Voto 2023: menos histrionismo y más gestión
— por Pablo Sirvén
Semana de “gélidos” lanzamientos electorales: nuevo amague de Alberto Fernández, desde la Antártida; Horacio Rodríguez Larreta, más formal, desde Santa Cruz.
Al montarse ambos dirigentes en paisajes bonitos, solo para apuntalar y realzar sus palabras, el afán decorativo es lo que prevalece. Acciones meramente extractivistas: van al sur en busca de potenciar sus imágenes, pero no logran más que efectos epidérmicos y declamaciones previsibles. No calan hondo.
No es una falencia achacable únicamente a Fernández y Larreta. La dirigencia argentina se siente cómoda en llenar sus relatos de generalidades. Es eso o confrontar con adversarios de su propio bando o del contrario, con la excusa de la grieta, que es como hablar de la nada misma. El Presidente y el jefe autónomo de CABA podrían haber logrado los mismos resultados sin moverse de Buenos Aires. Se ahorraban el alto gasto que implica trasladarse tan lejos con solo utilizar un croma (técnica audiovisual que permite reemplazar un fondo verde por imágenes fijas o en movimiento, en este caso de la Patagonia y del sector antártico). Además, ese tiempo ganado lo podrían haber dedicado para gestionar y resolver tantos temas pendientes de sus respectivos distritos, que es para lo que fueron exclusivamente votados. Convertirse en meros personajes histriónicos no mejora las cosas. Pueden llamar la atención un rato, pero nada más.
Porque el problema esencial de la Argentina se podría resumir en uno solo: falta de gestión. Estamos como estamos porque no se gestiona o se gestiona mal. En vez de asumirse como responsable de pésimas políticas, la clase dirigente se retroalimenta a sí misma, como un organismo autárquico que se mira el ombligo e ignora lo que sucede afuera de su torre de cristal. Cada vez más pendientes de las reacciones del mundo virtual que de las del real, sin darse cuenta de que en ese ámbito pierden carnadura y se convierten en caricaturas.
Se autocelebran con piezas marketineras y vacuas o producen contenidos ásperos para las redes sociales y los medios militantes contra el bando contrario, extrapartidario o de su propia coalición. Eso es todo.
Paradójicamente podría decirse que en este plano no hay grieta alguna: la cumbre nocturna en el PJ, la excursión antártica del Presidente, el lanzamiento en grageas de Larreta y el tenso hilo de Patricia Bullrich, que plantea que no hay diálogo posible con el kirchnerismo, coinciden en mirarse solo a sí mismos, en algunos casos con intención de embellecerse, aunque puedan quedar en ridículo; en otros, mostrándose aguerridos con sus adversarios de adentro y de afuera. Actores contrapuestos de una misma mediocre obra de teatro.
Es un gran problema que los políticos, oficialistas o de la oposición, pretendan ser tenidos en cuenta solo a partir de acciones mediáticas que lucen rancias y descolocadas.
En 1983, con David Ratto a la cabeza de un grupo de creativos, Raúl Alfonsín llevó adelante una campaña publicitaria precisa y austera, con hallazgos como el saludo/abrazo, uniendo sus manos y la identificación de sus iniciales personales (“RA”) con las de la República Argentina, con fondo celeste y blanco. “Ahora Alfonsín”, se repetía entonces y la propaganda era apenas un auxiliar de un enorme candidato lleno de propuestas. Al revés (publicidad enorme para candidatos pequeños o a los que les faltan varios golpes de horno, escasos de ideas) no termina de funcionar.
En tiempos de vacas flacas, como los que transitamos desde hace años, un marketing elemental de fotos posadas y videítos, del todo desconectados del sentir de la sociedad, se vuelve irritante y contraproducente. Olvidan que mientras dan rienda suelta a sus juegos narcisistas, los sectores más humildes sufren restricciones desesperantes por la inflación y la falta de trabajo o perciben ingresos paupérrimos, en tanto que en las clases más acomodadas se ahonda el fastidio por las constantes trabas a su espíritu emprendedor, por tener que achicar su estándar de vida y por la creciente presión tributaria. Peor aún: el electorado más joven se muestra totalmente impermeable a este tipo de packaging que atrasa. En el mejor de los casos, si acaso le prestara atención, es solo para consumo irónico.
Otra vez, Larreta y Patricia Bullrich se posicionan en extremos opuestos y desean ser percibidos como el dialoguista a ultranza y la intransigente que no habla con el enemigo. La grieta es un entretenimiento malsano en el que seguimos empantanados. No avanza para ningún lado.
Salir de esa trampa cuanto antes no significa abrazarse con el primero que pase. Se trata, simplemente, de hacer andar como corresponde al sistema democrático, que fue diseñado para que interactúen fluidamente oficialismos y oposiciones, más allá de sus naturales diferencias
Los publicitarios de los candidatos se lucen más que ellos al elaborar atractivas cáscaras con poco contenido
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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