miércoles, 30 de noviembre de 2016

REALIDAD ....VIVIR EN LA BURBUJA....¿QUÉ REALIDAD?


Sentí que tenía una extraña habilidad nueva", festejaba Rachel Metz el 16 de febrero pasado en la MIT Technology Review, sitio web del Instituto Tecnológico de Massachusetts. Había usado durante varios días unos auriculares que, conectados a una aplicación que utiliza algoritmos, permite filtrar, modificar, aumentar o eliminar sonidos del mundo circundante. El Sistema de Escucha Activa, como se denomina, deja escuchar conversaciones de mesas vecinas o lejanas en un restaurante mientras apaga la de quien está frente a uno convencido de ser oído. También sofoca sonidos en la calle, lo cual deja conducir el auto sin enterarse de que una ambulancia reclama paso, o caminar sin oír el pedido de auxilio de alguien que se descompuso en la vereda. En un recital sirve para perforarse los tímpanos llevando a niveles extremos la parafernalia de los ejecutantes, y en casa para dormir a pie suelto sin enterarse del llanto desesperado de un bebé. Esta filtración y modificación crea un universo sonoro personalizado, que expulsa los ecos del mundo circundante.


Es una de las últimas novedades en materia de realidad aumentada. Esto es: una realidad modificada mediante la introducción de elementos visuales o sonoros que no están en el entorno físico de la persona. El fin es mejorar esa realidad. Los gurúes tecno-eufóricos señalan que es algo distinto de la realidad virtual, porque mientras ésta crea un mundo diferente, la aumentada añade información y enriquece el mundo real. Un simple sofisma. Por una vía o por otra, la realidad deja de ser lo que es y se convierte en una abstracción ilusoria que promete vías de escape para evitar la siempre incierta y trabajosa experiencia de vivir en el mundo existente.


¿Pero hay un mundo real o es una creación de nuestros sentidos? La pregunta remite a un interrogante nunca respondido con certeza: si no hay nadie que lo escuche, ¿hace ruido un árbol al caer? Hacia 1957, Erwin Schrödinger, premio Nobel de Física 1933 por sus aportes a la mecánica cuántica, exploraba respuestas a esta cuestión en el breve y apasionante ensayo Mente y materia, que acaba de ser reeditado y tiene poderosa vigencia. Con enorme sabiduría y apertura y con claridad y sencillez Schrödinger se sumerge en el tema de la relación entre el ser humano y la naturaleza, a la que pertenece, sin obviar aspectos metafísicos, éticos, poéticos, científicos y espirituales. La vida es suma e integración de muchas vidas, dice, y el mundo físico existe cuando nuestros sentidos lo perciben. Lo hacen gracias al cerebro, pero el cerebro no es la mente. Y dado que somos tantos, la realidad material sería, a su vez, la suma de las mentes que la captan. Suma en la que el todo es mucho más que la agregación de partes. Conciencia y mente son categorías que no se pueden comprimir ni objetivizar, apunta Schrödinger, como pretende la mente occidental siempre reduccionista en su búsqueda de certezas y respuestas definitivas. Si las hubiera, no habría evolución.



La conciencia nace en donde la percepción sensorial y el mundo físico hacen contacto, dice el físico vienés. Por tal contacto el mundo físico nos modifica. Con auriculares que filtran y amplifican sonidos, anteojos que introducen colores y objetos que no están donde creemos verlos y muñecos que nos hacen correr por la ciudad para atraparlos, respondiendo a un estímulo como los perros condicionados de Pavlov, la realidad (sobre cuya esencia seguimos investigando y discutiendo) no aumenta. Se comprime, se desvirtúa y disminuye. Es un corralito ilusorio para evadir el ancho, rico y complejo mundo que habitamos. Y que merece seguir siendo explorado con la mejor tecnología que alguien creó: nuestros sentidos, nuestra mente.

S. S. 

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