. "Vivo en el mismo edificio donde vivía el Presidente", acota la mujer.
La Avenida Corrientes, irreconocible un viernes por la noche
"Jamás vino un médico a vernos. No nos toman la temperatura. Limpian todo con el mismo trapo. Nos amenazan. Les sacaron los picaportes a las puertas. Y hace cuatro días solo nos dan arroz".
01.30 | Retiro
De madrugada, las únicas luces que sobreviven en la zona de bares de Retiro son las de los patrulleros. La Ciudad multiplicó la presencia policial y cada dos cuadras se ve un auto azul frenado o en movimiento. En las esquinas hay agentes apostados. En lo alto, vuela un helicóptero de la Fuerza Aérea. Sus reflectores apuntan hacia el vacío, abajo. Un joven diseñador saca a pasear a su perro por una calle Reconquista desierta.
02.00 | Palermo Viejo
Los repartidores y los camiones de basura se evaporaron. Solo circulan algunos autos y colectivos. Un hombre y una mujer están sentados en silencio en la entrada de un edificio frente al Sanatorio Güemes. Les dieron turno a esta hora extraña para recoger un estudio por un problema gástrico. Pero lo esperan de la vereda de enfrente, por las dudas. Ambos llevan barbijos y aclaran: "No tenemos coronavirus".
02.30 | Recoleta
En el centro porteño, una postal se mantiene inmutable en la madrugada. Cada dos o tres cuadras, varias personas se agolpan sobre colchones y mantas sobre la calle. Un hombre de 35 años es uno de los pocos que se mantiene despierto y deambula por la calle Marcelo T. de Alvear. Lleva colgada del brazo una bolsa que usa para recolectar la comida que encuentra en la basura. Mientras revisa un container, se describe como "una persona en situación de calle" y asegura que el jueves quiso dormir en un refugio de la Ciudad, pero no pudo. "Están repletos", dice. Y aclara que, cada vez que puede, se lava las manos.
Hay pocas personas en las calles, pero se repite la escena previa a la cuarentena de gente que deambula en busca de comida
Personas que viven y duermen en la calle, una postal dolorosa en pleno aislamiento
B. S. y T. C
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