viernes, 3 de abril de 2020

OPINA GUILLERMO OLIVETO,


Cómo viviremos y consumiremos el día después

Guillermo Oliveto
Estamos felices de informarles que el mundo no se acabó ayer. Si bien ayer era difícil decirlo". Con este título en su portada del martes 16 de septiembre de 2008, The Wall Street Journal daba cuenta del shock -la peor crisis económica global desde el crack de 1929- y de la enorme dificultad para proyectar el devenir de la historia mientras se la está viviendo. Otra vez estamos ahí. Como integrantes de la especie homo sapiens que somos, con la capacidad de pensar e influir sobre el futuro, no podemos evitar preguntarnos: ¿cómo será el día después del coronavirus ?
En El fin del riesgo cero , publicado en 2002, los franceses Xavier Ghilhou y Patrick Lagadec -ambos expertos en el manejo del riesgo- tipificaban en tres los tipos de discontinuidades que podían darse en el acontecer social: "el accidente" -puntual y con solución conocida-, "la crisis" -profunda y desestabilizadora, pero aún con la posibilidad de volver al estado anterior- y "la ruptura". Afirmaban que "con la ruptura hay un antes y un después. No hay una vuelta simple al estado anterior (...) todo se vuelve interdependiente (...) y se pulverizan los puntos de referencia. Se produce un gran desvío mental, la pérdida de sentido, la abolición de las reglas de juego y sus convenciones".
En un informe publicado el 2 de marzo pasado, la OCDE reclamaba un Plan Marshall, como el que se implementó para reconstruir Europa tras la Segunda Guerra Mundial. En palabras de Ángel Gurría, su secretario general, "la pandemia trae consigo la tercera y la mayor crisis económica, financiera y social del siglo XXI tras el 11-S y la crisis financiera mundial de 2008". El 17 de marzo, con el título "No volveremos a la normalidad", el MIT advertía en un artículo firmado por Gideon Lichfield (editor en jefe del MIT Technology Review ) que "si bien todos queremos que las cosas vuelvan a la normalidad rápido, de lo que la mayoría de nosotros no se dio cuenta -y lo hará pronto- es de que las cosas no volverán a la normalidad hasta dentro de varias semanas o incluso meses. Y algunas no volverán a la normalidad nunca".
Ya queda claro que lo que está sucediendo a nivel global se ubicará entre las grandes rupturas de la era moderna, junto con las guerras mundiales, las crisis financieras de 1929 y 2008, la caída del Muro de Berlín y el ataque a las Torres Gemelas, de 2001. En nuestro país, los parámetros que podríamos tomar, hasta ahora, para prever el impacto económico son los de 2009. Gripe A más sequía más caída del precio de la soja más impacto de la crisis financiera global más resabios de la pelea con el campo en 2008. Todo eso junto terminó en una caída del PBI del 6% anual.
En lo que hace a lo social, no es ilógico presuponer que este momento quedará grabado en la memoria colectiva con el formato de una cicatriz queloide, del mismo modo que, aun siendo de una naturaleza muy diferente, lo hicieron los sucesos de 2001/2002. Los economistas argentinos tienen escenarios de contracción para 2020 que van desde -3% a -8%, promediando alrededor del -4%. Dependerá de cuánto dure la cuarentena y de las medidas de estímulo y contención del Estado.
En todos los casos estamos hablando de un escenario muy complejo para una economía que ya arrastraba dos años de recesión.
Revisando la historia, podemos encontrar el halo de luz que estamos buscando desesperadamente entre tanta oscuridad. Aun con muchísimos costos y dosis insufribles de dolor, el ser humano fue siempre capaz de superar la peor de las rupturas y seguir adelante. Siempre hubo un "día después".
El 12 de septiembre de 2001 parecía que nadie más se subiría a un avión. Nunca se viajó tanto como desde entonces hasta ahora. Aquel 16 de septiembre de 2008 "se cayó el mundo". Una vez superada la instancia de quiebre, Wall Street tuvo un largo ciclo alcista empujado sobre todo por las empresas tecnológicas, sector que cuando estalló la burbuja de las punto com, también en 2001, muchos se apresuraron a dar por acabado.
Cuando esto comience a ser historia, el desafío para los gobiernos, los ciudadanos, las empresas y las marcas será dilucidar lo antes posible qué habrá cambiado y qué no.
Son momentos en los que para hacer el intento de imaginar el futuro conviene más focalizarnos en el pasado que en el presente. Si miramos el pasado bien reciente, hay que poner la mirada en Oriente. China prevé una caída de su PBI del 6% interanual en el primer trimestre, cuando en el cuarto trimestre de 2019 crecía al 6%, según el National Boureau of Statistics, análisis publicado por Bloomberg. El consumo cayó cerca de un 20% en los dos primeros meses del año. Un golpe brutal. Esto es dato, no proyección. Del mismo modo, hoy también es dato que más de la mitad de las empresas ya están funcionando a pleno y el resto se reintegrarán al sistema en las próximas semanas. El mismo centro de estadísticas prevé que la economía vuelva a crecer 4/5% en el segundo trimestre y 6/7% en el tercero. Un dato nada menor. No solo porque China es uno de los grandes motores de la economía global, sino también porque nos permite ver que, en un período cercano a los tres meses, "hay salida".
Pruebas superadas
Si vamos más lejos para poner en perspectiva el momento actual, el historiador Yuval Harari ha planteado que hubo varias pandemias a lo largo de la historia, como la "peste negra" en el siglo XIV y la viruela en 1520, que trajo la conquista a América Central, o la llamada "gripe española" en 1918, todas mucho antes de que el mundo fuera tan globalizado como ahora. Con lo cual afirma que culpar a la globalización no solo es un chivo expiatorio que no tiene sustento, sino que además es una insensatez desde el punto de vista económico. Todas fueron superadas y, a pesar de ellas, hemos llegado a construir el mundo y la vida que tenemos. O mejor dicho, teníamos antes del coronavirus.
El día después ¿querremos volver atrás? ¿Estamos tan seguros como algunos lo marcan hoy de que el miedo nos hará encerrarnos y dejar de viajar? ¿Se acabará la curiosidad innata del ser humano potenciada por ese gran acelerador del deseo que son internet y las redes sociales? ¿Evitaremos ir a bares y restaurantes? ¿Dejaremos de ir a los shoppings y tiendas de ropa? ¿Evitaremos juntarnos con nuestros amigos? ¿No habrá más shows masivos, ni fiestas, ni eventos, ni fútbol, ni boliches? Sinceramente, no lo creo. Los valores que están detrás del mundo que hemos construido son tan potentes -entre ellos, el más fuerte, sin dudas, la libertad- que, una vez más, el deseo superará al miedo. Llevará un tiempo, pero lo hará. Siempre lo ha hecho.
Obviamente las cosas no serán como eran. Es muy probable que cuando concluya esta experiencia inédita -un tercio de la población mundial "encerrada" en democracia y aprobando la medida; en la Argentina, el 78%, según el último relevamiento semanal de Poliarquía- haya muchas precauciones nuevas que estarán en consonancia con un nuevo miedo. Las medidas de higiene y prevención serán otras en los lugares públicos, en los aeropuertos, las escuelas y los trabajos. El e-commerce será más fuerte de lo que era y el trabajo y la educación a distancia habrán dado un salto cualitativo. Las plataformas digitales, que nos ayudaron a hacer más digerible el encierro, se habrán consolidado aún más de lo que ya lo estaban. Y los algoritmos sabrán mucho más de nosotros.
Pero si ahondamos en lo más profundo de la naturaleza humana, podemos prever que en pleno auge de lo virtual volveremos desesperadamente al mundo físico. Quizá nada como esto nos podría haber hecho caer en la cuenta de que lo uno sin lo otro no tiene ninguna gracia.

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