EN MEDIO DEL HORROR, LA VIDA.
Gabriel y Mariel viajaron de la Argentina a Ucrania en busca de Milan, que nació el 8 de marzo, en medio de la guerra; la familia huyó en distintos vehículos y con un clima bajo cero hasta cruzar la frontera con Rumania
Elisabetta PiquéMilan y sus padres se quedarán en Rumania hasta que el bebé pueda viajar
Milan nació el 8 de marzo en Kiev y es hijo de Gabriel y Mariel, dos argentinos de 50 años que (como muchas otras parejas) procrearon mediante maternidad subrogada, una práctica legal en Ucrania. Tras una odisea, se encontraron con su bebé en medio de la guerra.
Vimos imágenes muy fuertes ya desde ahí, en la estación. Viajamos cinco horas de tren, hicimos noche en un pueblo cerca del cruce con otras dos parejas argentinas con quienes nos volvimos ‘amigos de guerra’ –una pareja volvió con nosotros, la otra se quedó en Kiev porque su hija aún no nació– y después de cruzar la frontera, ya en Ucrania, tomamos desde Chernovtsy un tren que tenía que tardar 12 horas, que finalmente fueron 19 y que pasó por Lviv, hasta Kiev”
LVIV.– Detrás del horror de la guerra, también hay historias de vida, de amor, de arrojo. Como la de decenas de parejas argentinas que, arriesgando sus vidas, a contramano de los cientos de miles de refugiados que escapan de Ucrania, han viajado a este país invadido, arrasado, convulsionado, con una misión: buscar, en medio de las bombas, a su bebé recién nacido o por nacer por maternidad subrogada en el subsuelo de alguna clínica.
Es lo que hicieron en los últimos días Gabriel y Mariel, dos argentinos de 50 años que viajaron a Kiev para buscar a su bebé biológico, Milan, que nació el 8 de marzo pasado en medio de una guerra que ha trastocado el mundo.
“En verdad la fecha del parto estaba prevista para el 27 de marzo, pero las cosas se adelantaron. Y cuando empezó la guerra, el 24 de febrero, se nos vino el mundo encima”, contó Gabriel, quien pidió no revelar su apellido por privacidad, consciente de que se trata de un tema muy difícil e íntimo, que involucra a muchísimas parejas, no solo argentinas, sino de muchos otros países.
También llamada “alquiler de vientres”, la maternidad subrogada es una práctica no permitida en muchos países, pero legal para parejas casadas y heterosexuales en Ucrania, exrepública soviética que en los últimos años se convirtió en destino de miles de parejas que no pueden tener hijos y que aquí logran ese deseo de ser padres luego de grandes padecimientos y frustraciones.
Hay decenas de clínicas especializadas en Kiev, así como en otras ciudades de Ucrania que cuentan con aeropuerto. En estas clínicas, que son privadas y por supuesto cobran por el servicio, los futuros padres biológicos pueden hacer tratamientos varios de fertilización asistida y hallar luego las gestantes para cumplir con su deseo.
Así como durante la pandemia todo este proceso, que suele estar muy bien organizado, colapsó porque centenares de bebés quedaron esperando a sus padres que no podían llegar porque el mundo estaba paralizado, sin aviones, ahora la guerra provocó un caos similar. Y buscar a los bebés en medio de los bombardeos es una misión casi imposible, altamente de riesgo.
Para Gabriel, taxista oriundo de Rufino, Santa Fe, y Mariel, contadora del conurbano que trabaja en la parte de sistemas de una petrolera, ir a buscar a Milan fue una odisea. “Ya tengo un libro”, comentó Gabriel en diálogo telefónico desde el pueblo rumano de Suceava. Su voz sonaba feliz: ya había logrado llegar a un lugar seguro después de haber cruzado la frontera de Ucrania con Rumania en Siret junto a su mujer y Milan, y otra pareja de argentinos que también logró su objetivo de buscar su bebé.
En la parte de la frontera ucraniana los esperaban, con pasaportes argentinos provisorios para los chiquitos, la embajadora argentina en Kiev, Elena Mikusinski –con mucha experiencia en el tema, que debió evacuar la legación de Kiev, pero que sigue asistiendo a compatriotas en la frontera– y el cónsul argentino en Kiev, Yusef Saber.
“Nos sacamos el sombrero, les estamos totalmente agradecidos a ellos, así como a la Cancillería, que nos estuvo apoyando en todo momento; a los Cascos Blancos, porque fueron los primeros en varios días que nos hablaron en español; a Alina, la intérprete de la clínica; a Vitaly, nuestro chofer ucraniano, a Rumania, donde encontramos mucha solidaridad, y a las miles de parejas que conocimos en este deseo de ser padres”, contó Gabriel, que ya tuvo a Emma, de tres años, a través del mismo proceso de maternidad por subrogación en Kiev.
“Si no hubiera estallado la guerra, el plan era viajar también con ella a buscar a su hermanito, pero al final, por supuesto, se quedó con mis cuñados, que son nuestros ángeles allá en la Argentina, y con Claudia, la señora que la cuida”, precisó.
¿Cómo fue para ellos llegar hasta Kiev, ciudad bajo sitio desde hace tres semanas? Primero viajaron en avión de Buenos Aires a Fráncfort y de ahí a Bucarest, capital de Rumania. Allí, en la estación de tren desde la que partieron para acercarse a la frontera, comenzaron a ver el drama de los cientos de miles de refugiados que huyeron de la invasión.
“Vimos imágenes muy fuertes ya desde ahí, en la estación. Viajamos cinco horas de tren, luego hicimos noche en un pueblo cerca del cruce con otras dos parejas argentinas con quienes nos volvimos ‘amigos de guerra’ –una pareja volvió con nosotros, la otra se quedó en Kiev porque su hija aún no nació– y después de cruzar la frontera, ya en Ucrania, tomamos desde Chernovtsy un tren que tenía que tardar 12 horas, que finalmente fueron 19 y que pasó por Lviv, hasta Kiev”, relató Mariel. En todo ese trayecto de novela, pasaron momentos de mucho miedo.
“Debido a los bombardeos, el tren se paró en medio de la nada durante la noche, éramos seis, era todo oscuro, había mucho pánico y dos mujeres ucranianas, madre e hija, Sofía y Yura, que también iban a Kiev como voluntarias, nos contuvieron... Encontramos gente maravillosa muy solidaria”, siguió.
Si bien normalmente la clínica tiene todo organizado y suele llevar al recién nacido a un departamento donde la pareja se queda junto a su hijo todo un mes, esta vez todo fue distinto, muy complejo y peligroso. Milan finalmente no nació en Kiev, sino en la ciudad de Zhytomyr, al oeste de la capital, porque su gestante, que tiene otros niños, es oriunda de allí y tenía que estar con los chicos vista la situación.
“Parece que ahora ella no sabía si bajar al sótano o salir corriendo de esa ciudad, que también fue blanco de bombardeos... Fue todo muy difícil, de un día para el otro había una guerra y evidentemente por los nervios de todo eso se adelantó el parto. Milan logró de todos modos ser llevado a Kiev, donde, aunque la clínica no está operativa porque parte del personal también debió irse, nos asistió para la extracción, es decir, para la entrega de nuestro bebé”, dijo Gabriel.
“Llegamos a Kiev alas 15 del domingo y nos fuimos alas 7 de la mañana del día siguiente, pasando la noche en un refugio que nos indicó la clínica. No pegamos un ojo, cayeron cerca las bombas, escuchamos un montón de explosiones y el estruendo de artillería pesada, mal”, admitió.
Decisiones difíciles
Gabriel y Mariel no ocultaron el miedo en cada momento, en cada decisión que tenían que tomar, minuto a minuto, día a día. “El primer miedo fue entrar a pie, caminando, a Ucrania, con lo puesto, solo dos bolsas de supermercado, habiendo tomado la decisión de ir los dos juntos, pese que tenemos a otra hija y que era muy peligroso... De hecho, te avisan que no hay absolutamente que viajar porque es zona de guerra... Pero la verdad es que no hay ningún argentino que vive este tema que diga ‘yo no entro’ a Ucrania, sino todo lo contrario y están todos desesperados”, indicó Mariel.
“Otro miedo fue la decisión jugada de definir, una vez que teníamos ya con nosotros a Milan, si volver hacia Rumania en tren, algo considerado más seguro, pero repleto de personas intentando escapar, o en auto. ¿Qué hacés con un bebé recién nacido si se para el tren en medio de la noche con 10 grados bajo cero y atestado de gente? Así que optamos por la peripecia de volver en coche, un Skoda donde no sé cómo entramos seis, sin cinturones”, siguió.
Ahora que Mariel y Gabriel están a salvo, en Rumania, junto a Milan, a quien arroparon con los colores argentinos, todo ese espanto, ese vértigo, quedó atrás. La siguiente etapa es Bucarest, desde donde, cuando Milan alcance el peso para viajar, emprenderán el regreso.
¿Cómo se sienten? “Es inexplicable con palabras. Milan es un bebé que nació en la guerra y que transmite mucha paz. Duerme tranquilo, ya tomó su mamadera y no lo podemos creer. ¿Cómo puede ser que un bebé pueda tener tanta paz habiendo nacido en un subsuelo?”, se preguntan, aún incrédulos por lo que les tocó vivir para cumplir su deseo de tener otro hijo
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