viernes, 29 de mayo de 2020

LA OPINIÓN DE PABLO SIRVÉN,


Coronavirus en la Argentina: villas, entre muertes e hipocresías

Pablo Sirvén
Villas, entre muerte e hipocresías 
Desde este lunes, se trazará más fuerte la línea divisoria entre la Capital Federal y la provincia de Buenos Aires. Para cruzar de un lado al otro habrá que renovar autorizaciones que serán más restringidas. Axel Kicillof supone que así mantendrá a los bonaerenses a salvo de los focos virulentos del Covid en los 38 barrios porteños catalogados como populares (villas, asentamientos y núcleos habitacionales transitorios) que quedaron en evidencia por un mayor testeo, algo que no sucede con la misma intensidad del otro lado de la General Paz.
Un 8% del total de la población capitalina vive en zonas vulnerables. Casi el 70% de sus 240.000 habitantes en condiciones precarias se concentran en cinco barrios, siendo la villa 1-11-14, en Flores, la de mayor hacinamiento (1430 personas en cada una de sus 28 hectáreas) y la que tiene más muertos por coronavirus, seguida por la villa 31/31 bis, en Retiro (914 habitantes por hectárea, en un total de 44). La idea de muros, esclusas o rigideces para separar territorios no es nueva en la historia argentina. En 1876, Adolfo Alsina comenzó a construir un ambicioso sistema defensivo de fosas para evitar los malones aborígenes. Pasó a la historia como la "zanja de Alsina" y dio relativo resultado. Más tarde, Julio Argentino Roca (luego dos veces presidente de la Nación) terminó más drásticamente con el problema, mediante la Campaña del Desierto, tan revisionada en los últimos años.
Ahora, la restricción viene en sentido inverso luego de una fuerte embestida del ministro de Salud bonaerense y de varios intendentes del conurbano contra la ciudad de Buenos Aires, a la que señalaron como principal foco infeccioso, por la mayor apertura de la cuarentena de parte de Horacio Rodríguez Larreta. A nadie se le ocurrió armar campaña alguna contra la provincia de Buenos Aires cuando la puerta principal de entrada al virus hasta marzo era el aeropuerto de Ezeiza. Entonces la culpa la tenían los "chetos" que viajaban. Ahora, le apuntan a Larreta porque crece el número de pobres porteños contagiados. En la provincia hay más de 1800 villas y la cantidad de personas viviendo en ellas casi duplica a la de la Capital, la mayoría concentrada en el conurbano. Solo tienen a su favor que dichas barriadas suelen ser más espaciosas que las capitalinas, por lo tanto, están menos expuestas al virus. Pero no mucho menos.
La militancia ultra-K está obsesionada con dinamitar la armonía entre Alberto Fernández, Larreta y Kicillof, en la delicada circunstancia de la pandemia. Para ello, también se montaron en la muerte de la referente social del Barrio 31, Ramona Medina (un par de ella, en el mismo asentamiento, Víctor Giracoy, otra víctima letal del virus, pareció importar menos, tal vez porque era radical) y crucificaron al jefe del gobierno capitalino por el corte de agua durante ocho días en esa zona, sin aludir siquiera a Malena Galmarini, titular de AySA, la empresa proveedora. La esposa de Sergio Massa solo levantó el perfil para acompañar la visita del Presidente y de Kicillof a la planta de Volkswagen. En tal circunstancia, y en consonancia con que con la nueva prórroga nos dirigimos a protagonizar la cuarentena más larga del mundo, el gobernador bonaerense dictaminó que "la normalidad no existe más". Y agregó que "es un sueño, una fantasía, un suicidio colectivo porque -reiteró- no existe más esa normalidad". Se evidencia cierto disfrute en este razonamiento que también en la misma sintonía, desde Brasil, Luiz Lula da Silva expresó. "Menos mal -dijo el expresidente del país vecino- que la naturaleza creó ese monstruo llamado coronavirus", ya que, por fin, ponía de relieve la importancia del Estado en situaciones como esta. Lula, al menos, se rectificó de su bestialidad. Kicillof no solo no volvió atrás de la suya, sino que protagonizó otro blooper: "Cuando hay más casos hay más tests, no cuando hay más tests hay más casos". Torpeza y terquedad son dos diagonales que atraviesan a menudo al mandatario provincial. La estrategia larretista de no contestar agravios ni chicanas facilita el entendimiento con su par provincial con el que habla mucho más seguido que con el Presidente. Es lo que la hora demanda: dejar a un lado la politiquería barata.
"Si la Ciudad hace las cosas mal, hay que decirlo", sin embargo se plantó en La Plata el diputado Máximo Kirchner. ¿Hacer "las cosas mal" será haber invertido en urbanización y mejoras de villas y asentamientos porteños 26.197 millones de pesos, entre 2015 y 2019, algo que jamás se había hecho antes?
¿Cómo, entonces, debe entenderse que su madre, la actual vicepresidenta, más de una vez, cuando ella gobernaba, pusiera como ejemplo del éxito del "modelo" que la barriada vulnerable de Retiro había pasado de tener "casas con cartones y chapas a otras con materiales". Y que eso reflejaba "la profunda transformación que ha tenido el país en estos años".
En 2014, al publicar este diario que "la población en villas porteñas creció 156% en los últimos trece años" (once de los cuales correspondían al kirchnerismo), el relator uruguayo Víctor Hugo Morales destacó que para muchos era "la chance de vivir más cerca, en lugares bastante dignos como hay en las villas". A fin de ese mismo año se aprobó por ley del Congreso instituir el 7 de octubre como Día Nacional de la Identidad Villera, en memoria del nacimiento del padre Carlos Mugica, proyecto impulsado por el hoy ministro bonaerense de Desarrollo de la Comunidad, el camporista Andrés "Cuervo" Larroque.
Los campeones del "pobrismo" se rasgan las vestiduras por las consecuencias que se pagan hoy de lo mucho que no hicieron cuando todavía existía la tan mentada "normalidad".

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