Perdida Mente: un juego escénico empático con la platea
José María Muscari sorprende una vez más y en el elenco se luce especialmente Karina K
F. I.
Karina K, Patricia Sosa, Leonor Benedetto, Julieta Ortega y Ana María Picchio, en el saludo final de la obra
Dramaturgia y dirección: Mariela Asensio y José María Muscari. Intérpretes: Leonor Benedetto, Karina K, Patricia Sosa, Ana María Picchio, Julieta Ortega. Dirección: José María Muscari. Sala: Multiteatro Comafi. Funciones: De miércoles a domingos. Duración: 90 minutos
Pocas dudas caben a esta altura, y más allá de todo posicionamiento individual, que si alguien que comprende los fenómenos populares y entiende al público teatral es José María Muscari. Sabe jugar en los bordes de la moral media y generar proyectos atrevidos para esas mentes, así como también llevar adelante otros en la avenida Corrientes que buscan despertar risas y reflexiones, casi en idénticas dosis.
El público que asista a ver Perdida mente podrá encontrarse con una serie de ideas acerca de la mente, el lenguaje, la enfermedad y, muy puntualmente, sobre la memoria y la realidad que tienen más vínculo con un libro de divulgación que con uno de filosofía o de psicoanálisis, con todo lo bueno y lo malo que esto puede conllevar. ¿Cómo se constituyen nuestros recuerdos? ¿Cómo se vinculan con aquello que denominamos realidad? ¿Qué sucede cuando la mente, vía una enfermedad, deja en evidencia el carácter de artefacto de la memoria y no ya la simple y llana recopilación de datos ontológicamente reales?
Todas esas reflexiones llegan fundamentalmente de la mano de la protagonista de la enfermedad, el personaje que interpreta con enorme soltura Leonor Benedetto, quien tiene el desafío de ser la guía del espectador en este entramado al tiempo que debe representar a una enferma de Alzheimer. Cada una de sus compañeras de escena –Julieta Ortega, Ana María Picchio y Patricia Sosa– acompaña brillantemente el todo, al tiempo que tiene su propio destaque individual. Van del drama a la comedia con idéntica y probada solvencia. Pero el maravilloso y esperado delirio ingresa de la mano de Karina K, una actriz enormemente lúdica y que sabe jugar la escena hasta quebrarle el verosímil sin que eso la afecte para conformar su personaje. Y Muscari como director sabe perfectamente cómo amalgamar esos ingredientes dándole al espectador aquello que ha ido a buscar: entretenimiento, ideas y algunas referencias históricas y culturales que despierten su propia memoria, generando entre la escena y la platea una empatía emocional e intelectual que anticipa un éxito en la avenida Corrientes, tan esperado y necesario luego la pandemia.
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Una lograda adaptación de la novela de Ariana Harwicz, con Julieta Díaz y Tomás Wicz
G. I.
Precoz, con Tomás Wicz y Julieta Díaz
Dramaturgia: Ariana Harwicz. Adaptación: Juan Ignacio Fernández. Intérpretes: Julieta Díaz, Tomás Wicz. Música: Sebastián Schachtel. Escenografía: Rodrigo González Garillo. Vestuario: Julieta Harca. Iluminación: Ricardo Sica. Dirección: Lorena Vega. Teatro: Dumont 4040, Santos Dumont 4040. Funciones: Jueves y viernes, a las 20.30; sábados, a las 21. Duración: 80 minutos.
El sillón a un costado y las paredes falsas pueden llevar a pensar que se está ante la millonésima obra que transcurre en un living. Enseguida, el texto empieza a desplegarse y esa idea es destrozada. Entre los varios aciertos de Precoz, la novela breve de Ariana Harwicz adaptada con virtuosismo a las tablas por un dramaturgo de fuste como Juan Ignacio Fernández, está el texto. Una escena tras otra, las palabras se despliegan como mazazos que abren camino un torrente de imágenes a partir del recurso, artesanal, de dos actores que cuentan a público y con eso dan vida a la obra. La historia trata de una madre y de un hijo, de la búsqueda desesperada del amor al tiempo que se presentan en oposición a un mundo que no parece encontrar diques de contención contra el deseo que ellos traen y que los desborda por completo.
La escuela –el “liceo”, en esa manía un poco contemporánea de la literatura argentina de nacer ya internacional– los servicios sociales, la policía y, en definitiva, la naturaleza misma se enfrentan al abismo destructivo que la dupla entre madre e hijo quieren ofrecer y van cayendo. La propuesta está plagada de sensorialidad y la dupla actoral está en buen nivel para que eso se transmita, si bien todavía algunas de las marcaciones parecen tornarse en ocasiones reiterativas, más un gesto que una acumulación. Son problemas que se solucionan con pasadas. Precoz promete tener muchas de ellas. Lorena Vega consigue transmitir desde la dirección el efecto hipnótico que el texto tiene. Cuando los actores acumulan intensidad en los cuerpos sin que sus movimientos se vuelvan ilustrativos, la obra alcanza sus puntos más altos.
Precoz, con Tomás Wicz y Julieta Díaz
Dramaturgia: Ariana Harwicz. Adaptación: Juan Ignacio Fernández. Intérpretes: Julieta Díaz, Tomás Wicz. Música: Sebastián Schachtel. Escenografía: Rodrigo González Garillo. Vestuario: Julieta Harca. Iluminación: Ricardo Sica. Dirección: Lorena Vega. Teatro: Dumont 4040, Santos Dumont 4040. Funciones: Jueves y viernes, a las 20.30; sábados, a las 21. Duración: 80 minutos.
El sillón a un costado y las paredes falsas pueden llevar a pensar que se está ante la millonésima obra que transcurre en un living. Enseguida, el texto empieza a desplegarse y esa idea es destrozada. Entre los varios aciertos de Precoz, la novela breve de Ariana Harwicz adaptada con virtuosismo a las tablas por un dramaturgo de fuste como Juan Ignacio Fernández, está el texto. Una escena tras otra, las palabras se despliegan como mazazos que abren camino un torrente de imágenes a partir del recurso, artesanal, de dos actores que cuentan a público y con eso dan vida a la obra. La historia trata de una madre y de un hijo, de la búsqueda desesperada del amor al tiempo que se presentan en oposición a un mundo que no parece encontrar diques de contención contra el deseo que ellos traen y que los desborda por completo.
La escuela –el “liceo”, en esa manía un poco contemporánea de la literatura argentina de nacer ya internacional– los servicios sociales, la policía y, en definitiva, la naturaleza misma se enfrentan al abismo destructivo que la dupla entre madre e hijo quieren ofrecer y van cayendo. La propuesta está plagada de sensorialidad y la dupla actoral está en buen nivel para que eso se transmita, si bien todavía algunas de las marcaciones parecen tornarse en ocasiones reiterativas, más un gesto que una acumulación. Son problemas que se solucionan con pasadas. Precoz promete tener muchas de ellas. Lorena Vega consigue transmitir desde la dirección el efecto hipnótico que el texto tiene. Cuando los actores acumulan intensidad en los cuerpos sin que sus movimientos se vuelvan ilustrativos, la obra alcanza sus puntos más altos.
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