viernes, 17 de abril de 2020
LA OPINIÓN DE LUIS MAJUL,
No pueden ser tan canallas
Luis Majul
A veces, en días como hoy, hacemos mucha fuerza para no estallar. Para no insultar. Para que la indignación se nos note menos. Pero siempre, en este bendito país, ahora atravesado, como todo el planeta, por el Covid-19, hay algo que te termina sacando de quicio.
Lo que me sacó de quicio hoy sucedió cerca de las cinco de la tarde. Se trata de un video de Amado Boudou, colgado en los principales portales de la Argentina. ¿Sabés por qué me saca de quicio? Por el aprovechamiento espúreo que hace Boudou de la bandera de los derechos humanos. Sí. Boudou. El mismo que está condenado por corrupto, y con sentencia firme, por intentar robarse la máquina de hacer moneda del Estado.
Igual que Hebe de Bonafini -quien hace tiempo manchó y adulteró la lucha de Las Madres justificando hechos de corrupción, incluido uno que la tiene como presunta miembro de una asociación ilícita en la causa Sueños Compartidos-, Boudou adultera la lucha de las organizaciones humanitarias e insiste con otro concepto mentiroso e insultante: la idea mentirosa de que en la Argentina existen presos políticos. La idea ruin de que él mismo es un preso político. La idea insultante de que todavía hay varios presos políticos presos, como Milagro Sala.
Sí. Milagro Sala, otra dirigente social que aprovechó a los pobres para robar, y además amenazó y agredió físicamente a otros pobres, como ya lo probó la Justicia, por la que purga una condena que también está firme. Lamento profundamente que estos oportunistas del coronavirus aprovechen la pandemia para forzar y conseguir el arresto domiciliario. Lamento profundamente que este momento tan dramático sea aprovechado por un juez de un tribunal oral para darle la prisión domiciliaria al exministro de Economía y exvicepresidente de la Nación.
El juez se llama Daniel Obligado. Dicen que es nacido y criado en la gran familia judicial. Es para que no quede en las sombras o el olvido. Porque se trata del mismo juez que, diez días antes, le había denegado la posibilidad de estar detenido en su casa con los mismos argumentos que después dio vuelta como una media. ¿Cómo pueden ser tan caraduras? ¿Cómo pueden ser tan canallas?
Leí sus argumentos en el expediente. Están disfrazados de decisión humanitaria. Para que su pareja y los mellizos no sufran más, "en este momento tan angustiante", dice el magistrado. Parecen un chiste. Igual que parece un chiste el argumento de que a Florencia Kirchner no se la podría juzgar, ni interrogar ni condenar, solo porque estuvo o está enferma. Siempre hacen lo mismo. Siempre usan los mismos argumentos. Siempre usan las enfermedades, la muerte y el dolor y lo mezclan con tragedias y muertes de otra naturaleza, como la tragedia de Once.
Ellos no volvieron para ser mejores. Y el coronavirus no hace más de mostrarlos tal como son. Ahora detenete a pensar junto a nosotros. Este tipo, este canalla, que, insisto, tiene condena firme, fue vicepresidente de la Nación. Y también fue condenado por truchar los papeles de un auto usado con un único y ruin objetivo: no compartir los bienes gananciales con la mujer con la que había convivido durante años.
También se probó que él mismo, Amado Boudou, le cobró guita por debajo de la mesa al gobierno de Formosa. Guita de tus impuestos y de los míos. Plata de todos nosotros. Lo que me indigna es que, a horas de conseguir el arresto domiciliario, se ponga frente a una cámara de un teléfono y hable de patria libre, justa y soberana. Disfrace de lucha social y revolucionaria sus condenas por los hechos de corrupción. Que siga repitiendo que a él lo condenaron porque nacionalizó las AFJP, argumento que más de una vez llegó a usar también Cristina Kirchner.
Y ya que estamos hablando de corrupción e indignación, también indignan los intentos del gobierno de barrer el escándalo de los sobreprecios de los alimentos por debajo de la alfombra. ¿Van a apartar a los 18 secretarios y directores a los que les habían pedido la renuncia o los van a terminar reivindicando? ¿Van a usar la enorme preocupación que existe por el coronavirus como una enorme cortina de humo para que todo quede así? El fiscal de investigaciones administrativas, el organismo oficial que abrió una causa, ¿va a avanzar o la va a cajonear, como se hicieron con otras causas parecidas?
Si nosotros, como periodistas, en este caso, el equipo de investigación de La Cornisa, ya encontró, y te mostrará innumerables inconsistencias en la carrera política y de negocios de Gonzalo Calvo, el hombre a quien el ministro Daniel Arroyo le pidió la renuncia, ¿cuánto puede tardar la justicia en encontrar la punta del ovillo de una madeja que cada vez aparece más grande y más oscura?
Te anticipo algo de lo que vas a ver el domingo. Y te garantizo que cuando lo veas te van a indignar más todavía. Así como había un club de la obra pública cartelizado, que conseguía obras con sobreprecios millonarios y adornaba a decenas de funcionarios de turno, ya está claro que existe un Club de la alimentación, o de la comida, como lo mencionó hoy Carlos Pagni en su columna
Y así como todos los días aparecen sobreprecios escandalosos en las compras que se dispararon para combatir el coronavirus, el equipo de investigaciones de La Cornisa acaba de descubrir algo muy escandaloso: que el avance de otra enfermedad infectocontagiosa y mortal como el dengue, también la están "combatiendo" funcionarios de un Estado "bobo" o "cómplice", que paga más por los repelentes que lo que salen hoy en cualquier farmacia de barrio.
Estamos indignados, cansados y enojados. Pero no somos locos. Sabemos que la decisión del gobierno nacional de impulsar el aislamiento social antes de que se diseminara el virus, como sucedió en Italia o España, fue la correcta. Cumplimos con las reglas que nos impone la cuarentena. Estamos muy atentos para saber cómo va a seguir impactando en coronavirus y cuáles van a ser las decisiones que tomará el gobierno nacional y el resto del país.
Pero no nos pidan que nos hagamos los distraídos con este tipo de canalladas. Porque estamos usando barbijo. Pero todavía el barbijo que usamos, como diría Federico Andahazi, no alcanzó para taparnos los ojos.
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