Recuento superficial de una debacle memorable
Milagros AmondarayJared Leto y Anne Hathaway, en Wecrashed
(Estados unidos/2022). creadores: Lee Eisenberg y Drew Crevello, basada en el podcast Wecrashed: The Rise and Fall of Wework de David Brown. elenco: Jared Leto, Anne Hathaway, Kyle Marvin, America Ferrera, O.T. Fagbenle, Anthony Edwards. disponible en: Apple TV+.
Desde el reciente estreno de The Dropout (Star+) acerca de la exfundadora de Theranos, Elizabeth Holmes, hasta la inminente llegada de Super Pumped por Paramount+ sobre el nacimiento de Uber, las nuevas ficciones se están nutriendo del micromundo de los entrepreneurs y sus caídas en desgracia, con los matices de cada caso. Wecrashed, la flamante miniserie de Apple TV+ creada por Lee Eisenberg y Drew Crevello –cuyos primeros tres episodios ya están disponibles en la plataforma de streaming– se suma a la lista de alusivas al ascenso meteórico de una empresa emergente (las famosas startups) y su rápido descenso plagado de guerra de egos, litigios y una realidad insoslayable: ni el líder más carismático puede sostener durante mucho tiempo una fachada.
Basada en el podcast de David Brown, Wecrashed pone la lupa, inicialmente, sobre Adam Neumann (Jared Leto), un joven israelí decidido a convertirse en multimillonario, quien utiliza todo su arsenal de verborragia, tenacidad e ideas enrevesadas para conseguirlo, ya sea una prenda “revolucionaria” para un bebé o un zapato con taco desplegable. Sin embargo, según el planteo de la serie, no es hasta que Adam conoce a Rebekah (Anne Hathaway), una aspirante actriz que decide dar clases de yoga, que se le prende la lamparita. La joven, quien termina convirtiéndose en su esposa, le asegura que no tendrá éxito si no desarrolla un concepto ligado a su propia historia. Y así, Adam recuerda felizmente cuando vivía en un kibbutz y busca trasladar ese sentimiento al resto del mundo. ¿Cómo? Erigiéndose como un gigante del coworking.
Wecrashed muestra en sus primeros episodios cómo Adam forma sociedad con Miguel Mckelvey (Kyle Marvin), con quien funda Wework, una empresa que ofrecía espacios enormes que se terminaron expandiendo a numerosas ciudades, ideales para que otros empresarios pudieran reunirse en un escenario descontracturado. El “We” [“Nosotros”] del Wework no fue una elección casual. Neumann buscaba despegar a su criatura de otras startups (si bien acá no estamos hablando de un “unicornio” de Silicon Valley, las similitudes están) al aludir en sus grandilocuentes discursos a cómo Wework era, ante todo, un movimiento, con una comunidad que se reunía para celebrar la rutina laboral mientras abundaban las fiestas, el alcohol, y la eventual resaca.
En sus inicios, la empresa descansaba en ese espíritu jovial y en su target millennial, y en cierta forma se aprovechaba de lo que generaba su appeal en los jóvenes que daban sus primeros pasos en el mercado laboral y que se sentían honrados de formar parte del staff de Neumann. Con el tiempo, la fachada empieza a caer junto con la reputación de una empresa que se vendía como algo que no era (en raras ocasiones su creador se ceñía a destacar su innovación desde el punto de vista inmobiliario sino que hablaba de una revolución que no era tal), como quedó demostrado cuando salió a la Bolsa y su valor cayó estrepitosamente, con su CEO siendo apartado de su rol en medio de deudas millonarias y críticas por el modo en que manejaba sus negocios.
La serie cuenta con dos duplas de directores más que atractivas como las de Glenn Ficarra-john Requa (Focus), y la de Shari Springer Berman-robert Pulcini (American Splendor), por lo que no escatima en algunas secuencias brillantes, especialmente en el episodio que retrata lo que sucede en un día de festival organizado por la empresa donde convergen diferentes tópicos que luego se exprimen en demasía. Desde el papel que cumple Rebekah, una mujer muy interesante cuyo pasado familiar incide directamente en su contribución a Wework y a la vida de su esposo, al descontrol suscitado en la empresa y el machismo imperante denunciado por sus empleadas (la empresa recibió demandas de toda clase, ya sea por discriminación etaria como por episodios de acoso laboral).
De este modo, a medida que Wecrashed avanza, va quedando claro que las ocho horas de duración no solo son excesivas sino que además resultan desperdiciadas en trivialidades cuando se podría haber profundizado en los personajes secundarios, aspecto en el que sí triunfa The Dropout, a pesar de tener a una figura protagónica fascinante que podría haberse devorado todo a su paso. Esa banalidad ocasional no favorece a una miniserie que se muestra más cómoda en el humor, género que tanto Leto como Hathaway dominan sin problemas cuando la ficción les da espacio para hacerlo.
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