Un clon del manzano de Newton, tesoro mimado del Instituto Balseiro
Llegó a Bariloche en 1980 y recientemente fue reproducido en un trabajo conjunto entre la institución y la Universidad Nacional de Cuyo, que dio cuatro plantas
Paz García PastormerloEn el Balseiro, el clon de 1980 del manzano recibió un tratamiento que lo rejuveneció
SAN CARLOS DE BARILOCHE.– Mariano Cantero observa el árbol con la certeza de estar frente a un tesoro. Se acerca, toma algunas ramas y muestra con orgullo los nuevos brotes. Incluso baja unas manzanas para compartir. El árbol es un clon del manzano que inspiró a Isaac Newton durante el desarrollo de la ley de gravitación universal: llegó al Instituto Balseiro en 1980 y fue reproducido recientemente.
Hijo de un ingeniero agrónomo, Cantero es ingeniero nuclear y desde 2019 dirige el Balseiro. Esa institución educativa emblemática –entre sus egresados figuran Juan Martín Maldacena, Conrado Varotto, Héctor Otheguy, Leo Falicov y Karen Hallberg– se creó en 1955 a través de un convenio entre la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) y la Universidad Nacional de Cuyo (Uncuyo).
Desde 1980, alumnos, profesores e investigadores conviven en el predio del instituto con el famoso “manzano de sir Newton”. Sin embargo, desde su llegada a estas tierras, el cuidado y el mantenimiento del árbol quedaron un poco librados a la naturaleza y al azar.
“Además de que crecí con un ingeniero agrónomo y de que me gustan las plantas, mi interés tiene que ver con que esto es historia. Soy egresado del instituto, que es un lugar que te marca a fuego. A mí me corresponde, entre otros, el deber de velar por el patrimonio del instituto y no puedo dejar que este árbol se seque o corra peligro”, señala a la nacion Cantero.
Fue la responsabilidad la que lo llevó a entrar en contacto con los profesionales de la Uncuyo para iniciar un cuidado programado y la reproducción del legendario árbol.
Las gestiones para obtener un “retoño” del manzano de Newton –de la variedad Flower of Kent– las inició en 1979 el por entonces presidente de la CNEA Carlos Castro Madero. A mediados de 1980 llegarían a Buenos Aires finalmente tres gajos o esquejes del legendario árbol inglés. A pesar de las dudas sobre si se adaptarían o no, funcionaron las tres plantas: las partes de arriba de esos árboles son clones del manzano de Newton y las partes de abajo son raíces o sistemas radiculares de otra especie mucho más adaptada a esta zona.
Una de las tres plantas es la que hoy está en el Instituto Balseiro en Bariloche; otra se encuentra en el Laboratorio Tandar de la CNEA, en Villa Maipú, y otra está en la sede central de la CNEA, sobre la Avenida del Libertador, en la Capital.
Preservar
“La idea de preservar el manzano de Newton en Bariloche surgió hace mucho tiempo, a mediados de la década de 2000. Luis Marti, un exdecano de Agrarias de la Uncuyo, viajó al Balseiro, lo vio y siempre quiso que hubiera alguna relación entre el instituto y la Facultad de Ciencias Agrarias para la manutención de ese manzano. Sin embargo, no se dieron las condiciones hasta hace poco. Mariano Cantero estaba en la misma sintonía y ambas instituciones decidieron avanzar en ese camino. Como primer paso, lo declaramos patrimonio. Y luego, en 2021, hicimos un viaje a Bariloche junto con la decana de la facultad, María Flavia Filippini, y el profesor titular de Fruticultura, Miguel Ojer, para ver cómo estaba el árbol. No le habían hecho casi ningún mantenimiento en casi 40 años”, cuenta Rodrigo López Plantey, secretario de Investigación, Internacionales y Posgrados de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Uncuyo.
Con mucha delicadeza, los tres ingenieros agrónomos comenzaron la poda y aplicaron tratamientos fitosanitarios para que no se infecte el árbol. También solicitaron permisos al Senasa para tomar material del manzano, que luego se llevaron a Mendoza para poder reproducir el ejemplar de forma no sexual, es decir, a través de la clonación.
López Plantey expuso la posibilidad de realizar un estudio filogenético: “Están todas las cartas que muestran cómo llegó el manzano a la Argentina, antes de la Guerra de las Malvinas. La trazabilidad histórica demuestra que es realmente el manzano de Newton, pero creo que estaría muy bueno poder certificarlo, a su vez, con el perfil de ADN. Me estoy encargando ahora de hacer las tratativas en Inglaterra, para que me envíen la parte genética de ellos y poder compararla con la parte genética de acá”. El ingeniero agrónomo y docente también buscará determinar si, por haber estado en Bariloche, el ADN del manzano sufrió algún efecto del ambiente.
El año pasado, durante su viaje, el equipo de la Uncuyo encontró un árbol muy envejecido. A su regreso a Mendoza, con el material que recolectaron, buscaron reproducirlo de dos maneras: una in vitro y otra más tradicional, que es como se generó el manzano que hoy está en el Balseiro de Bariloche, injertando yemas sobre algún pie vegetal. Las ramas más jóvenes fueron utilizadas en secciones para ser injertadas sobre pies, denominados “MM111”.
Hicieron 50 plantas y solo obtuvieron 4 por lo envejecido que estaba el material genético. En agosto o septiembre de este año volverán a podarlo y a tomar material joven, para poder generar más árboles.
“Los cuatro árboles que reprodujimos ahora los hicimos sobre un pie vigorizante, que va a formar más árbol decorativo y no productivo. La idea no es hacer manzanas, sino un árbol de ciencia”, agrega López Plantey. Uno de los cuatro clones viajó en avión de Mendoza a Buenos Aires y desde el 10 de abril está plantado en el Parque de las Ciencias del Conicet, en Godoy Cruz y Paraguay.
Otro irá al jardín botánico de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Uncuyo, y los otros dos están a disposición de la CNEA y la universidad cuyana. Hay, de hecho, una lista de múltiples instituciones que quieren tener su propio manzano de Newton.
Si bien suele hablarse de “retoños del manzano de Newton”, los ingenieros agrónomos explican que, en realidad, se trata de clones con el mismo ADN del manzano original en su tronco y copa. “Un retoño es un hijo, debe haber cruzamiento de gametas. En este caso no hay nada de eso. Las plantas tienen la capacidad regenerativa, entonces uno saca una yema y tiene la capacidad de generar un individuo aparte. Entonces, en realidad, es un clon. Genéticamente es lo mismo. Y también cronológicamente, la edad de esas células es la misma que la del árbol original. Por eso es productivo enseguida, no pasa por juventud ni nada, son células ya desarrolladas”, explica López Plantey.
Partido por un rayo en 1814
Al manzano de la madre de Newton, en Woolsthorpe, lo partió un rayo en 1814. Como pensaron que el árbol se moriría por esa rotura, cortaron un gajo y lo plantaron en el jardín del castillo de Lord Brownlow, en Belton. Sin embargo, el árbol original se recuperó. Y eso se sabe por los sucesivos cuadros que se pintaron allí: a lo largo de los años, se ve el manzano sano, luego aparece quebrado, después con un rebrote y finalmente, con una rama torcida.
En Inglaterra siguen estando el manzano de la madre de Newton, el del castillo de Brownlow y el del centro de investigación East Malling Research Station, en Kent, el encargado de propagar, en 1940, el clon de Benton. Ese mismo instituto de investigación hortícola y agrícola es el que envió en 1980 los tres clones a la Argentina.
“Lo más lindo de todo esto, además, es que cuando Newton se inspira y genera toda la teoría fue durante la epidemia de la peste bubónica. Se recibió, pero tuvo que dejar Cambridge y se fue a encerrar en la casa de su madre, que tenía el manzano en su parque. Más de 350 años después, nosotros hicimos todo esto en medio de una pandemia. Cerraron tantos ciclos que te movilizaba muy por dentro”, afirma López Plantey.
En la aldea donde vivía su madre, el joven Newton pasó 18 meses: en ese tiempo revolucionó la matemática, la mecánica, la ciencia de la óptica y el entendimiento sobre el funcionamiento de los astros. Si bien la anécdota mil veces escuchada sobre la manzana cayendo sobre la cabeza de Newton no es cierta, sí es cierto que en esos jardines ideó la noción de la gravitación universal tras observar la caída de una manzana.
Siglos después, el manzano sigue siendo especialmente relevante para los hombres de ciencia. La experiencia con el manzano de Newton y lo que todo el proceso generó ha sido muy movilizante para los protagonistas. “Las vueltas de la vida me terminaron dando este placer, que es también una responsabilidad. Cuando lo estaba podando, no quería mandarme ninguna macana. Soy un apasionado de la ciencia, esto es un regalo de la vida. Nunca me imaginé poder participar de algo así”, dice López Plantey.
También para Cantero estos sucesos resultan sumamente gratificantes. El director del Balseiro todavía recuerda cuando, en plena pandemia, cuando pocas personas prestaban atención al clon del manzano de Newton, él mismo cosechaba sus manzanas y le quitaba la nieve que se acumulaba en sus ramas. Ahora se enorgullece de este reverdecer.
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