La red de protección, de Andrea Camilleri
Fallecido en 2019, el autor italiano vuelve con su personaje Montalbano a desplegar su especial sensibilidad
José María Brindisi
Una imagen posible del detective Montalbano
Todos los ingredientes con los que Andrea Camilleri cocía sus novelas, o al menos el prolífico ciclo que protagonizara el comisario Salvo Montalbano, nos resultan harto conocidos. Pero es la misma sensación engañosa que con frecuencia despiertan –por tomar un ejemplo– determinadas expresiones musicales, como si la suma de cuatro o cinco acordes más algún condimento meramente decorativo pudiesen dar como resultado el inevitable alumbramiento de un Bob Dylan. Camilleri prueba una y otra vez que la literatura –el arte– es irreductible: podremos echar con fe o cálculo todo a la olla, pero nunca terminaremos de dar con el plato.
Nacido en septiembre de 1925 en Porto Empedocle (al oeste de la península siciliana), Camilleri fue, por cierto, un ejemplo de lo que suele denominarse “escritor tardío”, aunque dicho mote habría que aplicárselo solo a su faceta de novelista. En rigor, mientras desarrollaba su carrera de guionista y director de teatro y televisión (para la que entre otras cosas adaptó al inspector Maigret de Georges Simenon, detalle nada menor), publicó un par de novelas, entre ellas Un hilo de humo, cuya importancia reside en esencia en que inaugura la pequeña ciudad de Vigata como el espacio en el que ambientará la mayor parte de su obra. Recién a comienzos de los años 90 –es decir, cuando se acercaba a los setenta años– Camilleri de dedica de lleno a la narrativa, y es más que probable que en aquella decisión haya tenido bastante que ver el inesperado suceso de La temporada de caza, uno de los libros en los que pone el foco en la Sicilia rural y en la que acaso fuera su víctima predilecta: la aristocracia. Dos años más tarde, en 1994, da vida al comisario Montalbano, un éxito rotundo al que dedicará nada menos que una treintena de libros y al que ni siquiera la pérdida de la vista obligará a abandonar. Camilleri murió en julio de 2019, apenas unos meses antes que su colega el brasileño Rubem Fonseca, nacido el mismo año que él y enorme renovador del género policial, con quien las notorias diferencias estilísticas que los separaban podrían hacernos olvidar de ciertas profundas conexiones éticas y hasta filosóficas.
El comisario Montalbano es uno de esos policías de pueblo que se asemejan a los viejos médicos de familia. Aunque parezca siempre apurado, aunque pierda la paciencia a cada rato, nada le es ajeno, ningún recoveco del alma humana, ni siquiera sus manifestaciones más equívocas o contradictorias.
La red de protección –publicado en Italia en 2017– es el penúltimo eslabón de su larguísima cadena; ostenta la particularidad de que al menos en apariencia no contiene crimen alguno, y si irrumpe un arma lo hace recién en mitad de la novela. Esta transcurre, en todo caso, sobre dos ejes, se diría que bastante poco policíacos: unas filmaciones antiguas que solo muestran un trozo de pared y el pueblo entero reconvertido en una escenografía de los años 50 para una serie de televisión. El punto de contacto entre ambos es el pasado, al que Camilleri observa –desde los ojos de su protagonista– con una suerte de ambivalencia, en la que el contraste con el presente ofrece diversas capas de sentido. El medio tono de comedia, tan característico de su autor, le permite una vez más abordar con sutileza lo sombrío, e incluso lo siniestro, y asimismo los límites de la compasión.
PÁGINAS 272
2249 $
El primer parentesco obligado de Camilleri es con Manuel Vázquez Montalbán –y su detective Pepe Carvalho–, a quien como es sabido decidiera homenajear desde el apellido de su comisario-emblema. Montalbano se asimila a Carvalho tanto en el modo escéptico de transitar el mundo como en la agudeza con que, antes que resolver enigmas, se sumergen en las profundidades o abismos de los hombres. El mismo inconstante árbol genealógico debería incluir en carácter de primo de Camillieri al cubano Leonardo Padura, o más bien a su detective, Mario Conde. Y desde luego a Sciascia, todavía dentro del género; y fuera de él, a Pirandello. Con todo, la línea del policial negro no tan negra, menos efectista y más humana, parece remitir siempre a ese otro policial blanco no tan blanco que fue Chesterton con su Padre Brown, tío primero o segundo o tercero de todos ellos, incluido ese inusual hallazgo que fue, en la pantalla chica y en la piel de Peter Falk, el inolvidable detective Columbo.
Camilleri resulta, en su engañosa sencillez, imperceptiblemente único; uno de esos escritores que alcanzan para despejar la confusión que suele darse en literatura entre originalidad y singularidad cuando se convierte ambos términos en sinónimos. La originalidad es un valor, sí, pero relativo y en ocasiones meramente superficial; la singularidad es, como señalaran los rusos un siglo atrás, un procedimiento, un recorrido. Camilleri fue un escritor notable porque supo, con un puñado de notas familiares, construir sus modestas y singulares –pero nada originales– sinfonías.
La red de protección
Andrea Camilleri
Salamandra
Trad. Carlos Mayor
Páginas 269 /
$ 2999
La red de protección, de Andrea Camilleri
El primer parentesco obligado de Camilleri es con Manuel Vázquez Montalbán –y su detective Pepe Carvalho–, a quien como es sabido decidiera homenajear desde el apellido de su comisario-emblema. Montalbano se asimila a Carvalho tanto en el modo escéptico de transitar el mundo como en la agudeza con que, antes que resolver enigmas, se sumergen en las profundidades o abismos de los hombres. El mismo inconstante árbol genealógico debería incluir en carácter de primo de Camillieri al cubano Leonardo Padura, o más bien a su detective, Mario Conde. Y desde luego a Sciascia, todavía dentro del género; y fuera de él, a Pirandello. Con todo, la línea del policial negro no tan negra, menos efectista y más humana, parece remitir siempre a ese otro policial blanco no tan blanco que fue Chesterton con su Padre Brown, tío primero o segundo o tercero de todos ellos, incluido ese inusual hallazgo que fue, en la pantalla chica y en la piel de Peter Falk, el inolvidable detective Columbo.
Camilleri resulta, en su engañosa sencillez, imperceptiblemente único; uno de esos escritores que alcanzan para despejar la confusión que suele darse en literatura entre originalidad y singularidad cuando se convierte ambos términos en sinónimos. La originalidad es un valor, sí, pero relativo y en ocasiones meramente superficial; la singularidad es, como señalaran los rusos un siglo atrás, un procedimiento, un recorrido. Camilleri fue un escritor notable porque supo, con un puñado de notas familiares, construir sus modestas y singulares –pero nada originales– sinfonías.
La red de protección
Andrea Camilleri
Salamandra
Trad. Carlos Mayor
Páginas 269 /
$ 2999
La red de protección, de Andrea Camilleri
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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