domingo, 27 de marzo de 2022

DIOS PROTEJA Y BENDIGA A UCRANIA


“Putin dice que vino a salvarnos a los rusohablantes, pero nos está matando”
La historia de Tatiana, quien escapó de Kiev junto a una de sus hijas, es el fiel reflejo de Ucrania como país multicultural y multiétnico; “toda mi vida hablé ruso, pero desde el 24 de febrero dejé de hablarlo”, dijo
Elisabetta Piqué
LVIV.– Nada nunca es blanco o negro. Y más aún en Ucrania, ex república soviética en el centro del escenario internacional, bajo agresión desde hace 27 días, donde hay una realidad histórica compleja, difícil de entender.
Se trata de un país multicultural y multiétnico, donde muchos hablan ruso, también polaco y húngaro, hay tártaros en Crimea –muchos, musulmanes–; donde la mayoría es cristiana ortodoxa, aunque también hay grecocatólicos, sobre todo en la parte occidental del país. Y se trata de una tierra en la que resulta cada vez más un error pensar que las poblaciones tradicionalmente rusohablantes están con Vladimir Putin, como confirma, también, la resistencia que los rusos encontraron en el este del país.
“Toda mi vida hablé ruso, pero desde el 24 de febrero dejé de hablarlo. Putin dice que vino a salvarnos a los rusófonos, pero nadie se lo pidió y nos está matando”, dice Tatiana, que escapó de Kiev junto a su hija, Anastasia, de 21 años, y cuya historia de vida refleja a la perfección la complejidad de esta guerra. Y que nada nunca es blanco y negro.
De 67 años y contadora de profesión, Tatiana contó a que, la nacion si bien no tiene nada de ucraniano en su sangre, se siente totalmente ucraniana y que, como todos en este momento, está convencida de que Ucrania, su patria, terminará ganando esta guerra “loca” lanzada por Putin contra los que supuestamente eran “hermanos”.
De padre ruso y madre griega, Tatiana nació en Donetsk, región del Donbass, en el sudeste de Ucrania, donde desde 2014 existe una autoproclamada república popular prorrusa, reconocida por Putin dos días antes de lanzar la invasión.
Tatiana vivió en Donetsk hasta los 23 años, cuando, después de obtener una licenciatura, se fue a trabajar a Crimea en una gran empresa soviética. Allí conoció a su marido y padre de tres hijos, que es armenio.
Allí también vivió durante 33 años, hasta que esta península estratégica –según cuenta, bellísima, con paisajes que los locales comparan con la “costiera amalfitana”– fue anexada por Putin, en 2014. Esto ocurrió después de la denominada rebelión de Euro Maidan, cuando los ucranianos derrocaron a un presidente títere de Putin y decidieron ser parte de la Europa democrática y liberal.
En 2017, Tatiana y familia se mudaron a Kiev, la capital ahora bajo asedio de la que se vieron obligadas a escapar hace dos semanas.
“En Lviv estuvimos en la casa de una amiga de mi hermana que nos hospedó y ahora decidimos irnos a lo de mi hermano, que vive una zona detrás de los Cárpatos, así ella está más tranquila”, dice su hija Anastasia, mostrando a California, su perra mezcla de border collie con otra raza, que lleva atada a una correa, en el hall de la estación de tren de esta ciudad.
Estudiante de inglés y español en la Universidad Nacional Taras Shevchenko (poeta, humanista, pintor ucraniano, fundador de la literatura moderna ucraniana), y con un gorro de lana verde, Anastasia cuenta que su hermana mayor, de 36 años, se quedó en Kiev y está trabajando como voluntaria, ayudando a repartir comida y medicamentos para quienes combaten contra los rusos. “Mi papá, en cambio, está bloqueado en Crimea, porque volvió a ver qué pasaba con una casa que tenemos allá y ya no puede salir”, relata.
Más allá de las imágenes de destrucción y muerte que llegan desde el este del país, Anastasia ostenta el mismo optimismo que se palpa en todos lados. “Espero celebrar en Kiev nuestra victoria y creo que todo va estar bien”, asegura, hablando en español. “No quiero ser refugiada dos veces”, agrega, recordando que ella ya debió irse de Crimea.
“Escapar a mi edad es un gran dolor, pero Putin está loco y es pura propaganda eso que dice que los que hablamos ruso somos discriminados en Ucrania: ¡toda mi vida hablé ruso y nadie me hizo nada!”, dice su madre. “No queremos que nadie nos salve, como dice Putin, nadie me pidió si yo quería ser salvada y no queremos que nadie nos defienda... ¿Defienda de qué? Es Putin quien está matando a ucranianos que quieren vivir en Ucrania”, denuncia, volviendo a confirmar que Putin se equivocó al pensar que sus soldados iban a ser recibidos con flores en las zonas rusohablantes.
Vistiendo un abrigo con capucha gris y zapatillas, Tatiana refleja esa resiliencia y energía inauditos de los ucranianos, que no se dan por vencidos porque creen que están del lado justo de la historia.
¿Cree que el presidente Volodimir Zelensky le cederá a Putin Crimea y el Donbass, como reclama, para que haya un alto el fuego? “No, nunca. Crimea y el Donbass son parte de Ucrania”, contesta Tatiana.
“¿Qué sentido tendría combatir como estamos haciendo, si después le cedemos Crimea y el Donbass?”, se pregunta. Y concluye: “Eso es nuestro y lo recuperaremos. Por favor, escríbalo, esto debe saberlo todo el mundo”.

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