LA EDAD MÁS FELIZ.
¿Cuál es la mejor etapa de la vida según estudios de Harvard?
— por Laura Reina.El inicio de la juventud y el de la vejez son los momentos más plenos para muchas personas
“Estoy más activa que nunca, con miles de proyectos laborales y personales. Creo que estoy transitando uno de los mejores momentos de mi vida, aunque si me hubieran dicho hace algunos años que iba a ser así, no lo hubiera creído”, se entusiasma Marta Carranza, 61 años, artista plástica, amante de la música y de los viajes .
Suele decirse que no hay edad para ser feliz. Pero lo que hay, según la ciencia y diversos estudios internacionales, son edades en las que se vive mejor, por diversos factores. Y eso, para varios, puede parecerse a la felicidad... Algunos lo miden con precisión y sostienen que es a los 23 y a los 69 años cuando se alcanza el momento de mayor plenitud. Otros hablan de décadas: la que va de los 20 a los 30, y la que se inicia a los 60 y se extiende hasta los 70. Para la mayoría de los investigadores, el principio de la juventud y el principio de la vejez son los dos momentos vitales en los que la gente se siente más feliz consigo misma. En este sentido, la investigación más larga sobre la felicidad en todo el mundo la llevó a cabo la Universidad de Harvard, Estados Unidos, durante 85 años. Comenzó en 1938 con 700 adolescentes que fueron observados y acompañados por distintos investigadores (en total hubo cuatro directores del estudio) a lo largo de sus vidas. Con el tiempo, la investigación se fue ampliando a parejas y descendientes de esos primeros participantes.
La principal conclusión del estudio fue que a partir de los 60 años la gente es más feliz. “El cerebro da más valor a lo positivo que a lo negativo y prioriza lo que nos alegra en un período en el que aún quedan cosas por aprender y desarrollar. Somos emocionalmente más sabios y esa sabiduría nos hace florecer”, explicó el psiquiatra Robert Waldinger, el último director del estudio y autor del libro Una buena vida, donde volcó gran parte de la investigación.
El investigador asegura que una vez alcanzada esa edad, “nos quitamos obligaciones de encima, amistades que no nos hacen felices o reuniones que no nos gustan”. Marta lo confirma: “Yo antes era como Roberto Carlos: decía que tenía un millón de amigos –bromea–. Hoy tengo 3 amigas que son lo mejor que me ha dado la vida, además de mis hijos. Con ellas comparto salidas, viajes... Hemos ido a bodegas, a recitales, al Colón. Con los años, me di cuenta de que hay que soltar a la gente que no te hace bien y quedarte solo con los que valen la pena”, analiza.
El ciclo de la U
La London School of Economics también estableció una manera de ilustrar el camino de la felicidad a lo largo de la vida con la letra U. Los dos puntos más altos son los 23 y 69 años, y los más bajos, los 40 y 50.
Esta investigación sostiene que la gente que transita los 20 tiende a ser más optimista o subestima problemas habituales como, por ejemplo, la probabilidad de divorciarse o no tener trabajo. “En la adolescencia no la pasé bien y el contraste con esta época, en mi caso, es enorme –plantea Victoria G., de 24 años–. Vivo sola en un departamento que es de mi papá, así que no tengo que pagar alquiler. También viajo mucho porque salvo el trabajo, que me dan la posibilidad de hacerlo remoto, no tengo ataduras. Para mí es la mejor edad: soy independiente, hago lo que me gusta, me anoto en cursos que me interesan, ¡y no tengo que darle explicaciones a nadie!”
Luego, de los 30 a los 60, y especialmente en las décadas intermedias de los 40 y 50, la sensación de felicidad empieza a decrecer progresivamente. Son las llamadas “décadas críticas” que coinciden con la crianza de los hijos, el cuidado de los padres mayores y la necesidad de trabajar de manera intensa para sostener económicamente estructuras como hogares, colegios o universidades. Estos “frentes” hacen que la vida en pareja empiece a resquebrajarse: estadísticamente, es la etapa en la que más divorcios se producen en todo el mundo.
“La época que transcurre entre los 40 y 50 años suele ser la peor (forma la parte baja de la U), una etapa que coincide con la crisis de la mediana edad y en la que sentimos un profundo malestar por las aspiraciones no satisfechas, así como poca ilusión en el futuro. Pero la mediana edad nos trae un nuevo sentido de realismo, y a finales de los 50 conseguimos equilibrar nuestras expectativas con nuestro bienestar. Entonces, nuestra satisfacción con la vida aumenta hasta los 75 años, cuando las expectativas vuelven a disminuir”, describe la investigación de Londres.
“Mis 40 los recuerdo con bastante tristeza: me separé, mi papá murió y mi mamá quedó sola, con una depresión. También me acuerdo de estar yendo de un lado para el otro, lidiando con el trabajo, las actividades de mis hijos, las consultas médicas de mi padre y discusiones con mis hermanos por este tema. Obvio que hubo momentos felices, pero en general fueron años oscuros –plantea Marta–. Hoy es otra historia, me siento plena y rodeada de gente que me quiere”.
Robert Waldinger psiquiatra a cargo de una investigación sobre felicidad de la universidad de harvard
“la gente es más feliz a partir de los 60 años, cuando nos quitamos obligaciones de encima y vínculos o amistades que no nos gustan”
Marta Carranza artista plástica de 61 años
“Mis 40 los recuerdo con bastante tristeza: me separé, mi papá murió, mi mamá se quedó sola con una depresión”
Daniel Omar Antar psicoanalista
“los procesos de maduración del individuo conducen, si todo marcha bien, a un estado de felicidad perdurable”
Cómo se determina
Pero, ¿la edad es realmente un factor clave para determinar la felicidad? La mayoría de los consultados sostienen que no existe una correspondencia absoluta, aunque en muchos casos hay ciertos parámetros que ayudan. Daniel Omar Antar, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) y de la International Psychoanalytical Association, publicó en 2020 el libro Acerca de la felicidad. Del placer al bienestar en el que menciona la “felicidad estado” y la “felicidad estructura”. “La primera remite al placer eventual que reportan las satisfacciones inmediatas –sostiene–. En cambio, la segunda, se refiere a una condición estable de la organización anímica, cuyo núcleo es la satisfacción articulada al sentido. Son los procesos de maduración del individuo los que conducen progresivamente, si todo marcha bien, a una ganancia de capacidad para esta sensación de felicidad perdurable, que es complementaria y no opuesta a la felicidad estado, propia de cualquier fase evolutiva”. Por lo tanto, el bienestar, para Antar, es un estado a ganar en la medida que crecemos y afianzamos nuestros recursos emocionales.
Para la psicóloga Beatriz Goldberg, autora de Nunca es tarde, cómo recalcular tu vida a cualquier edad, “está comprobado que cuando hay vínculos saludables, contacto, uno es más feliz. Y muchos de esos vínculos la gente grande los valora más. La edad en sí no influye, es la actitud positiva y proactiva, la inteligencia emocional es lo que mantiene a la gente feliz. Es un camino que se va construyendo poco a poco”.
Goldberg plantea que la llamada “generación sándwich” (entre los 40 y 50) es, a priori, la más crítica y menos benévola consigo misma, y eso impide que pueda sentirse plena: “La insatisfacción está porque se ve lo que no se hizo o se logró. Recae mucho sobre la mujer, sobre todo, por su rol de cuidadora de hijos y padres. Y en muchos casos se suman los nietos, o sea, hay 4 generaciones conviviendo y a veces, depende cómo la persona tome esa demanda, puede eclosionar”, sostiene Goldberg.
Antar coincide en que a la edad promedio de los 45 años se presenta, en su consulta, como la más crítica: “A la persona ‘le cae la ficha’ de que está entrando –como en el fútbol– en un segundo tiempo con alargue indeterminado.” Sin embargo, el especialista de APA dice que, bien elaboradas, “estas ansiedades son una oportunidad de resignificación de lo vivido y de establecimiento de proyectos plausibles” que pueden ayudar a construir el estado de bienestar a futuro.
“Estas aspiraciones insatisfechas que sentimos cuando hacemos un balance de nuestra vida, las vamos abandonando con los años –dice el estudio de The London School of Economics– por lo que las personas mayores pueden sentir menos pesar por los objetivos no cumplidos”.
Hay ciertos elementos comunes entre las personas que se autoperciben felices, una especie de hilo invisible que las une: “ser feliz” no es no tener problemas, sino, más bien, tenerlos y mostrar capacidad para superarlos. “En primer lugar, diría que son personas que tienen una disposición lúdica frente a la vida –plantea Antar–. En segundo lugar, son tendientes a la alegría, pese a los obstáculos y avatares de nuestra existencia. Son los que habitualmente reparan en el lado lleno del vaso sin negar el lado vacío. Pero fundamentalmente, son capaces de desarrollar la creatividad”.
Para Goldberg, los proyectos son clave: “Cuando se tiene algo para hacer, un objetivo, aunque sea mínimo, la persona se siente feliz”.
Muchas de estas recetas, Marta las puso en práctica. “¿La clave para ser feliz? Ser indulgente con uno mismo, elegir bien las amistades, viajar, hacer lo que te gusta y no perder la curiosidad. Es más simple de lo que se cree”, concluye
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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