SER VEGANO

Valentino  se hizo vegano hace dos años. Además de cambiar su alimentación, no usa ni ropa ni productos de higiene que contengan productos de origen animal
Desde que su hija se volvió vegana, a Víctor  se le fueron las ganas de volver a organizar esos asados multitudinarios que convocaban a amigos y familiares los fines de semana en su casa de Martínez. No es que se "veganizó", como aceptan muchos padres ante la insistencia de sus hijos de dejar de comer animales y productos derivados de ellos; simplemente se le fueron las ganas de escuchar los argumentos (y videos) que Camila le echaba en cara cada vez que se disponía a preparar esos banquetes carnívoros que tanto disfrutaba.
"La verdad es que con tal de no escucharla más decidí suspenderlos hasta que se le pase esta fase vegana que está atravesando", dice Víctor, convencido de que lo de Camila será apenas una moda pasajera y que tarde o temprano volverá a comer carne. "Le encantaba, ella era la que más disfrutaba los asados. Pero vio un documental sobre cómo eran tratados los animales en los mataderos y se horrorizó. No digo que esté bien eso, pero su postura me parece exagerada. Sobre todo porque quiere veganizar a todos y eso no me parece bien. Cada uno debe comer lo que quiera", plantea Víctor.
La de él es una de las tantas familias que sienten el impacto de tener a un hijo militante vegano en casa. Porque no se trata solo de un cambio en la alimentación. Esa es solo una de las aristas más obvias, pero no la única: además, se niegan a usar ropa de cuero, lana o seda y rellenos de plumas (que regalan o donan), y productos de higiene y cuidado personal que estén testeados en animales o que para su producción afecten su hábitat natural.

Convivir con un vegano no suele ser tarea fácil para los que están acostumbrados a una alimentación omnívora. La limitación a la hora de preparar comidas sin ingredientes que provengan de animales es uno de los escollos. Ni huevos, ni leche, ni quesos, ni manteca, ni crema son aceptados. Tampoco el aceite de palma, utilizado muchos en alimentos procesados y de higiene, que aunque es de origen vegetal no para de sumar detractores porque su explotación afecta el medio ambiente de los orangutanes... Pero lo que más suele descolocar a los mayores no es tanto la decisión de dejar de consumir productos carne y sus derivados, sino la militancia a la que muchos jóvenes se vuelcan en favor de los derechos de los animales. En algunos casos, consideran, se salen de control, como lo que pasó en la pizzería Güerrín y la parrilla La Churrasquita hace unos meses.
Sin duda, los motivos éticos pesan más que la salud a la hora de decantarse por el veganismo. Desde Barcelona, el antropólogo catalán Francesc Xavier Medina, titular de la cátedra Unesco de Alimentación, Cultura y Desarrollo de la Universitat Oberta de Catalunya estudió acerca del fenómeno veggie. Y concluyó que la corriente se inició en los 70 con el animalismo. "Es un movimiento político que sitúa a los animales como sujetos de derecho -define-. Está en contra del maltrato y de la utilización animal de cualquier tipo, también como alimento.

 Es una ética que se enfoca en un mejor trato animal y en evitar el sufrimiento a toda costa, mejorando sus condiciones de vida. Evidentemente, en el extremo de este posicionamiento se encuentran tanto el no consumo de carne como la no utilización de ningún elemento de origen animal".
Particularmente, Medina sostiene que el veganismo ha calado hondo en los más jóvenes. "La adolescencia es un momento de afirmación en la vida en distintos aspectos, y la decisión sobre el tipo de alimentación que se prefiere y sobre todo lo que ello implica a diferentes niveles, incluyendo el social e incluso el político, forman parte de este hecho. La alineación con el sufrimiento animal puede ser uno de estos elementos de afirmación, y la influencia de ello en la dieta en ocasiones es bastante clara", sostiene el catedrático.
Pero aunque muchos padres lo padecen y se muestran intransigentes otros, más comprensivos (o tal vez resignados) aceptan la decisión de vida de sus hijos. Algunos incluso toman ciertas cosas del veganismo, otros directamente se "veganizan" y la mayoría los respetan pero sin moverse de sus usos y costumbres a la hora de comer, vestir o higienizarse. 

En el caso de Valentino  de 20 años -hace dos años que se hizo vegano- la aceptación por parte de su familia fue casi inmediata. Pero en cambio no logró que ni su mamá ni su papá y ni sus dos hermanas lo siguieran en esa decisión de dejar de consumir productos o derivados de origen animal. "Recuerdo que me dijeron: 'Todo bien pero nosotros vamos a seguir comiendo lo de siempre'. Obvio que me gustaría que fueran veganos, pero es su elección -reconoce Valentino-. Igual no se consume tanta carne en casa, pero las veces que hay sí es molesto. Cuando cocinan hay mucho olor y no me gusta. Pero trato de comprenderlos, lo sobrellevo como puedo".
Otro punto que suele ser conflictivo es la preparación de las comidas. Aunque todos los adolescentes que se vuelven veganos se encargan de preparar sus platos sobre todo para asegurarse de que no contengan ningún ingrediente indeseado, el problema suele presentarse en el momento de ponerse a cocinar. "Somos cinco en casa y es un problema porque la cocina es chica -describe Valentino-. La idea es turnarnos para cocinar. Ahora trato de hacerme la comida de toda la semana y freezarla. Me gusta cocinarme, me tomo mi tiempo para hacerlo. Trato de que haya armonía y fluya", asegura Valentino, que tiene una pareja vegana como él.

Carolina tiene 15 años. A los 10, recuerda que ya quería de dejar de comer animales, pero su papá se opuso de forma terminante. Hasta que a los 13 se hizo vegetariana y desde hace tres meses tomó la decisión de hacerse vegana. El documental From Farm to Fridge (De la granja a la heladera) hizo que se volviera para ella insoportable comer cualquier cosa que viniera del reino animal.
La adolescente vive con su mamá y su hermano, a los que "convirtió" a partir de su marcado activismo en favor de los animales. "Ya veganicé a muchas personas -dice orgullosa-. A mí la carne me encantaba, en cambio siempre sentí que con la leche algo estaba mal. Pero estás acostumbrado a algo y entonces lo hacés sin cuestionarte demasiado. Siendo vegana aprendés a cocinar sí o sí: hago leches de girasol, de almendras, de coco... Ser vegano no significa necesariamente que comas mejor, pero sí que lo intentes. Y ahora hay comida similar a la animal en sabor, pero sin hacer daño".
Carolina Shanner, de 15 años, milita en favor de los animales
Con su grupo participa de vigilias y hace pegatinas en los barrios. También varias veces al mes se calza la máscara de Anonymous y forma parte del Cubo de la Verdad, donde muestran en pantalla imágenes de mataderos, granjas que crían pollos y cerdos y demás animales que solemos consumir. El próximo objetivo de Carolina es que lograr que en su colegio, el comercial N°20, de Paternal, haya viandas veganas.
El proyecto de ley Mi menú vegano que instaba a escuelas, hospitales públicos y dependencias del Estado a ofrecer opciones veganas cayó en el olvido. Presentado por la senadora por Río Negro Magdalena Ordada (Alianza Frente Progresista) había sido aprobado por el Senado en 2016, pero jamás se trató en diputados y la senadora asegura que hay que empezar de cero para que vuelva a discutirse en el recinto. Probablemente porque al formar parte de una decisión ética y no de salud -como son los celíacos, por ejemplo- muchos piensan que no se trata de algo prioritario.
Vegan influencers
Las redes sociales también juegan un papel fundamental para que el mensaje proanimal llegue a los más jóvenes. En una época donde todo se comparte por Instagram, Twitter y Facebook parece más sencillo sumarse a la causa. Una de las vegan influencers argentinas que más seguidores tienen es Martina Ciano, de 17 años. Su Instagram @veganfitinfluencer tiene casi 60 mil seguidores que le piden consejos para volverse veganos, además de sacar ideas para recetas ricas y sencillas ciento por ciento cruelty free. Además de estar presente en las redes, desde septiembre pasado Martina está en las librerías: sacó el libro Rico, sano y vegano (Planeta) que replica muchas de sus mejores recetas.

A diferencia de los jóvenes que se vuelven veganos por una cuestión ética (y, en algunos casos por moda), Martina asegura que lo hizo por salud, para salir de un trastorno alimenticio que padecía allá por 2015. "Cuando le planteé a mi mamá ser vegana, ella al principio no estuvo de acuerdo. Le parecía extremista. Pero después me acercó a una nutricionista especializada en veganismo y me ayudó un montón. Pude salir de ese trastorno y me animé a probar otras cosas", cuenta Martina, que abrió su Instagram en 2016 sin sospechar que se convertiría en una influencer de este estilo de alimentación.
Martina Ciano, la vegan influencer que tiene 60 mil seguidores en Instagram
Pero a pesar del apoyo paterno, Martina asegura que en su familia mantienen su dieta omnívora. "Ellos no son veganos, pero aprendí a convivir con personas que tienen otras decisiones alimentarias. Respeto la forma de alimentación de los demás. Por eso no soy ciento por ciento activista no es que voy por la vida veganizando gente. Aunque la crueldad de la industria es increíble. Pero nadie tiene la verdad absoluta. Cada uno tiene que comer lo que le haga sentir bien", asegura la vegan influencer.

Martina sostiene que hay prejuicios respecto de los que eligen comer distinto. "La cultura argentina tiende a desvalorizar a los que les gustan comer diferente. Con la celiaquía no pasa porque hay una cuestión de salud, pero con los veganos sí. Porque además existen los veganos que se hacen veganos porque es cool. Hay gente que dice que es vegana y come papas fritas todo el día. Yo te voy a hablar de los beneficios, puedo sacarte los miedos pero no quiero invadir tu espacio personal, ni convencerte de nada. Si puedo generar un cambio en tu dieta, buenísimo. Pero si no, voy a respetarte igual."
L. R.