La máquina disciplinadora, contra Soledad Acuña
Julio Montero
La Argentina contemporánea es un paradigma del fracaso. Un país que en 1910 había erradicado la pobreza se desangra en el igualitarismo de la miseria. A pesar de sus muchas virtudes, el peronismo fue uno de los actores principales de la debacle. ¿Cómo convivimos tan mansamente con una fuerza que carga semejante responsabilidad y que jamás hizo la mínima autocrítica?
El escándalo desencadenado por Soledad Acuña tal vez brinde algunas claves. El peronismo cincela el universo simbólico a su medida. Además de crear instituciones que garantizan su reproducción, ha establecido un cerco cultural que impide toda transformación. Este crucial dispositivo combina tres elementos íntimamente relacionados. El primero es la instalación de un relato funcional: el peronismo siempre fue democrático y de izquierda, la “juventud maravillosa” luchaba por restablecer la democracia, Sarmiento era un oligarca que odiaba a los niños, las leyes del mercado son ideología, las cifras del Nunca más son falsas o irrelevantes. Para más detalles, véase Paka-paka.

Un formidable manejo del aparato ideológico, en términos de Althusser. En nombre de los más altos valores hemos construido un clima cultural opresivo en el que el debate democrático no puede florecer.

Naturalmente, la responsabilidad por la catástrofe es compartida. La ministra se lamenta por los problemas del área a su cargo como si fuera una mera observadora. Y muchos opositores, hábiles para el marketing electoral pero ajenos a sus bases, todavía apuestan por pactar con el statu quo. No olvidemos que la colaboración también puede ser complicidad. ¿Seguirá Acuña el mismo camino que Darío Lopérfido? El país, otra vez al borde del abismo, necesita cambios profundos; esos cambios que solo se consuman en el plano de la cultura. ¿Será tal vez la oposición la primera que debería cambiar?
Filósofo, politólogo y premio Konex a las Humanidades
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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