El bebé de probeta que alumbró un debate moral
Hace 40 años nacía Louise Joy Brown, primer caso de fertilización in vitro en el mundo y objeto de dilemas científicos y religiosos que perduran hasta hoy
De hecho, la mayoría de las religiones principales han llegado a tolerar –e incluso a abrirle los brazos– a la FIv, que originalmente era vista con la misma alarma. Sin embargo, y a pesar de que el procedimiento es cada
Eesther Friedman sostiene con ambas manos el libro de los Salmos mientras por encima de los anteojos vigila el monitor del laboratorio de fertilidad. Hay ocho óvulos redondos y hermosos que le fueron extraídos esta mañana a una mujer joven.
“un buen número”, dice Esther, mientras asiente con la cabeza.
Un técnico toma un tubo largo de vidrio, lo llena con esperma y a los pocos minutos los óvulos ya están fecundados. Se acaban de concebir ocho potenciales vidas nuevas.
Esther –una observadora rabínica judía ortodoxa contratada por los futuros padres– da un paso atrás, baja los ojos y empieza a rezar.
Se cumplen cuarenta años desde que nació el primer “bebé de probeta” del mundo, en un hospital de la ciudad industrial de oldham, en el reino unido, anunciando un cambio radical en cuanto a la creación de la vida humana. Hasta que llegó louise Joy brown, los padres esperanzados siempre habían estado a merced del destino, y un matrimonio estéril podía llegar a vivirse como un castigo de Dios.
A partir de entonces, como lo expresó uno de los médicos que estuvieron involucrados en el nacimiento de Joy, parecería que el asunto pasó a estar a cargo de la ciencia y no de Dios.
Desde ese día, la fertilización in vitro,o
FIv, y las tecnologías relacionadas han producido aproximadamente siete millones de bebés, que de otro modo no hubieran existido jamás –algo así como toda la población de París, nairobi y kyoto juntas– y las clínicas de fertilidad de todo el planeta han visto florecer un negocio de 17.000 millones de dólares.
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Para los teólogos del mundo entero, los procedimientos empleados hicieron que se magnificaran algunos interrogantes profundos: ¿cuándo empieza la vida? Si empieza en el momento de la concepción, ¿no es un pecado destruir un óvulo fecundado? ¿Qué es lo que define a un padre? ¿la madre es la mujer que dona el óvulo o la que da a luz al bebé? ¿Qué es lo que define a un matrimonio? Si el esperma de un hombre fecunda un óvulo de una mujer que no es su esposa, ¿constituye adulterio?
Rápidamente, los dilemas morales se fueron volviendo cada vez más complejos. en la actualidad, los investigadores trabajan para avanzar en la creación de herramientas de edición genética que les permitirán a los padres “corregir” ciertas características o elegir las que prefieran; en la construcción de vientres artificiales que sean capaces de incubar a los fetos fuera del cuerpo durante los nueve meses de gestación, y en el perfeccionamiento de las técnicas para la producción de “bebés de tres padres”, que compartan el material genético de más de dos personas.
Los riesgos, tanto científicos como morales, son enormes, sobre todo en el caso de la edición genética, que se podría usar para producir bebés con velocidad, inteligencia y capacidad visual sobrehumanas. los efectos indeseados podrían redundar en cambios fundamentales no solo del cuerpo, sino también de la naturaleza humana.
Algunos líderes religiosos ya han objetado el empleo de la edición genética de los embriones o de cualquier otro procedimiento que pueda afectar a las generaciones futuras, argumentando que el genoma humano es sagrado y que al editarlo se viola el plan de Dios para la humanidad. las academias nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina de los estados unidos han invitado a los críticos de la tecnología para debatir, y el
En la lista de invitados figuró el genetista de Harvard George Church, quien colaboró en el lanzamiento del Proyecto Genoma Humano para cartografiar el aDn y hoy forma parte de un equipo que en 2016 dio a conocer sus intenciones de usar la herramienta de edición genética Crispr para crear genomas humanos sintéticos con fines de investigación médica. Church cree que tarde o temprano los críticos de la comunidad religiosa van a llegar a aceptar la tecnología de edición genética, así como los líderes religiosos terminaron por adaptarse a los descubrimientos de Galileo, Copérnico y Darwin.
“en la biblia dice que nos fue concedido el dominio sobre la Tierra”, afirma Church. “Inventar tecnologías cada vez más avanzadas es casi un elemento clave de la naturaleza humana”.
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Asombro y sospecha
Los 7600 millones de personas que habitan el mundo practican un número estimado de 4200 religiones, cada una de ellas con distintas ideas acerca del alma y del destino humano. De manera que el 25 de julio de 1978, cuando los científicos británicos Patrick Steptoe y robert edwards ayudaron a producir el primer bebé por FIv, el acontecimiento fue observado a través del poderoso filtro del asombro y la sospecha.
Los informes de los diarios y de la televisión reconocieron que el nacimiento de un niño concebido in vitro –lo que literalmente significa “en vidrio”– constituía un hito en la historia de la humanidad comparable con la caminata en la luna de neil armstrong. en londres, las noticias de la noche declararon a la pequeña louise brown, de 2,700 kg, una “superbeba”. la revista Newsweek asimiló su nacimiento a la “primera venida”. y The New York Daily
News se escandalizó: “el nacimiento de probeta: ¿un acontecimiento bendito?”.
Algunos líderes religiosos –sobre todo, los católicos– expresaron sus profundas reservas y preocupación porque el nacimiento era antinatural, inmoral y posiblemente peligroso. algunos se preguntaban si los niños nacidos por FIv podrían resultar sobrehumanos o excepcionalmente frágiles, o estar plagados de defectos imprevisibles derivados del proceso.
Los padres de louise, que habían pasado nueve años tratando de concebir, lo que veían era una intervención divina.
“louise es, de verdad, un regalo de Dios”, les dijo lesley brown entre lágrimas a los periodistas. y su marido, John, agregó: “no soy un hombre religioso, pero le agradezco a Dios haber podido estar ahí para escuchar cuando nuestra hijita lloró por primera vez”.
Steptoe hizo hincapié en lo mundano de la ciencia y argumentó que él no era el doctor Frankenstein ni tampoco un mago.
“no hicimos nada más que lo que mucha gente trata de hacer en cualquier clase de medicina: ayudar a la naturaleza”, afirmó Steptoe. “nos encontramos con que la naturaleza no podía unir un óvulo y un espermatozoide, así que lo hicimos nosotros”.
Algunos líderes religiosos -sobre todo, los católicosexpresaron sus profundas dudas y preocupación porque el nacimiento era antinatural, inmoral y posiblemente peligroso
Edwards, que en 2010 recibió el Premio Nobel de Medicina por el descubrimiento, fue más directo a la hora de provocar a los críticos de la comunidad religiosa. En una entrevista que concedió en 2003 -rara vez lo hacía- le dijo al London Times que los experimentos habían sido “sobre algo más que infertilidad”.
Según Edwards, “quería descubrir quién estaba a cargo, si era Dios en persona o si eran los científicos del laboratorio”.
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Y confió en la respuesta: “Éramos nosotros”.
Enseguida, numerosos equipos de investigación salieron a reproducir el descubrimiento. En 1980 nació Candice Reed, la primera beba FIV de Australia, seguida en 1981 por Elizabeth Jordan Carr, la primera norteamericana.
En aquellos primeros años, los eruditos de las principales religiones del mundo expresaron su incomodidad en relación con la FIV. Algunas comunidades religiosas fueron rápidas en aceptar la reproducción asistida, incluyendo a las tradiciones hindú, budista y protestante. Por el contrario, en otros lugares, a muchas parejas se las dejó esperando alguna señal de los líderes religiosos.
Gad El-Haq Ali Gad El-Haq, el gran imán de Egipto, estuvo entre los primeros líderes musulmanes en adoptar una posición clara. En 1980, emitió una fatwa –o reglamentación– que permitía la FIV y procedimientos similares, siempre y cuando los que se sometieran a ellos fueran marido y mujer y no se involucraran los óvulos ni los espermatozoides de terceras partes.
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El gran imán comparaba la esterilidad con una enfermedad y, teniendo en cuenta que el profeta Muhammad había hablado de la necesidad de buscar remedio a las enfermedades, concluyó que la FIV era admisible como cura.
Si un “médico de confianza recomienda la fertilización in vitro y se hace responsable de su conveniencia, entonces es admisible y obligatoria como tratamiento para una mujer que tenga dificultades para lograr el embarazo”, escribió El-Haq, según la traducción publicada por Marcia Inhorn, una antropóloga médica de Yale.
El ayatollah Ali Khamenei, de Irán, se pronunció casi dos décadas más tarde, levantando las restricciones para sus seguidores musulmanes chiitas. Por ejemplo, a los hombres les estaba permitido comprometerse con las donantes de óvulos en un matrimonio mut’a –una unión temporal– para poder sacar partido de los avances tecnológicos sin tener que sufrir la mancha del adulterio.
Hoy en día, en el mundo musulmán, la FIV es una intervención ampliamente aceptada y la fatwa de El-Haq se exhibe en un lugar destacado de las paredes de muchas clínicas.
El Vaticano, en cambio, ve las cosas de una manera distinta. Cuando nació Louise Brown, el cardenal Albino Luciani, que pronto se convertiría en el papa Juan Pablo I, felicitó a los padres y les deseó que la beba tuviera una vida larga y bendita. También expresó que la FIV despertaba muchos interrogantes que iban a requerir una respuesta moral más profunda.
Nueve años después, en 1987, la iglesia emitió el Donum Vitae (el Don de la Vida), un documento de instrucción sobre asuntos biomédicos que ha devenido la doctrina católica definitiva en cuanto a la FIV. En él, la Iglesia divide los tratamientos de fertilidad en dos categorías: los que ayudan a lograr el embarazo a través de la relación sexual –las drogas para estimular la fertilidad, los calendarios de ovulación y las cirugías para eliminar las obstrucciones– son morales. Y los que reemplazan el sexo por la tecnología, incluyendo la FIV y la inseminación artificial, son inmorales.
Esta división refleja el punto de vista de la Iglesia, que considera que la expresión física del amor dentro del matrimonio es sagrada y que solo el sexo puede producir un hijo que será amado incondicionalmente como una persona independiente de los deseos y la voluntad de sus padres.
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Las técnicas como la FIV terminan por “producir” un hijo en un laboratorio, donde los padres están completamente ausentes.
“El nacimiento de un bebé siempre es un motivo de alegría. Sin embargo, la pregunta era ¿qué hicieron para haber llegado hasta ahí, y eso qué significaba?”, dice Richard Doerflinger, un experto que recientemente se retiró de la Conferencia de los Obispos Católicos de los Estados Unidos, donde sirvió durante 36 años como enlace del congreso en bioética. La otra objeción primaria con respecto a la FIV tiene que ver con el tratamiento de los óvulos fecundados como “productos” de mercado, así como con su rutina de creación y destrucción. La Iglesia enseña que la vida comienza en el momento de la concepción y condena la destrucción de los embriones como un mal comparable al aborto y a la eutanasia.
A pesar de su liberalismo en algunos asuntos, el papa Francisco ha mantenido invariable su posición respecto de este tema.
“Estamos viviendo un tiempo en el que se experimenta con la vida. Y se experimenta mal”, dijo el Papa en 2014, poco después de haber sido elegido para desempeñar su cargo. “Como dije, se hacen hijos en lugar de acogerlos como un don. Jugando con la vida. Tengan cuidado, que esto es un pecado contra el Creador”.
De un modo similar a lo que ocurre con las enseñanzas de la Iglesia sobre anticoncepción, en los Estados Unidos la orientación acerca de la FIV ha quedado desfasada respecto de la opinión pública. En 2013, el Pew Research Center descubrió que, aunque los estadounidenses están divididos en cuanto a la moralidad del aborto, casi el 80 por ciento de los adultos del país consideran que la FIV es moralmente aceptable o no lo consideran un asunto moral en absoluto, conclusión que se mantiene sin distinción de género, filiación política ni religión.
John Grabowski, director de Teología Moral de la Universidad Católica, admite que hay “una desconexión entre las doctrinas de la iglesia y la práctica de los católicos”. En las entrevistas, las parejas católicas que se sometieron a la FIV dicen haber sentido que se trató de un alumbramiento exitoso y que han sido bendecidas por Dios o que fue lo que estaba destinado a ser.
Aun así, muchos católicos continúan preocupados por la destrucción de los embriones. Ariannet Vanas, de Boston, había tratado de sacarse de la cabeza la idea de la FIV porque sabía que el Vaticano la desaprobaba. Pero, según ella, después llegó a la conclusión de que Dios “no nos iba a juzgar porque deseáramos ser una familia”.
Hace seis años, después de que nacieron sus mellizos, los médicos le dijeron a Ariannet, de 39 años, que ya no iba a poder llevar adelante otro embarazo. Así que hizo sacar de crioalmacenamiento los tubos de ensayo que contenían los embriones que no habían sido implantados y los dispuso junto a las fotos de sus abuelos y otros parientes fallecidos. “Era como si nos pesara”, dice Ariannet, “el viaje que hacía falta”.
“El nacimiento de un bebé siempre es un motivo de alegría. Sin embargo, la pregunta era ¿qué hicieron para haber llegado hasta ahí, y eso qué significaba?”, dice Richard Doerflinger, un experto que recientemente se retiró de la Conferencia de los Obispos Católicos de los Estados Unidos, donde sirvió durante 36 años como enlace del congreso en bioética. La otra objeción primaria con respecto a la FIV tiene que ver con el tratamiento de los óvulos fecundados como “productos” de mercado, así como con su rutina de creación y destrucción. La Iglesia enseña que la vida comienza en el momento de la concepción y condena la destrucción de los embriones como un mal comparable al aborto y a la eutanasia.
A pesar de su liberalismo en algunos asuntos, el papa Francisco ha mantenido invariable su posición respecto de este tema.
“Estamos viviendo un tiempo en el que se experimenta con la vida. Y se experimenta mal”, dijo el Papa en 2014, poco después de haber sido elegido para desempeñar su cargo. “Como dije, se hacen hijos en lugar de acogerlos como un don. Jugando con la vida. Tengan cuidado, que esto es un pecado contra el Creador”.
De un modo similar a lo que ocurre con las enseñanzas de la Iglesia sobre anticoncepción, en los Estados Unidos la orientación acerca de la FIV ha quedado desfasada respecto de la opinión pública. En 2013, el Pew Research Center descubrió que, aunque los estadounidenses están divididos en cuanto a la moralidad del aborto, casi el 80 por ciento de los adultos del país consideran que la FIV es moralmente aceptable o no lo consideran un asunto moral en absoluto, conclusión que se mantiene sin distinción de género, filiación política ni religión.
John Grabowski, director de Teología Moral de la Universidad Católica, admite que hay “una desconexión entre las doctrinas de la iglesia y la práctica de los católicos”. En las entrevistas, las parejas católicas que se sometieron a la FIV dicen haber sentido que se trató de un alumbramiento exitoso y que han sido bendecidas por Dios o que fue lo que estaba destinado a ser.
Aun así, muchos católicos continúan preocupados por la destrucción de los embriones. Ariannet Vanas, de Boston, había tratado de sacarse de la cabeza la idea de la FIV porque sabía que el Vaticano la desaprobaba. Pero, según ella, después llegó a la conclusión de que Dios “no nos iba a juzgar porque deseáramos ser una familia”.
Hace seis años, después de que nacieron sus mellizos, los médicos le dijeron a Ariannet, de 39 años, que ya no iba a poder llevar adelante otro embarazo. Así que hizo sacar de crioalmacenamiento los tubos de ensayo que contenían los embriones que no habían sido implantados y los dispuso junto a las fotos de sus abuelos y otros parientes fallecidos. “Era como si nos pesara”, dice Ariannet, “el viaje que hacía falta”.
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Algunas de las primeras obras académicas de los estudiosos judíos acerca de la FIV también fueron negativas. El rabino Yehuda Waldenberg, una de las autoridades más importantes de su generación en lo que hace a asuntos médicos, escribió que un bebé producido a través de ese procedimiento no tiene ninguna relación con sus padres biológicos. El rabino Moses Feinstein, conocido por sus obras acerca de los problemas de la mujer, planteó interrogantes con respecto al desperdicio de la “simiente”. A medida que se fue alcanzando una mayor comprensión del procedimiento, las actitudes empezaron a cambiar. Y desde que, de acuerdo con algunas interpretaciones de las escrituras judías, se sostiene que el alma no ingresa en el embrión sino hasta 40 días después de la concepción, los embriones que no se utilizan ya no despiertan los mismos conflictos morales. Muchos líderes judíos comenzaron a alentar activamente la reproducción asistida, al verla como una forma de atender al mandato de Dios de “fructificad y multiplicao
Así y todo, las preocupaciones técnicas se mantienen: ¿los óvulos de una mujer se podrían unir con los espermatozoides del hombre equivocado? La solución fueron los observadores rabínicos, como Esther Friedman, que supervisan las clínicas de fertilidad para asegurarse de que se ciñan a la ley judía y de que no haya ninguna duda acerca del linaje del bebé.
La idea tuvo su origen en Israel, donde la FIV es cubierta de manera universal por el seguro nacional de salud. Al trabajar con Esther Friedman y el rabino Avrohom Friedlander, la clínica Génesis de fertilidad y medicina reproductiva, de Brooklyn, se ubica entre los primeros centros de los Estados Unidos en adoptar la práctica de afrontar las necesidades de su gran población de pacientes ortodoxos y jasídicos.
“Las parejas religiosas que atraviesan un problema de infertilidad, sin importar de qué religión sean, sufren porque lo sienten como un castigo divino”, dice Richard Grazi, el fundador de la clínica. “Y eso hace que todo sea más dramático y doloroso”.
Monitorear la FIV es similar en intensidad a certificar restaurantes kosher, dice Friedlander: los observadores religiosos tienen las llaves de los criotanques en los que se almacenan los óvulos congelados, los espermatozoides y los embriones, y tienen que estar presentes cada vez que los técnicos del laboratorio necesitan manipular el material genético. Ellos verifican los rótulos y se aseguran de que se utilicen superficies separadas –y a veces equipos distintos– para evitar que se produzcan confusiones.
![Resultado de imagen para RABINO Friedlander.](https://static.torontopubliclibrary.ca/da/images/MC/tspa_0021814f.jpg)
Según Friedlander, por más que los protocolos de la industria para asegurar la integridad del proceso de FIV sean muchos, “los rabinos están más cómodos teniendo una presencia divina” en el laboratorio.
“Cuando se trata con la creación de Dios, uno quiere estar tan seguro como sea posible de que las cosas se están haciendo de la manera correcta”, dice Friedlander.
Esther Friedman, de 63 años, madre de seis hijos, abuela de 29 nietos y bisabuela de un bisnieto, dice que ingresó en ese trabajo después de haber visto sufrir a muchos integrantes de su comunidad por causa de la infertilidad.
“Creo que existe un ser superior, que es bueno y que nos va a ayudar”, dice Friedman.
Esther Fixler, que vive cerca de Nueva York, estuvo entre los primeros pacientes que usaron el proceso de asesoramiento rabínico. Esther pasó una década tratando de quedar embarazada antes de acudir a Génesis, donde enseguida supo que sus probabilidades de concebir eran abismalmente bajas. En un exabrupto emocional, le pidió a Grazi que se deshiciera de su material genético.
En vez de eso, Grazi le dijo que rezara para alcanzar la fe. Y a las pocas semanas estaba embarazada del primero de sus tres hijos.
“Cuando el embarazo se produjo, pensé: es Dios. Yo lo veía todo como blanco o negro, como tener una oportunidad o no”, dice Fixler, ahora de 51 años. “Pero la forma en la que ocurrió no era algo para el entendimiento humano”.
Su hijo, que ya tiene 20 años, se casó en diciembre de 2016. Y hace tres meses, él y su esposa le dieron la bienvenida a su primer hijo, una niña, la primera nieta de Esther.
A pesar de su liberalismo en algunos asuntos, Francisco ha mantenido invariable su posición respecto de este tema
Muchos líderes judíos comenzaron a alentar la reproducción asistida, al verla como una forma de atender el mandato de Dios: “Fructificad y multiplicaos”
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