Poderoso relato sobre la violencia doméstica
M. A.
LA VIGILANTE
(EE. UU/2018). DIRECCIÓN Y GUION: Sarah Daggar-nickson. fotografía: Alan Mcintyre Smith. edición: Ben Baudhuin y Matthew C. Hart. elenco: Olivia Wilde, Morgan Spector, Judy Marte. duración: 90 minutos. disponible en: Netflix.
Para su ópera prima, la realizadora Sarah Daggar-nickson se metió de lleno en un tópico áspero que, en las manos equivocadas, puede ser un arma de doble filo. La directora estrenó La vigilante en 2018 en el festival South by Southwest, y este mes Netflix incorporó la película a su catálogo.
Protagonizada por Olivia Wilde en una indeleble actuación de muchas capas, se trata de un film que excede lo que vemos en esa primera secuencia en la que Sadie (Wilde) golpea y amenaza a un hombre si no se aleja definitivamente de la vida de su esposa, abandona la casa, y le asegura una estabilidad económica antes de irse. Sí, efectivamente estamos ante una vigilante que tiene que proteger a esa mujer vulnerable, pero el drama de Daggar-nickson (quien también escribió el guion) no es solo el relato de una justiciera.
En consecuencia, la primera escena es apenas una muestra de quién es Sadie, de cómo fue su vida hasta llegar a ese momento, y de por qué decidió adentrarse en hogares quebrados por la violencia doméstica, ejercida especialmente en mujeres y niños. Por lo tanto, la película se mueve en varias líneas temporales y, en ese aspecto, no subestima nunca al espectador, quien va observando cada etapa en la vida de una mujer rota, quien un día elige combatir el duelo personal atraviesa (completamente desgarrador y enfocado sin golpes bajos, como la mayoría de las secuencias del film) ayudando a otras víctimas a salir de esas prisiones personales.
Con dirección de fotografía de Alan Mcintyre Smith, La vigilante es profundamente sombría, gris, opaca, en la que solo ingresa la luz cuando las víctimas se reúnen en un grupo de autoayuda en el que Sadie apenas participa. Cuando lo hace, el impacto de sus palabras resuena, moviliza, inquieta.
Antes de escribir el guion, Daggar-nickson tuvo extensas conversaciones con mujeres víctimas de violencia, y muchas de ellas aparecen en su ópera prima, que ciertamente tiene un abordaje similar al cine documental, al menos antes de su último acto, en el que se erige como una película de supervivencia más cercana a un thriller que a un drama intimista. Afortunadamente, sobre el final se vuelve al interesante camino que su realizadora supo trazar, ya su objetivo primordial.
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Memorable trabajo de Michelle Pfeiffer
(EE. UU/2018). DIRECCIÓN Y GUION: Sarah Daggar-nickson. fotografía: Alan Mcintyre Smith. edición: Ben Baudhuin y Matthew C. Hart. elenco: Olivia Wilde, Morgan Spector, Judy Marte. duración: 90 minutos. disponible en: Netflix.
Para su ópera prima, la realizadora Sarah Daggar-nickson se metió de lleno en un tópico áspero que, en las manos equivocadas, puede ser un arma de doble filo. La directora estrenó La vigilante en 2018 en el festival South by Southwest, y este mes Netflix incorporó la película a su catálogo.
Protagonizada por Olivia Wilde en una indeleble actuación de muchas capas, se trata de un film que excede lo que vemos en esa primera secuencia en la que Sadie (Wilde) golpea y amenaza a un hombre si no se aleja definitivamente de la vida de su esposa, abandona la casa, y le asegura una estabilidad económica antes de irse. Sí, efectivamente estamos ante una vigilante que tiene que proteger a esa mujer vulnerable, pero el drama de Daggar-nickson (quien también escribió el guion) no es solo el relato de una justiciera.
En consecuencia, la primera escena es apenas una muestra de quién es Sadie, de cómo fue su vida hasta llegar a ese momento, y de por qué decidió adentrarse en hogares quebrados por la violencia doméstica, ejercida especialmente en mujeres y niños. Por lo tanto, la película se mueve en varias líneas temporales y, en ese aspecto, no subestima nunca al espectador, quien va observando cada etapa en la vida de una mujer rota, quien un día elige combatir el duelo personal atraviesa (completamente desgarrador y enfocado sin golpes bajos, como la mayoría de las secuencias del film) ayudando a otras víctimas a salir de esas prisiones personales.
Con dirección de fotografía de Alan Mcintyre Smith, La vigilante es profundamente sombría, gris, opaca, en la que solo ingresa la luz cuando las víctimas se reúnen en un grupo de autoayuda en el que Sadie apenas participa. Cuando lo hace, el impacto de sus palabras resuena, moviliza, inquieta.
Antes de escribir el guion, Daggar-nickson tuvo extensas conversaciones con mujeres víctimas de violencia, y muchas de ellas aparecen en su ópera prima, que ciertamente tiene un abordaje similar al cine documental, al menos antes de su último acto, en el que se erige como una película de supervivencia más cercana a un thriller que a un drama intimista. Afortunadamente, sobre el final se vuelve al interesante camino que su realizadora supo trazar, ya su objetivo primordial.
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Memorable trabajo de Michelle Pfeiffer
SALIDA FRANCESA
G. C.
(CANADÁ-IRLANDA-REINO UNIDO / 2020). dirección: Azazel Jacobs. guion: Patrick dewitt. Fotografía: Tobías Datum. edición: Hilda Rasula. elenco: Michelle Pfeiffer, Lucas Hedges, Valerie Mahaffey. duración: 113 minutos. disponible en: Flow.
Frances (Michelle Pfeiffer) es una viuda de alta sociedad venida a menos, que deja Manhattan junto a su hijo Malcolm (Lucas Hedges) para mudarse a un departamento prestado en París. Se lleva todo el dinero que le queda y a un gato que es más que una mascota.
A partir de ahí, los camique nos que podría trazar Salida francesa son múltiples: de la comedia negra al drama existencialista, todo vale con semejante punto de partida.
Y sin embargo, el camino que elige el director Azazel Jacobs a partir del guion adaptado por Patrick dewitt de su propia novela es, por decirlo de la mejor manera posible, tibio. Pierde en su planteo y puesta en escena con un personaje protagónico que está muy por encima de su mejor plano, desbalance que termina por romper la unidad argumental con una serie de altibajos que van del entusiasmo al tedio.
El punto más alto de Salida francesa está en el notable trabajo de Michelle Pfeiffer. Exacta en el gesto, en la mirada, en la palabra, la actriz dota a Frances de la cadencia precisa para llevarla adelante sin que parezca excéntrica, patética, soberbia, vulnerable, y otros tantos adjetivos que podrían calzar con su conducta. Este trabajo es uno de los más altos en la carrera de Pfeiffer quien, salvando las distancias, adopta un rictus que bien podría ser el de una moderna Bette Davis.
Alrededor de la protagonista, media docena de secundarios a la altura capitaneados por el excelente Lucas Hedges. Las escenas que juegan madre e hijo en soledad marcan los momentos más altos de la propuesta. Todo lo contrario de lo que sucede cuando el guion intenta romper (mal) con las convenciones de la historia o fuerza situaciones y subtramas que podrían haberse evitado. En la búsqueda por no caer en un melancólico lugar común pierde el rumbo.
El mayor problema de Salida francesa es que no define su camino narrativo, de hacerlo y a la sazón de su gran protagonista, podría haber llevado el resultado a un nivel muy superior. Pero no, las buenas ideas y la –por momentos– inspirada puesta en escena quedan en el medio de un tira y afloje entre actuaciones y guion, junto a un director acompañante que trata de dejar conformes a todos. Lamentablemente lo logra a medias: el que se queda con ganas de más es el espectador.
G. C.
(CANADÁ-IRLANDA-REINO UNIDO / 2020). dirección: Azazel Jacobs. guion: Patrick dewitt. Fotografía: Tobías Datum. edición: Hilda Rasula. elenco: Michelle Pfeiffer, Lucas Hedges, Valerie Mahaffey. duración: 113 minutos. disponible en: Flow.
Frances (Michelle Pfeiffer) es una viuda de alta sociedad venida a menos, que deja Manhattan junto a su hijo Malcolm (Lucas Hedges) para mudarse a un departamento prestado en París. Se lleva todo el dinero que le queda y a un gato que es más que una mascota.
A partir de ahí, los camique nos que podría trazar Salida francesa son múltiples: de la comedia negra al drama existencialista, todo vale con semejante punto de partida.
Y sin embargo, el camino que elige el director Azazel Jacobs a partir del guion adaptado por Patrick dewitt de su propia novela es, por decirlo de la mejor manera posible, tibio. Pierde en su planteo y puesta en escena con un personaje protagónico que está muy por encima de su mejor plano, desbalance que termina por romper la unidad argumental con una serie de altibajos que van del entusiasmo al tedio.
El punto más alto de Salida francesa está en el notable trabajo de Michelle Pfeiffer. Exacta en el gesto, en la mirada, en la palabra, la actriz dota a Frances de la cadencia precisa para llevarla adelante sin que parezca excéntrica, patética, soberbia, vulnerable, y otros tantos adjetivos que podrían calzar con su conducta. Este trabajo es uno de los más altos en la carrera de Pfeiffer quien, salvando las distancias, adopta un rictus que bien podría ser el de una moderna Bette Davis.
Alrededor de la protagonista, media docena de secundarios a la altura capitaneados por el excelente Lucas Hedges. Las escenas que juegan madre e hijo en soledad marcan los momentos más altos de la propuesta. Todo lo contrario de lo que sucede cuando el guion intenta romper (mal) con las convenciones de la historia o fuerza situaciones y subtramas que podrían haberse evitado. En la búsqueda por no caer en un melancólico lugar común pierde el rumbo.
El mayor problema de Salida francesa es que no define su camino narrativo, de hacerlo y a la sazón de su gran protagonista, podría haber llevado el resultado a un nivel muy superior. Pero no, las buenas ideas y la –por momentos– inspirada puesta en escena quedan en el medio de un tira y afloje entre actuaciones y guion, junto a un director acompañante que trata de dejar conformes a todos. Lamentablemente lo logra a medias: el que se queda con ganas de más es el espectador.
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