Javier Urra: "La igualdad entre padres e hijos conlleva un riesgo seguro"
Para el psicólogo español, prevenir la violencia es posible desde los primeros años, educando en la empatía y poniendo límites claros
1 de noviembre de 2019 • 15:13
Para el español Javier Urra, doctor en psicología, autor de libros como El pequeño dictador y El pequeño dictador crece, y uno de los especialistas más destacados en violencia filio-parental, esta tiene un origen multicausal, en el que las características de los chicos son importantes, pero también las familiares, relacionales y ambientales. "Un dictador no nace, sino que se hace, y su formación no es solo una problemática familiar, sino social", asegura.
Urra -académico de número de la Academia de Psicología de España y quien ocupó el cargo de Defensor del Menor en la Comunidad de Madrid entre 1996 y 2001-, subraya que los chicos y las chicas no necesitan "padres-colegas, porque amigos ya tienen y la igualdad entre padres e hijos conlleva un riesgo seguro" y que se debe "enseñar que el 'yo' es tan importante como el 'tú'".
-¿Cuándo empezó a observar el fenómeno de la violencia filio-parental?
-Empecé a escribir sobre este tema en 1994. En la revista de los psicólogos de España publiqué un artículo porque hacía años que había empezado a ver casos de hijos que agredían sobre todo a sus madres, pero también a sus padres, verbal, emocional o físicamente. Es un problema importante en gravedad y también en número, que hoy se aborda relativamente en los medios de comunicación de España. Pero en general la gente no quiere hablar de un tema que es bastante tabú, porque es muy doloroso para cualquiera reconocer que tu hijo se ha vuelto contra ti. Es doloroso para los padres y para los hijos. En el Consejo de Europa hablé sobre esta realidad y personas de países nórdicos nos dijeron: "Nosotros tenemos la misma problemática, pero no la reconocemos. Se interviene, pero se oculta".
-¿Por qué antes no era una problemática tan frecuente?
-Antes, por el tipo de educación que se daba en España, por ejemplo, la autoridad de los padres no era puesta en jaque. Ahora, la autoridad en Europa en general es un tema muy discutido: desde la de los jueces y la policía, hasta la de los padres. Es muy complejo.
En general la gente no quiere hablar de un tema que es bastante tabú, porque es muy doloroso para cualquiera reconocer que tu hijo se ha vuelto contra ti. Es doloroso para los padres y para los hijos.
-¿Qué características tienen los chicos y chicas que ejercen este tipo de violencia?
-Es una problemática multicausal. La falta de límites es una de las causas. La mayoría de estos chicos y chicas no sufrieron violencia por parte de sus padres. Al contrario: estamos hablando, principalmente, de un grupo de niños y niñas a quienes se les ha dejado ser profundamente caprichosos, que han hecho en su vida lo que han querido. Han aprendido a ser pequeños dictadores o tiranos, con padres que se han dejado chantajear, que han querido comprar el cariño de sus hijos.
En la clínica tenemos muchísimos padres de alto nivel cultural y buen poder adquisitivo, con mucho sentimiento de culpabilidad porque no le dedican tiempo a los chicos. Un niño que se irrita, que no puede diferenciar la gratificación -es decir, que lo que quiere lo exige aquí y ahora; un posicionamiento muy consumista, de la sociedad actual- y no admite la frustración con cinco o siete años, deviene cuando tiene 14 en un chaval pimpón en su ley, que sale a la hora que quiere, que hace los consumos de droga que estima. Son niños que cuando son adolescentes no pueden admitir un "no", porque se han acostumbrado a hacer lo que consideran. Y no admite un "no" de nadie: no solo de sus padres, tampoco de un profesor o de otro ciudadano. El problema se generaliza. Es un hábito adquirido y no es fácil que cambie.
Para Urra, es fundamental enseñarles a los chicos y las chicas que el "tú" es tan importante como el "yo"
-En general, ¿cuándo consultan los padres?
-Hay un punto en que la situación se desborda, que suele ser hacia los 15 o los 16 años. Ahí es cuando los padres se asustan y vienen a hablar con nosotros. Pero claro, ese chico lleva haciendo exactamente lo que considera desde que nació. Porque una característica esencial de este tipo de violencia es que se inicia a muy temprana edad. No es que un chico de pronto, a sus 13 años, se rebela contra sus padres. Es una progresión desde la más corta edad y no necesariamente se llega a la violencia física: la que más les duele a los padres es la emocional, la incapacidad para poder imponer los criterios. Cuando se habla de violencia filio-parental, no se trata de culpar a los padres ni de culpar a los hijos: se trata de reubicar su relación. Yo lo explico siempre como dos imanes: si están mal colocados, se rechazan. Pero, si los colocas bien, se atraen. Esa es la idea, que se atraigan. Porque quieren quererse y eso es esencial.
Son niños que cuando son adolescentes no pueden admitir un "no", porque se han acostumbrado a hacer lo que consideran. Y no admite un "no" de nadie: no solo de sus padres, tampoco de un profesor o de otro ciudadano.
-En general, ¿son familias que peregrinan por varios profesionales hasta encontrar una respuesta?
-Sí, muchas veces llevan a sus hijos a distintos psicólogos y psiquiatras, y no funciona. ¿Por qué no funciona? Hay un momento en que lo que estos chicos requieren es estar alejados de sus padres por un tiempo, porque el problema es el vínculo entre padres e hijos, es una patología del amor. Nosotros tenemos un centro que se llama Campus Unidos, donde trabamos con chicos que tienen, entre otras, esta problemática. El centro queda en un pueblo a 70 kilómetros de Madrid y somos un equipo de 150 personas entre educadores, psiquiatras, psicólogos, médicos y otros profesionales. Allí los chicos estudian, hacen distintas actividades y tienen sus terapias. Por otro lado, en Madrid tenemos un centro donde recibimos a padres de toda España, donde hacen terapias grupales.
La violencia es una progresión desde la más corta edad y no necesariamente se llega a la física: la que más les duele a los padres es la emocional, la incapacidad para poder imponer los criterios.
-¿Se puede prevenir este tipo de violencia familiar?
- Sí, claro. Los límites son fundamentales. Lo que los niños precisan es un principio de autoridad que ponga normas que, de no existir, los desconciertan desde muy temprana edad. Que los chicos tengan contacto con la naturaleza, que sepan lo que es el esfuerzo, que se involucren en actividades solidarias, que sepan que lo que importa en la vida no es la camiseta ni las zapatillas. Que entiendan que ellos no son los primeros, que por supuesto que son una persona importante, pero que también lo son los abuelos, los que sufren, los padres.
Para prevenir, los límites son fundamentales. Lo que los niños precisan es un principio de autoridad que ponga normas que, de no existir, los desconciertan desde muy temprana edad.
-Y educar en la empatía es clave desde los primeros años...
- Por supuesto. Desde los primeros años de vida hay que educarlos desde el respeto y que piensen en el "tú". Que se pongan en el lugar del otro y desarrollen la empatía no solo como palabra sino como conducta, como hábito, como hecho. Los padres también tienen que tener auctoritas: no les pueden decir a los chicos que hagan las cosas de tal manera y luego que nos vean esquivar el pago de impuestos o saltarnos el semáforo rojo.
M. A .
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