miércoles, 18 de septiembre de 2019
RELAX
Palabras
No soy una persona particularmente memoriosa, pero todavía recuerdo los versos del poema de Jacques Prévert, "Desayuno", que de adolescente me hicieron estudiar en la Alianza Francesa, y que en una traducción libre sería algo así: "Echó el café/ En la taza/ Echó la leche/ En la taza de café/ Echó el azúcar/ En el café con leche/ Con la cucharita/ Lo revolvió/ Bebió el café con leche/ Apoyó la taza/ Sin hablarme..."
Es admirable cómo esta miniatura de 32 versos, que recrea la despedida de una pareja que alguna vez se amó, revela el poder de un puñado de palabras, incluso las más devaluadas por el uso cotidiano.
Aunque esté muy lejos de la poesía de Prévert, podría decirse algo similar del breve diálogo entre el Presidente y el candidato más votado el último domingo, que ayer fue tema de la conversación pública: bastó con que intercambiaran algunas frases para provocar un cambio de comportamiento en esa entelequia conocida como los "mercados". Como diría Martín Fierro: "Cosa 'e mandinga".
De todas las herramientas que inventamos, indudablemente las palabras son la más maravillosa, y deben haber precedido a otra catedral de la mente humana, la matemática. Vale subrayar que son tan poderosas, que tanto sirven para impulsar como para retardar o incluso desvirtuar el conocimiento que nos permite entender el mundo que nos rodea.
La creación del lenguaje es un paso evolutivo tan crucial como misterioso. Hace algunos meses, la antropóloga Bridget Alex se preguntó en la revista Discover si los Neandertales ya lo habían desarrollado, y se respondió que los indicios reunidos hasta ahora no permiten una respuesta concluyente.
"Vi muchas evidencias que sugieren que los Neandertales tenían una sociedad compleja -afirma-. A la luz de sus aparentes capacidades cognitivas, me siento inclinada a creer que tenían un lenguaje. Pero ni yo ni nadie puede probarlo".
Como hasta el momento no se encontraron vestigios que indiquen que habían desarrollado la escritura, si en efecto lo hubieran poseído, hubiera sido oral, en cuyo caso no hubiera dejado huellas físicas.
Dado que, como suele decirse, "el lenguaje no se fosiliza", los paleoantropólogos tienen que inferir su existencia de indicios indirectos, como huesos, artefactos y ADN. Todo eso sugiere que eran capaces de emitir y oír vocalizaciones complejas. Hay quienes creen que esas habilidades pueden haberles servido para cantar y así atraer parejas o tranquilizar a sus descendientes.
Las preguntas que plantea este enigma son apasionantes. ¿Tenían pensamiento simbólico? ¿Ya que genomas antiguos indican que se cruzaron sexualmente con los Homo sapiens en distintos períodos, un chico Neandertal criado por un sapiens hubiera aprendido a hablar?
Lo cierto es que, según se calcula, hoy existen alrededor de 3000 lenguajes y los filólogos reconstruyeron el árbol genealógico de muchos de ellos (a excepción del vasco, que aparentemente se resiste a toda clasificación).
Algunos fueron predominantes en distintas épocas. La medicina y la ciencia comenzaron hablándose en griego, latín y árabe.
El francés dominó durante años la diplomacia. Antes de la Primera Guerra Mundial, el alemán era el idioma de la filosofía, la ciencia y la medicina.
Después, aunque no es el más practicado por el número de hablantes (el primer puesto del ranking lo ocupa el chino), el inglés se convirtió en la lingua franca. En ámbitos científicos, no hay investigador o investigadora que pueda permitirse desconocerlo si quiere participar del diálogo internacional de su disciplina.
En estos días en los que las palabras pueden llegar a enloquecernos, volvamos a Prévert, que termina su poema así: "Sin hablarme/ Sin mirarme/ Se levantó/ Se puso el sombrero en la cabeza/ Se puso el piloto/ Porque llovía/ Y partió/ Bajo la lluvia/ Sin una palabra/ Sin mirarme/ Y yo me tomé/ La cabeza con las manos/ Y lloré".
N. B.
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