viernes, 20 de noviembre de 2020

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Cuando el horror es siempre político
P. V. P


(His house, Gran Bretaña/2020). dirección: Remi Weekes. elenco: Sope Dirisu, Wunmi Mosaku. duración: 93 minutos. disponible en: Netflix .
Stephen King decía que cuando las películas de horror se ponen el sombrero sociopolítico a menudo sirven como un barómetro fiel de los acontecimientos que turban el sueño de una sociedad. Y ese subtexto que ha definido al horror a lo largo de toda su historia ha sido el de leer los miedos ancestrales atados a las circunstancias particulares, el miedo a la muerte en la paranoia por el destino de la ciencia, el miedo al enemigo interior por la exploración de los deseos prohibidos. Su casa comienza con una escena de esta época: una familia africana huye en una barcaza hacia las costas europeas. La embarcación zozobra, la hija asustada desaparece, los padres terminan en un centro de detención en Inglaterra. Esa historia que nace del contexto social es el punto de partida y lo que ocurre después asume el comentario político sin abandonar las claves del género.
La casa asignada a Bol (Sope Dirisu) y Rial Majur (Wunmi Mosaku) no es una mansión victoriana enclavada en la costa de Cornualles sino una vivienda social en un barrio londinense. Allí son destinados hasta que se autorice su pedido de asilo. La casa está sucia y desvencijada pero es un lugar propio, un refugio ante la tragedia que acaban de dejar atrás. “Es más grande que mi casa”, les recuerda el burócrata de la seguridad social, mientras les entrega las llaves y un mapa precario de los comercios del lugar. La necesidad de Bol de integrarse a la sociedad inglesa, de convertir esa casa en su casa, comienza a resquebrajarse cuando llega la noche y emergen los fantasmas.
La película utiliza los recursos habituales para instalar la sensación de inquietud en el espacio, la irrupción de la oscuridad, la emergencia del horror como detonante de la culpa. Pero lo hace en perfecta sintonía con la historia de sus personajes, con ese mundo que intentan abandonar y que todavía acarrean bajo la piel. A diferencia de otras películas que enlazan la experiencia negra al terror desde las coordenadas del racismo, como ¡Huye! o la reciente Antebellum, acá el mundo blanco que representa Inglaterra es distante y apático, el rostro de una modernidad sin glamour ni ofrecimiento de salvación. Y es el mundo propio el que regresa desde el lejano Sudán, el que asoma desde las profundidades de la culpa y el dolor en clave de un ceremonial de castigo y redención.
“Sé uno de los buenos” es la frase que le repiten una y otra vez a Bol como mandato para integrarse a esa sociedad prometida. Es el costo de esa bondad lo que Remi Weekes instala como el corazón de su película, como la llave de un espiral de horror que encuentra en la casa, su casa, el verdadero territorio en disputa.




En la City londinense, una audaz comedia
D. B. 


(Reino Unido-Estados Unidos/2020) creadores: Mickey Down y Konrad Kay. elenco: Myha’la Herrold, Marisa Abela. disponible en: HBO Go
La nueva apuesta artística de la fructífera sociedad entre la BBC británica y HBO se llama Industry, una serie de ocho episodios de casi una hora cada uno (cuatro de ellos vistos para esta reseña) que tiene como protagonistas a unos jóvenes que ingresan como pasantes al poderoso banco Pierpoint & Co.
Por supuesto, aparece en la propuesta esa fuerte carga de cinismo y esa despiadada competencia que se han visto en películas sobre el mundo de las finanzas, pero en verdad Industry aprovecha ese contexto para hablar de problemáticas más actuales y en pleno debate como el machismo, las diferencias de oportunidades entre hombres y mujeres, las múltiples formas del acoso laboral y la sororidad para enfrentar esas desigualdades e injusticias.
Pese a tratarse de una producción de fuerte impronta británica,Industry tiene una protagonista estadounidense como Myha’la Herrold y el piloto fue dirigido por una reconocida realizadora neoyorquina Lena Dunham (Girls). El resto, sí, tiene que ver con la idiosincrasia y la vitalidad multicultural de la capital inglesa.
La serie creada por los londinenses Mickey Down y Konrad Kay (ambos exbanqueros) tiene como heroína a Harper (Herrold), una veinteañera que ingresa en ese programa de formación y selección. Claro que incluso en ese marco cualquier error se paga con posibles pérdidas de varias decenas de miles de libras (allí está el excelente cuarto episodio para demostrarlo).
Pero, quedó dicho, Industry no es una mera serie sobre los excesos y miserias del capitalismo salvaje y la “timba” financiera sino sobre las nuevas relaciones laborales (y de poder) en ese ámbito. No es casualidad, por lo tanto, que la otra gran protagonista sea también mujer, Yasmin (Marisa Abela), con quien Harper terminará compartiendo un alquiler.
La serie dedica bastante más tiempo a las experiencias sexuales, al consumo de drogas y a las angustias y presiones que se acumulan que a exponer cómo funciona en detalle el sistema financiero. El retrato de estos personajes es de una franqueza y una crudeza que puede fascinar a un sector importante del público más joven, pero también irritar. Con una apuesta coral, Industry se toma el tiempo necesario como para que conozcamos el universo íntimo de los distintos aspirantes. Incluso personajes en principio secundarios, como Eric Tso, el jefe y mentor de Harper interpretado por el notable Ken Leung, adquieren dimensiones inesperadas. Se trata de un mérito no menor para una tragicomedia audaz, incómoda por momentos, pero que va creciendo con cada capítulo en intensidad e interés.




Libros, Navidad y actores con carisma
M. A. 


(Estados Unidos/2020). creador: Joe Tracz. basada en: Dash & Lily’s Book of Dares de David Levithan y Rachel Cohn. elenco: Austin Abrams, Midori Francis. disponible en: Netflix.
“The Strand te deja completamente solo, atrapado entre las fuerzas de la organización y la idiosincrasia, y la idiosincrasia gana cada vez. En otras palabras, era mi lugar. Siempre estaba con ganas de buscar nada en particular cada vez que iba”. Eso se puede leer en el comienzo del libro de Rachel Cohn y David Levithan, editado en 2010, y cuya segunda parte fue lanzada seis años después. La serie original de Netflix creada por Joe Tracz toma esta declaración de principios sobre la popular librería, y la convierte en su punto neurálgico.
La historia está ambientada en las fiestas, y uno de sus protagonistas cree fervorosamente en la magia proveniente de la Navidad. Asimismo, el diseño de producción no le escapa a los detalles alusivos que pudimos ver en diversas series y películas, y que aquí tiene un mayor cuidado. Sin embargo, lo que busca Tracz como showrunner es abordar un vínculo ciertamente atemporal, y con una máxima que atraviesa los ocho episodios: es fácil sentirse solo aún estando acompañado, no importa la fecha.
El puntapié del relato es una propuesta –casi un salto al vacío– que lleva a cabo Lily (Midori Francis), una joven cuyos aliados casi excluyentes son los libros. En un intento por no descuidar su vida social, deja una libreta en uno de los estantes de The Strand
Dash (Austin Abrams, en camino a convertirse en un gran actor, como pudimos ver en el film Ciudades de papel, y en la serie This Is Us) encuentra la libreta de Lily, pero no por un hecho fortuito. Él está allí porque, al igual que la joven, disfruta de esa sección de The Strand como si no existiera nada más en el mundo. Si los protagonistas comienzan a comunicarse a través de esa suerte de diario–la idea inicial de la joven– es porque fueron unidos por intereses en común. En este aspecto, ambos personajes están construidos con un nivel de profundidad que no llegaría a buen puerto si no fuera por Abrams y Francis, y por algunas decisiones argumentales bien trabajadas, como la relación de Lily con su núcleo familiar, y el origen de la apatía de Dash.
De todos modos, por momentos la serie se vuelve presa de los códigos young adult, y esto se percibe en sus personajes secundarios. Desde la exnovia que regresa para dilatar la trama, hasta un viejo compañero de la secundaria cuya función es la misma, ciertos roles prototípicos funcionan más como relleno que autónomamente. Por otra parte, sin revelar demasiado, solo diremos que como la producción va construyendo en detalle el camino hacia su clímax, el encuentro cara a cara de sus protagonistas resulta un tanto abrupto. Lo meritorio es que, a pesar de trastabillar en esos puntos, Dash & Lily mantiene su encanto hasta el final.

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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