Parecen... pero no son. Fachadas porteñas que esconden grandes experiencias
Al entrar a Cacho Rotisería, en Palermo, sorprenden una terraza, un boliche y una barra de tragos
Bailar con luces de boliche en una rotisería, degustar sushi en una antigua tintorería japonesa o almorzar en una iglesia son algunas originales propuestas gastronómicas escondidas en la ciudad
Vivian Urfeig
Almorzar en una iglesia, tomar un trago en un edificio patrimonial, comer sushi en una tintorería o bailar en una rotisería después de cenar tortilla de papas y otras minutas. Buenos Aires no deja de sorprender con propuestas gastronómicas escondidas detrás de fachadas insólitas. Telones, velos que se corren para dar lugar a otros escenarios urbanos. Detrás de las paredes que atesoran historias de otros tiempos, otros usos y funciones, hoy se puede vivir la experiencia de sentarse a comer en un sitio que cambió de piel.
Detrás de la clásica fachada, espera una gran terraza donde pueden comerse delicias en Cacho Rotisería
Como la madriguera que se transforma en túnel cuando Alicia persigue al conejo blanco, estos espacios revelan identidades paralelas a través de persianas, cortinas, ascensores de última generación o portones de una iglesia protestante luterana.
Porteñidad en Palermo
Si el plan pide minutas, comida porteña y de todos los tiempos, en Cacho Rotisería hay porciones abundantes de tortilla de papas, milanesas de ojo de bife con hueso y bombas de papa. La estética de los 80 es generosa: balanza de carnicería, sifones, vino en pingüino. Pero lo que a simple vista se lee desde la calle como una rotisería al paso implantada en un PH de Palermo cambia rotundamente al traspasar la cortina de tiritas plásticas típicas de almacén. Una gran barra coronada con bolas de espejos transforma el espacio en un bar disco, la Uat (la boite).
Como un homenaje al tío de Sebastián Atienza que murió en 2019, los socios de Cacho Rotisería no dudaron en bautizar el local con su nombre, que además es sinónimo del “típico porteño de los 80″, según explica Camila Bozzarelli, la encargada de Cacho Rotisería. Atienza diseñó la carta y los tragos del lugar con guiños a los personajes de la tele de esa época. Por eso, detrás de la cortina de almacén se suceden instantáneas de los 80. Letras en neón, butacas de colectivo a modo de asientos, manteles plastificados. Y frases. Las frases de la farándula que quedaron grabadas en la memoria colectiva. “El decorado se calla” (Moria Casán), “Yo hago ravioles, ella hace ravioles” (Esperando la Carroza), “Carta documento” (Zulma Lobato), entre otras, se mezclan en la escalera que lleva a la terraza. Allí también hay una barra, donde Atienza reversiona tragos de los 80 y los 90. El Esperma de Pitufo, el Piel de Iguana o el Sex on the Beach se toman revancha. Con licores y tinturas de producción propia, los tragos y los sabores texturados de la carta se suman a un servicio descontracturado. Inspirado en Mau Mau, la icónica discoteca de la noche porteña, la diseñadora Eme Carranza ambientó cada rincón de Cacho Rotisería con detalles que evocan a ese templo de la noche que cerró a mediados de los 90. Azulejos blancos y negros para la zona de delivery, solados que recuerdan las líneas de las pelotas de goma tipo pulpo, pupitres y bancos de escuela, revestimientos vintage y vasitos de vidrio, para el vermú con soda. En Thames 1627.
Detrás de la cortina de tiritas plásticas, en Cacho Rotisería hay también un disco-bar con barra de tragos
Sushi en la tintorería
En una esquina de Villa Crespo la fachada de la tintorería Yafuso se ve tal cual fue soñada 33 años atrás. Con las letras en dorado y una antigua plancha a vapor industrial a un costado. Pero en vez de perchas con sacos y pantalones ahora el espacio lo ocupa un reconocido sushiman –hijo del tintorero– que con pocas mesas ya logró posicionarse en la escena local. El local es mínimo, pero se respira aún la huella de la tintorería original. Con la cocina a la vista, la plancha donde se cocina el pescado funciona como un guiño a la tradición familiar.
La fachada de Tintorería Yafuso, donde actualmente ofrecen sushi, se mantiene como hace 33 años
En Yafuso, donde antes había perchas y pantalones hoy hay una barra y un sushiman
Sabores nórdicos en la Iglesia
Los ladrillos rojizos de la iglesia sueca contienen la capilla y el púlpito de 1945 intactos, además del órgano y los vitrales. Pero detrás del imponente portón de madera con incrustaciones de hierro forjado hoy se puede degustar salmón ahumado, lachas y papas a la crema, alguno de los platos típicos que se preparan en el Club Sueco, el restaurante que funciona en Azopardo 1428.
El restaurante que llevan adelante Martín Varela Moyano y Nancy Sittmann en el templo religioso luterano de San Telmo propone un recorrido por 15 delicias típicas de Suecia. Desde el gravlax (salmón marinado con eneldo), las Kotbullar (albóndigas de carne con jalea de grosellas) y las Jansson Frestels (papas a la crema con cebolla y anchoas) a los rolls de canela y puré de manzana con crocante. Aquí se activan todos los sentidos. Inmersos en el salón contiguo a la nave de la capilla y luego de atravesar un jardín exquisito, se puede adivinar el sonido del órgano construido por Santiago Poggi, tercera generación de especialistas.
Detrás de la iglesia sueca, se esconde un restaurante donde es posible degustar delicias nórdicas
Gravlax (salmón marinado con eneldo), Kotbullar (albóndigas de carne con jalea de grosellas) y Jansson Frestels (papas a la crema con cebolla y anchoas), los hits del menú en el Club Sueco
La Iglesia Sueca fue proyectada por el arquitecto Suizo-argentino Edmund Klein y su construcción estuvo a cargo del ingeniero Kjell Henricksen. Fue refugio de marineros suecos que acudían por el servicio pastoral y luego, un centro cultural. Mientras la degustación avanza, Martín y Nancy cuentan la historia del cuadro del altar que fue pintado en Estocolmo y representa a Jesús convocando a los primeros apóstoles, todos ellos pescadores.
El púlpito también llegó de Suecia en barco. Fue diseñado y construido por Erik Lundberg, arquitecto sueco. La campana que Daisy Mellberg donó a la iglesia y que cuelga en el hall de entrada tiene su propio relato. “Daisy estaba buscando un regalo para su esposo, un capitán de navío jubilado. La vio en un anticuario y la compró, sin darse cuenta que tenía grabada una frase: Si Brodin 1944. La primera vez que su marido ocupó el cargo de comandante había sido justamente en ese barco”, explican los responsables de preservar sabores milenarios, relatos fundacionales y transformaciones. “La mayoría queda fascinada con la historia. Una de las mesas más reservadas es la de la cabecera del salón, porque se aprecia el cuadro del puerto de Estocolmo, firmado por Gottfrid Kallstenius en 1924″, señala Varela Moyano.
Cava en la terraza del Comega
Subir por el ascensor hasta el piso 15 del Edificio Comega, uno de los primeros edificios racionalistas porteños, es emprender un viaje veloz hacia atardeceres panorámicos y horizontes XL. San Nicolás también tiene una perlita guardada en altura; Piso 15 Sky Bar, coctelería de autor y cava de puros en una terraza privilegiada de avenida Corrientes 222. Imponente, el edificio Comega encabeza la lista de los primeros edificios modernos construidos en el país. De estilo racionalista, sus 21 pisos fueron una hazaña en altura que en 1933 proyectaron los arquitectos Enrique Douillet y Alfredo Joselevich para la Compañía Mercantil y Ganadera S.A. Sinónimo de eficiencia, sus 88 metros de altura lo posicionaron como el primer rascacielos de hormigón armado de la ciudad. Será por eso que su fachada revestida en piedra travertina y el hall en doble altura resultan tan impactantes como sus materiales nobles: mármoles pulidos, acero inoxidable y maderas. Las sensaciones se suceden: la batería de cinco ascensores rápidos está programada para minimizar los tiempos de espera y agrupar viajes por destino. Así, llegar hasta el piso 15 lleva apenas unos segundos.
El edificio Comega, sobre la Av. Corrientes, guarda un deslumbrante bar en el piso 15
Piso 15 Sky Bar deslumbra con vistas panorámicas de la ciudad
Con vistas panorámicas a Puerto Madero, el Obelisco y el río, Vuelta Abajo completa la experiencia con una cava de puros dentro de Piso 15 Sky Bar. El mundo del tabaco, las catas de chocolates y vinos y los tragos del bartender Matías Granata dejan su impronta en plena city porteña. Nicolás Weil, el dueño de la cadena, cuenta que las claves del espacio son la gran pared vidriada y la cubierta electrónica, un techo corredizo que transforma la terraza en un exclusivo salón suspendido en altura. “Cuando descubrí este lugar no lo dudé: es ideal para los sibaritas”, subraya Weil.
Detrás de las fachadas, a través de los portales. La ciudad invita a descubrir espacios y conocerlos por dentro. En todos los barrios hay ejemplos. Dimensiones urbanas que revelan su segunda piel, listas para dejarse conquistar.
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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