Asado para un halcón: a la caza de las cuentas de argentinos en EE.UU. y los dólares para evitar el estallido
Massa necesita más divisas para llegar a 2023 sin que la economía sufra un cimbronazo
Francisco Jueguen
Massa va a la caza de los dólares en EE.UU
En busca de resistir, los dólares son su obsesión. Bajo esa necesidad se comprende la profundización del alineamiento geopolítico del Ministro de Economía. Sergio Massa recibió el martes a la noche en un quincho de Rincón de Milberg, cerca de su casa, al senador demócrata Bob Menendez.
No se trata de cualquier político estadounidense. El hombre nacido en New Jersey es uno de los referentes más poderosos del congreso y el presidente del Comité de Relaciones Exteriores. Es además un halcón en la mesa de legisladores cubanos y crítico feroz de los regímenes de Venezuela, Cuba y Nicaragua, a los que suele alentar el kirchnerismo.
Para alarma del presidente Alberto Fernández, Menendez es extremadamente cercano a Mauricio Claver-Carone, ex titular del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) hasta hace días. En una entrevista con LA NACION, Claver Carone defenestró a Fernández y dijo que está interesado en el banco solo para buscarle trabajo a su tropa. “La Argentina ha buscado exportar el canibalismo político”, denunció.
Menendez ejerce poder, incluso, sobre la Casa Blanca de Joe Biden. Varios en EE.UU. recuerdan que cruzó amenazas con el presidente si se invitaba a la última Cumbre de las Americas a representantes de Cuba, Nicaragua y Venezuela.
Massa le hizo un gran asado. Intercambiaron presentes. Menendez y su delegación (los senadores Rob Portman, Richard Burr y Ben Sasse) le regalaron un plato de cristal. Massa, le ofreció una escultura metálica de bailarines de tango. El tigrense invitó a Menendez y su esposa a aprender el baile. Hubo charla casual, como cuando Menendez relató su paso por Galápagos debido a cuestiones ambientales. Luego se fue al grano: los dólares.
“Eso va mucho mejor de lo que muchos creen”, dicen en el quinto piso del Ministerio de Economía sobre el intercambio de información financiera automática que Massa quiere tener listo lo antes posible. Busca tener acceso a los datos de cuentas no declaradas de argentinos en los EE.UU. por alrededor de US$86.000 millones. Una fuente cercana a Massa, que señaló que los acuerdos técnicos con el IRS y el Tesoro ya concluyeron, habló de noviembre como mes tentativo para que llegue la autorización política de la Casa Blanca. se pudo verificar que efectivamente las negociaciones están avanzando.
Pero la obsesión con los dólares va más allá del encuentro con Menendez, con quien además se habló del BID y del Fondo Monetario Internacional (FMI). En esa intersección, se menciona que las acciones de Ilan Goldfajn –director del Departamento del Hemisferio Occidental del Fondo– para ocupar la silla que dejó vacía Claver-Carone dependerá de la performance de Jair Bolsonaro.
Para sumar dólares, Massa espera más fondos del BID, el Banco Mundial y la CAF antes de fin de año. Sería unos US$2250 millones. Buscará acelerar las exportaciones de manufacturas de origen industrial lanzando en los próximos días un programa de crédito para la promoción de exportaciones y seguirá ajustando los permisos de importación (SIRA). “Un monotributista pidió dólares para un avión”, denuncian. Claro, que la escasez de SIRA ya afecta la producción y despierta quejas de sectores productivos.
Un almuerzo con la silla eléctrica
Massa almorzó por más de dos horas y media con 30 empresarios de la Cámara de Comercio. Estaban el presidente, Mario Grinman, Eduardo Eurnekian, Jorge Aufiero, Alberto Grimoldi, Hernán Dietrich, entre otros. Grinman recibió al ministro con una broma en su oficina. “Tenía el morbo de ver el semblante de una persona que lleva 180 días en la silla eléctrica”, soltó el empresario al ministro de Economía. Más tarde, el propio Massa reconocería que el Congreso, en comparación con el Palacio de Hacienda, “es un spa”.
Ya con los demás comensales, campechano y hábil, como siempre, Massa dio una señal de su objetivo económico. Usó una metáfora automovilística, a lo Hernán Lacunza. “El 10 de diciembre del año que viene pretendo meter el auto en el garage y que tenga el menor daño posible”, dijo. Difícil pensar que esa frase contenga un plan de estabilización, cuyos costos quedarían para la próxima gestión. Probablemente, sin saberlo, en el Ministerio de Economía también hacen apología de Martín Guzmán. “Los que presentaron powerpoints con metas fracasaron. Vendieron planes que anticiparon a los diarios y que no se vieron en la realidad”, explican. Dicen, sin embargo, que Massa tiene metas, pero son internas. “Hablamos desde lo hecho”, agregan.
Massa tiene dos preocupaciones grandes: la guerra, que provocará una recesión global, y mantendrá elevados la inflación y los precios de la energía (podría volver a restar dólares al país), y los precios internos, pero, sobre todo, su impacto en los bolsillos y el consumo. Después de las reuniones que mantuvo la semana pasada el secretario de Comercio, Matías Tombolini, con empresas de consumo masivo en las que ofreció tipos de cambio diferenciales y flexibilidad para importar a quienes se sumaran a un congelamiento no hubo más contactos. Silencio. También está verde un posible acuerdo con la industria textil tras las amenazas del ministro de abrir importaciones por el precio de la ropa. Son pedidos, como el que involucró a las prepagas, que hizo la vicepresidenta Cristina Kirchner.
“Vengo a votar el presupuesto de Sergio”, cuentan en Economía que Máximo Kirchner dijo a un hombre cercano al Presidente como prueba de que la relación con el diputado y con su madre, la vicepresidenta, está intacta. Massa sigue hablando con Cristina de geopolítica y la dinámica de la económica local. “Con frecuencia”, dicen. Lo cierto es que Máximo Kirchner no quiso dar quórum y que las estrategias de diferenciación del kirchnerismo en el Gobierno con la Casa Rosada rayan cada vez más el auto que le toca conducir al ministro de Economía.
Justamente, la CAC, volvió a hablar de la desconfianza que generan las peleas políticas y de la necesidad de consensos. De hecho, el G6 hará un nuevo intento de instalar el tema con un pasaje de avión para el ex presidente español Felipe Gonzaléz para hablar de los consensos.
Massa volvió a decir que no quiere ser candidato en 2023. Ventiló la infidencia de que su mujer, Malena Galmarini, no desea volver a vivir la experiencia de otra campaña. Con la CAC, se habló de la corrupción en la política y Massa retrucó con la que existe entre los hombres de negocio. Puso en la mesa las importaciones vía cautelares con la que se trajo al país un Maserati. Son los latiguillos que usa el Gobierno para cuestionar moralmente los incentivos que genera la brecha cambiaria, hija de la política económica.
Por lo bajo, Massa cree que no hay que anticiparse. “Candidato de hoy es un fiambre de mañana”, suele decir sobre las PASO citando el avance de Patricia Bullrich sobre Horacio Rodríguez Larreta. Cree que los antisistema avanzarán por la desilusión de varias generaciones. Por eso, su sueño no es refundacional. Quiere que el auto llegue lo menos abollado posible y para eso necesita dólares.
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