lunes, 28 de noviembre de 2016

EL DESCANSO ¡¡TAMBIÉN !! ....ES SALUD


Si usted está cansado y quiere detener su marcha, preocúpese. Algo malo parece estarle pasando, al menos, para muchos que demonizan al cansancio y lo tratan como si fuera la luz mala.
Tanto es así que hay una suerte de cruzada para que usted y el resto de la población no detengan nunca su marcha, al punto de que el mercado ofrece machaconamente un sinnúmero de sustancias y elementos que lo podrían ayudar para que nunca descanse, nunca pare, nunca le venga fiaca ni ganas de una buena siesta.



Puede ser yogur, vitaminas, bebidas que le den alas, más vitaminas, pastillitas con cafeína y muchas más cosas que en la tanda televisiva apuestan a erradicar esa maldita costumbre de cansarse y, por tal motivo, querer descansar.
Conmueve ver cuánta solidaridad existe en las propuestas que apuntan a erradicar la capacidad humana de, llegado el cansancio, sentarse, relajarse, mirar la puesta del sol o quedarse en casa a simplemente estar, en vez de salir, llenos de frenesí, a romper la noche o a producir, cual máquina, bienes y servicios.
Lástima que los especialistas en salud digan que al cuerpo hay que escucharlo, y que al alma? también. Es una pena que se diga por ahí que a ese sistema que permite sentir fatiga y que existe desde el inicio de los tiempos (y que, por lo tanto, está comprobado como de buena calidad) no habría que llevarle el apunte.
Seguir y seguir es la consigna, como siguen y siguen las idolatradas máquinas, que, esas sí, duran mucho más que nosotros, que necesitamos dormir a la noche, distraernos con charlas acerca de bueyes perdidos, tomar unos mates a la mañana o a la tardecita en clave de serenidad. Todas estas circunstancias que hacen que la gente sea gente y no, justamente, artefactos destinados a producir.


Ironías aparte, digamos que la agitación no es movimiento eficaz y que ese divorcio que se propone entre la toma de decisiones y el propio sentimiento intuitivo que pide, a veces, detenerse y descansar es sumamente grave, a tal punto que debería tratarse, de manera urgente, como una cuestión de salud pública.
Ningún médico diría a sus pacientes que sigan corriendo a cualquier precio ni trataría el cansancio como si fuera vagancia, una homologación gravísima porque impide la autorregulación de las personas, llevándolas a los famosos "estresazos" y a una pésima calidad de vida.
Asimismo, la solapada condena social al cansancio que se instala a través de publicidades muy cuestionables acalla lo que el cansancio o el agobio quieren decir. Se silencia el mensaje del cuerpo o de la mente, como si ante un desgarro se infiltrara el músculo para acallar al dolor que informa acerca de esa herida, para seguir a costa de empeorar las cosas.
La vida ya es de por sí bastante complicada como para que, artificialmente, se viva como si todo fuera una gran epopeya que requiera seguir cueste lo que cueste. Y más en cuenta hay que tener lo dicho si se induce a la idea de que hay que ingerir o consumir algo para continuar ese frenesí que, a veces, hace recordar al pobre hámster que, aceleradísimo, corre sobre la rueda que lo lleva hacia ninguna parte.


Con sueño, habrá que dormir; con hambre, habrá que comer; con cansancio, habrá que descansar. Solamente habrá que forzar las cosas cuando haya realmente un problema que amerite salir de ese esquema de sentido común. Ésa es la propuesta que, como toda propuesta de este estilo, suele naufragar ante un ritmo vital del que es difícil salir. Pero aunque no sea fácil, al menos saber que no es pecado estar cansados y que las sustancias que proponen erradicar la fatiga en realidad la encubren y no la eliminan hará que no enloquezcamos llevados por el viento de la sobreexigencia y que podamos amigarnos con lo que somos 

M. E.

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