Discos “nupciales”: de John y Yoko y Paul y Linda a Johnny Cash y June Carter
M. G. APPaul y Linda McCartney
Desde la novela familiar de Johnny Cash y June Carter hasta los susurros de Serge Gainsbourg y Jane Birkin, pasando por los trabajos de John Lennon y Yoko Ono, Paul y Linda McCartney o el hito de Sandra Mihanovich y Celeste Carballo, proponemos una lista con ocho discos conyugales para escuchar en esta cuarentena.
JOHNNY CASH & JUNE CARTER: CARRYiN’ ON wiTH. (1967)
La película se caía de madura. Como si fuera un drama shakespeariano, Johnny Cash y June Carter interpretaron en vida dos roles casi teatrales: por un lado, el cantante atormentado y fugitivo; por el otro, la princesa inmaculada de la aristocracia country. Además del amor, los unió el éxito: “Ring of fire” (una composición de la propia June junto a Merle Kilgore), la versión del standard dylaniano de “It Ain’t Me Babe” y el hitazo de “Jackson”. Siete meses exactos antes de su casamiento (y del consecuente cambio de nombre profesional para June), Columbia Records decidió dejar un registro fonográfico de la sociedad artística con Carryin’ On with Johnny Cash and June Carter: una antología de sus colaboraciones para el año dorado de la psicodelia.
JANE BiRKiN & SERGE GAiNSBOURG: JANE BiRKiN & SERGE GAiNSBOURG (1969)
El trabajo de los historiadores es fundamental. De acuerdo a la fecha, la misma canción puede ser el himno definitivo del adulterio o una oda al sexo matrimonial. Grabada en 1967 junto a Brigitte Bardot, la primera versión de “Je t’aime, moi non plus” quedó fuera de circulación por la coerción del millonario Gunther Sachs: el playboy, todo parece indicar, no estaba dispuesto a tolerar públicamente el affaire de su esposa. Serge no paniqueó. Dos años después encontró que a Jane Birkin, su flamante esposa, el tema le calzaba como un catsuit. Así, en el año de Woodstock y la cumbre del amor libre, el disco que sacaron el fumador compulsivo de Gitanes y la actriz de Blow Up tropezó paradójicamente con la censura. Si aquello significaba todos esos miles de discos vendidos, pues bienvenida sea.
LiNDA & PAUL MCCARTNEY: RAM (1971)
Mientras John Lennon prendía el ventilador y respondía aquella célebre entrevista de Rolling Stone en el medio de su terapia del Grito Primal, Paul y Linda McCartney se acuartelaron en aquel remoto escondite de las Tierras Altas escocesas: su granja High Park de la península de Kintyre. Allí, rodeados de las ovejas y el murmullo de los hijos, hicieron la masa crítica de RAM: el primer y único disco acreditado a ambos. “Heart of the Country” era, en ese sentido, su programa familiar del momento: “Miro hacia arriba, miro hacia abajo / Miro donde quiera que voy / Buscando un hogar en el corazón del campo. / Quiero un caballo, quiero una oveja / Quiero una noche de buen sueño / Viviendo en un hogar en el corazón del campo”.
JOHN LENNON & YOKO ONO: DOUBLE fANTASY (1980)
Como dice “(Just like) Starting over”, Lennon y Yoko estaban en una suerte de segunda luna de miel cuando comenzaron a componer las canciones de Double Fantasy. Criando a Sean y navegando por las Islas Bermudas mientras, a través de las señales intermitentes de la radio, se metían los zumbidos de la new wave. El disco, en ese sentido, es un tratado del amor maduro: son dos individuos que no pretenden fundirse (Yoko canta sus canciones, John las suyas) sino que celebran la llama inextinguible del encuentro. Ya no caretean nada: ahí están los hijos (“Beautiful Boy”), pero también las peleas (“I’m Losing You”), así como la sensualidad, los pactos dichos y los pactos no dichos. “Ha sido muy difícil, pero se está haciendo más fácil –canta Yoko–. Los tiempos duros se terminaron, al menos por ahora”.
JAiME ROOS & ESTELA MAGNONE: MUJER DE SAL JUNTO A UN HOMBRE vUELTO CARBóN (1985)
En el preciso momento en el que Jaime Roos se disponía a dar su salto definitivo de popularidad, abrió esta línea de fuga inesperada. Un álbum delicado e íntimo, resuelto entre teclados, programaciones y una estética europea aplicada a los barrios señoriales de Montevideo. Magnone, desde luego, estaba lejos de ser una novata. No solo venía de una cuantiosa familia de músicos, sino que desde fines de los setenta tenía su propia carrera como solista y para 1983 ya había editado el único disco de Travesía, su trío junto Mariana Ingold y Mayra Hugo. De manera que, en los papeles y en la práctica, fue un auténtico disco a dúo. Un auténtico disco de pareja. Músicas de Magnone, arreglos de Roos, letras de ambos. La mujer de sal y el hombre de carbón.
SANDRA Y CELESTE: MUJER CONTRA MUJER (1990)
La performance de “Mujer contra mujer” en Hola Susana debería ser considerada uno de los grandes momentos de la cultura popular argentina. Concentrado sobre el piano, Federico Mizrahi abre la balada y las chicas trazan rápidamente el mapa: “Nada tienen de especial / dos mujeres que se dan la mano / lo especial viene después / cuando lo hacen por debajo del mantel”. El giro inesperado se produce cuando uno de los micrófonos deja de funcionar (¿alguien dijo sabotaje?), Carballo se encoge de hombros y se abalanza sobre el micrófono de Mihanovich (¿alguien dijo amor?). Con solo esa mirada de humor, deseo y absoluta complicidad estaría todo dicho, pero lo subrayan con la letra: “Y lo que opinen los demás está de más / quien detiene palomas al vuelo / volando a ras del suelo / mujer contra mujer”.
BENJAMiN BiOLAY & CHiARA MASTROiANNi: HOME (2004)
La familia de sangre y la familia política. Por un lado, la hija de Catherine Deneuve y Marcello Mastroianni; por el otro, el heredero al trono de Serge Gainsbourg. La leyenda cuenta que se casaron en 2002 y, durante un largo viaje en auto hacia La Haya, tropezaron con el primer problema matrimonial: ninguna música de la radio comulgaba con los dos. Decidieron hacerla ellos mismos. A priori, entonces, Home parece retomar deliberadamente la tradición abierta por Gainsbourg y Birkin. Sin embargo, cualquiera diría que está más cerca del RAM de los McCartney. Esto es, un tratado doméstico y acústico resuelto a sostener una máxima: “una casa no es un hogar”.
NACHO vEGAS & CHRiSTiNA ROSEviNGE: vERANO fATAL (2007)
Después de su exilio creativo en New York, Christina Rosenvinge regresó a España y encontró el primer mensaje de su flamante cuenta de correo: lo firmaba un tal Nacho Vegas. La exitosa cantante madrileña no tenía idea de quien era ese tipo, pero el circuito del indie lo tenía muy claro: el gran compositor de su generación.
Su respuesta fue una botella rota al mar (la casilla ya no existía), pero la revista Rockdeluxe se ocupó de reunirlos sobre el escenario y una cosa llevó a la otra: del amor al disco y viceversa. “Yo no quería algo del estilo ‘cada uno hace sus canciones’, sino que el uno metiera la mano en las del otro, mezclarnos lo más posible –dijo Rosevinge–. El plan era colisionar”.
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