lunes, 20 de febrero de 2023

PATRIMONIO


Ilustro para no olvidar: memoria de una Buenos Aires en extinción
El proyecto de la arquitecta Natalia Kerbakian, que dibuja edificios y casonas centenarias demolidas y en riesgo, cuenta con la colaboración de los vecinos en las redes
Daniel GigenaCasa Beiró, que perteneció a un dirigente de la UCR, en Villa Devoto
No hace falta ser un flâneur para darse cuenta de que el patrimonio arquitectónico de la ciudad de Buenos Aires está en riesgo. Desde junio de 2022, la arquitecta Natalia Kerbakian lleva adelante el proyecto “Ilustro para no olvidar”, que registra mediante dibujos en tinta negra y coloreados con acuarelas o en forma digital casas, casonas y edificios centenarios en vías de extinción. En Facebook (Ilustro para no olvidar), Twitter (natzkerba) e Instagram (@ilustroparanoolvidar) comparte dibujos, fotografías e información sobre los inmuebles. “Soy una ciudadana de Buenos Aires que honra y registra el patrimonio demolido y en riesgo, ilustrándolo –se define–. Crecí en una familia armenia, en la que el sentimiento de honra cultural y las memorias siempre estuvieron presentes”.
“Como arquitecta, siempre me interesó repensar el espacio habitado ya existente: comprender y traducir en arquitectura las necesidades actuales, físicas y emocionales de quienes lo viven y precisan ese cambio –dice a la nacion–. Me especialicé en Investigación Proyectual con orientación a viviendas, con el doctor arquitecto Jorge Sarquis en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires”. Su proyecto es a la vez un registro detallado y una señal de alerta.
En la ciudad de Buenos Aires sigue vigente la ley de promoción especial de protección patrimonial –sancionada en 2009– para aquellos inmuebles cuyos planos hayan sido registrados antes del 31 de diciembre de 1941. No obstante, hecha la ley, hechas las excepciones a la ley. A mediados de 2022, solo 3195 inmuebles porteños formaban parte del catálogo definitivo de edificios protegidos, mientras que otros 3875 figuraban en un catálogo “preventivo”.
“Ilustro para no olvidar” nació en junio de 2022 cuando Kerbakian vio los escombros de las casonas de Olazábal y Vidal, en Belgrano, que databan de 1880. “Las ilustré casi instantáneamente por la necesidad imperiosa de llenar el vacío que causaban –recuerda–. Se ve que esa manifestación sensible en forma ilustrada resonó en muchísimas personas que observaban lo mismo y vivían a diario la pérdida repentina de cientos de arquitecturas estimadas y en buen estado, por lo que el proyecto se expandió”. Hasta ahora lleva dibujadas casi cien casas y edificios.
“Siento una necesidad interna de compartir la insoportable, absurda y vergonzosa destrucción de patrimonio arquitectónico catalogado, no catalogado, barrial, cultural y emocional, en tiempo récord, delante de nuestros ojos –remarca–. Venía tomando registro de carteles que anunciaban ‘próximamente’ una vida espectacular y verde, tapiando patrimonio, arquitectura viva en buen estado. ¿Por qué demoleríamos una edificación que está en condiciones, que puede reacondicionarse, que es parte del paisaje y la historia del barrio y que aporta a la calidad de vida, la memoria y la cultura?” Los edificios centenarios demolidos suelen dar lugar a torres de departamentos u oficinas.
Hasta ahora, ningún funcionario de la Ciudad se comunicó con la arquitecta y dibujante que nació en Barrio Norte, vivió en Balvanera y Palermo, y reside en Colegiales. “Me han contactado algunas personas de la Legislatura que no están relacionadas con el gobierno porteño, para dar valor de interés cultural al proyecto –revela–. Mi anhelo es que se lo declare de interés cultural, pero sin partidismos. Este movimiento artístico debe pertenecer a la ciudadanía”.
Autogestivo y sin partidismos
El proyecto es autogestivo y se sostiene gracias a la actividad diaria de Kerbakian. “Y por la red ciudadana involucrada en él, llevando relevos en sus rutas diarias y a veces impulsando la búsqueda –agrega la arquitecta–. Mucha gente se suma con aportes desde los ‘cafecitos’ [una app de financiamiento colectivo], alienta este proyecto y lo valoran. Comparten palabras y memorias. De esta manera se retroalimenta la fuerza y puedo continuar registrando e ilustrando. A todo aporte respondo en forma de agradecimiento con una ilustración de patrimonio demolido vía mail, para recordar y honrar. Hay un par de publicaciones gestándose en forma de libro y varias muestras en camino. También charlas sobre patrimonio y otras formas de intercambio”.
La galería y las cuentas en Instagram, Facebook y Twitter son de acceso público y gratuito. Son una forma de registro ilustrado, con datos específicos acerca de cada arquitectura, como dirección, estado de conservación, fecha de demolición o riesgo.
“Hay escuelas demolidas, casas chorizo demolidas, petit hoteles, de arquitectos de renombre, otras que estaban declaradas sitios de interés cultural –dice Kerbakian–. Y así cada caso desarrolla un poco de su historia, y alguna otra pregunta y opinión que comparto para comenzar a debatir y explorar. Luego de cada posteo, surgen comentarios que traen anécdotas de quienes habitaron o circundaron esas arquitecturas. Muchas personas me comparten y manifiestan lo agridulce y difícil que les resulta la iniciativa de memoria ver la belleza de nuestra arquitectura en forma ilustrada y, al mismo tiempo, al tomar dimensión de la pérdida, al ver el vacío y la desestimación”.
De manera espontánea, cuenta, más vecinos se han vuelto “cronistas y agentes de relevo por toda la ciudad, anunciando pérdidas inminentes o ya consolidadas. Cada día registro en mi computadora más y más direcciones con fotos. El valor que existe en la ciudad y sus formas, pensamientos y tiempos manifestados en arquitectura, ya sea de firma, austera o academicista, interpela a quienes la viven –concluye–. Lejos de un acto de melancolía, este es un signo que resalto y subrayo, porque muestra estima y resguardo por lo propio. Surge por necesidad interna. Nadie convence a nadie, es una acción casi orgánica. Para cuidar, dar valor y preservar, primero hay que querer, estimar, conectar desde lo sensible y no solo desde los datos duros”.

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