El misterioso edificio sin uso construido por Perón y donde se entrena la policía
Es un mito entre los vecinos, que lo toman como un símbolo del barrio; es un esqueleto de 16 plantas abandonado
Mauricio GiambartolomeiLa estructura está en Barracas, donde predomina la actividad fabril
La autopista 9 de Julio sur divide dos realidades en un mismo barrio. De un lado, la modernidad y el avance inmobiliario retratado en los edificios de diferentes alturas; del otro, galpones donde funcionaban fábricas, casas bajas y una zona industrial que fue albergando usos residenciales, donde el desarrollo parece más postergado. Los 16 pisos rectangulares, grises, abandonados, de una mole que ya es un símbolo de esa parte de Barracas confirman ese matiz, aunque, para algunos paisanos del barrio, la estructura en decadencia ya es como un prócer en decadencia.
El edificio está ubicado en Olavarría y Vieytes, en la comuna 4. Es la única construcción en altura de una zona fabril que tiene algunos galpones vacíos, pero aún con una fuerte actividad industrial y recuerdos de una impronta ferroviaria a la vera de las vías del tren Roca.
Desde los trenes puede verse el elefante blanco de Barracas, construido en los años 40 durante la primera presidencia de Juan Domingo Perón; también desde los autos y colectivos que circulan por las avenidas cercanas y que rodean el Parque España y los hospitales Borda y Moyano.
Quince pisos y una terraza componen el esqueleto de hormigón que está abandonado desde hace décadas y que fue pensado como hospital y oficinas públicas. Las historias varían según los recuerdos de los vecinos más antiguos y eso no hace más que acrecentar el mito. Se dice que el edificio no se utilizó como centro de atención médica porque las camillas no giraban en los pasillos por un error de cálculo; también se dice que las oficinas, en realidad, eran viviendas de un plan hipotecario que nunca prosperó; se dice que fue un emprendimiento privado que quebró y dejó el proyecto sin terminar. Todo forma parte del anecdotario barrial.
Sin utilidad desde que quedó en desuso, el edificio se convirtió en un centro de entrenamiento de las fuerzas de seguridad, que aprovecharon las dimensiones y los espacios para realizar diferentes capacitaciones. Fuentes de la Policía Federal Argentina (PFA) confirmaron que allí se realizan “ejercicios de papel para rescate” con los uniformados desplegándose con sogas por entre los pisos para simular situaciones de tomas de rehenes o similares. Algunos vecinos recuerdan ver estas acciones en sus habituales caminatas por la zona.
También las cuadrillas de bomberos suelen verse por entre los pisos, situaciones que para los vecinos de la zona son habituales y forman parte de la dinámica del barrio. “Hacen ejercicios, van colgados con sogas por la estructura, suben y bajan, hacen rapel por las paredes. Es bastante impresionante”, confirma Shela Estévez, que vive a pocas cuadras del edificio desde hace 15 años.
“Es una mole espantosa, a nadie le gusta tener eso ahí –afirma la vecina–. Acá estamos en el Barracas viejo, con una identidad muy clara. El edificio es el único en altura, lo cual lo deja más en evidencia; porque si hubiese otros edificios alrededor, no sería tan llamativo”.
Parte del paisaje
El viejo edificio molesta, pero ya es parte del paisaje. El misterio envuelve el predio de 1400 metros cuadrados y cada centímetro del hormigón que ya muestra signos de deterioro. Hay rajaduras, mampostería que se cae en las casas linderas y preocupación por el destino de la estructura.
La Junta de Estudios Históricos de Barracas no cuenta con información precisa. Tampoco la Dirección General de Patrimonio, Museos y Casco Histórico de la ciudad de Buenos Aires. Quien tiene la llave del candado que abre las puertas forma parte del mito del edificio peronista.
“Nunca fue un lugar de abandono, feo. La gente lo toma como un hecho cultural porque el barrio está emplazado en la zona donde hubo y hay producción nacional, con muchas fábricas. No es un monumento, pero la gente lo toma como tal. Es como tener un prócer arriba de una piedra”, resume Carlos Cantini, que hasta 2020 tenía un café, La Flor de Barracas, a una cuadra del edificio.
“Es un símbolo del barrio: algunos tienen un prócer a caballo, acá tenemos el edificio –suelta–. No produce nada negativo, al contrario, es un generador de historias y anécdotas para todos los vecinos que no importa si son ciertas o no, son parte del mito. Algunos dicen que fue pensado para un hospital, algo lógico porque en cada galpón podía haber hasta 2000 trabajadores”.
Discos y youtubers
El ¿hospital? malogrado, además de ser un espacio de entrenamiento para las fuerzas policiales, fue protagonista de intervenciones artísticas y tapas de discos, por ejemplo, Amor y Capitalismo, de Jorge Luis Latini, un vecino del lugar. También suele ser utilizado por influencers, youtubers y exploradores de sitios abandonados para generar contenidos que luego son reproducidos en redes sociales.
“La gente del barrio no le da bola, nadie lo mira, ya está incorporado a la mirada del vecino. Mucho no se habla, pero hay algunas quejas de la gente que vive en las casas linderas porque caen restos de la estructura, que se va degradando”, describe Rodrigo Basgall, que vive desde hace 40 años a dos cuadras del edificio. “No es una molestia por la inseguridad porque no tenemos indicios de que pueda ser tomado, nunca ocurrió algo parecido. A veces se ve entrar gente que tiene la llave del candado”, agrega desde su taller de herrería.
Vigoroso, pero obsoleto, el esqueleto de los años peronistas seguirá estando allí como parte de colectivo urbano de la Barracas fabril y productiva. Del lado de la autopista que parece no despegar hacia la modernidad y el desarrollo, anclado en el tiempo, con una mirada por momentos nostálgica de un tiempo que ya pasó. Pero que dejó huellas.
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