jueves, 15 de noviembre de 2018
LA PÁGINA DEL MORDAZ,
SCHEHERAZADA
En una ocasión en que me encontraba recorriendo los kioscos de libros usados en Parque Centenario, vi dos gruesos tomos deLas Mil Noches y una Noche. Era un elemento esencial que faltaba en mi biblioteca y pregunté temeroso que precio tenían. No tengo memoria de lo que me costaron y tampoco tiene importancia dada las oscilaciones vergonzosas de nuestro signo monetario, pero recuerdo que era muy barato. Aquél fue uno de esos días en que uno siente haber tenido un logro importante y me dio una brisa de felicidad.
Cada tanto lo leo y recientemente comprobé que había tenido, sin saberlo, la suerte de que la traducción al español estuvo a cargo de Vicente Blasco Ibáñez quien utilizó la versión del poeta y traductor francés Joseph Charles Mardrus. Según Jorge Luis Borges Mardrus fue después de Sir Robert Burton el mejor recopilador de estos relatos fantásticos. Borges ahondó meticulosamente en los orígenes de la obra y resulta un guía necesario para indagar sobre los comienzos del libro más famoso y leído después de la Biblia.
Las Mil y una Noches carece de autor y se trata de una recopilación de relatos y leyendas populares originadas en la India, Irán, Egipto y probablemente China. El compilador fue un árabe y por lo tanto su nombre es extenso (Abu Abd-Allah Muhammad el-Gahshigar) que vivió en el siglo IX. La obra ingresó a Europa traída por Jean Antoine Galland, un académico de la Sorbona que fue enviado a oriente por esa institución universitaria, para que recopilara manuscritos de la cultura musulmana. Cuando regresó, junto con una colección de monedas y esculturas cuya adquisición nunca reveló, Galland traía consigo un vasto conocimiento del idioma y de la escritura árabe.
Además de los manuscritos que incorporó a la Sorbona, había recopilado los fantásticos relatos que publicó en 1704 bajo el título Les mille et une nuit y agregaba que eran cuentos árabes traducidos al francés. Volvemos a recurrir a Borges quien señala que la versión de Galland “es la peor escrita de todas, la más embustera y la más débil, pero fue la más leída”.
En la pacata sociedad francés de la época, las 1001 Noches, como originariamente se llamó, produjo una respuesta explosiva. Pese a que Galland trató de suavizar las escenas eróticas, que abundan a lo largo del texto, los franceses quedaron impactados con los relatos al sumergirse en ese mundo hedonista, lúbrico, de aromas exóticos, de doncellas que danzaban cubiertas por transparentes velos y sobre todo la existencia de los harenes, algo impensable en la monogamia francesa. En Europa las 1001 Noches fue un best seller durante décadas.
Es que esta obra, compendio de las más extrañas costumbres, irrumpió con la fuerza del atractivo que siempre posee todo aquello que ofrece un contraste, ajeno a lo conocido y cotidiano.
A 90 años de la muerte de Galland surgió un nuevo traductor, el inglés Edward Lane, quien por razones de salud y de un nuevo trabajo se trasladó a El Cairo donde permaneció durante varios años. Los ingleses en el extranjero suelen aislarse formando sus exclusivos clubes, pero cuando están solos se introducen plenamente en las costumbres locales. Lane se vistió como un árabe, usó turbante, comió con los dedos y su dominio del idioma, le permitió tener libre comunicación con los habitantes. Sin embargo, extrañaba a la capital del imperio, sus días neblinosos y obviamente sus amistades.
Regresó a Londres y en 1859 publicó su versión de Las Mil y Una Noches, donde mejoró el estilo pobre de los originales árabes, otorgó cierta libertad a los relatos eróticos, depurados por Galland, pero quizás lo más valioso fue la abundancia de notas al pie de las páginas donde explicaba el significado de nombres, alimentos y costumbres de los árabes.
Sir Richard Burton (1821-1890) mimetizado como árabe
En 1885, Sir Richard Burton, publica su versión de lo que en Inglaterra se conoció como Arabian Nights y que para Borges es la mejor. Vale la pena distraernos un poco sobre la vida de este personaje que fue tan movida como interesante. Comencemos diciendo que lo expulsaron de Oxford por su comportamiento rebelde y a partir de allí recorrió el mundo. Su facilidad por los idiomas, llegó a dominar 25, resultó muy útil para el ejército inglés al que se incorporó como oficial de inteligencia. Su superior, el comandante de las fuerzas inglesas en Pakistán lo comisionó para que investigara los burdeles homosexuales de la ciudad y averiguara si los soldados ingleses lo frecuentaban. Su capacidad para metamorfosearse y su dominio del árabe hizo que ni sus propios compañeros de armas lo reconocieran. Terminó publicando un informe detallado de los burdeles de Karachi, pero como había hecho graves críticas contra el régimen colonial inglés, se granjeó numerosos enemigos que llegaron a calumniarlo diciendo que participó activamente en esos sórdidos ámbitos.
Regresó a Londres enfermo y amargado, pero se recuperó escribiendo varios libros sobre sus viajes que fueron de gran utilidad para la nueva ciencia que, bajo el nombre de etnología, se dedica al estudio de los pueblos y sus culturas. Camuflado y hablando el dialecto según el lugar, recorrió El Cairo, Suez y Medina y logró uno de sus máximos deseos: ingresar a la Meca. Corriendo graves riesgos, entre ellos la muerte, midió y realizó bocetos de la Kaabah, el máximo santuario de los musulmanes. Seguramente no fue el primer occidental en ingresar a la Meca, pero fue quien la describió con mayor precisión y detalles, experiencia que fue volcada en su valiosa obra Peregrinaje a El Medinah y Mecca, publicada en 1855.
El libro alcanzó gran éxito y con el dinero ganado Burton se enfrascó al año siguiente en una expedición en búsqueda de las fuentes del Nilo. Lo acompañaban tres oficiales de la British East India Company, pero la expedición resultó un fracaso ya que durante la travesía fueron atacados por los nativos que mataron a uno de ellos y a Burton una jabalina le atravesó la mejilla dejándole una cicatriz definitiva en el rostro.
Siempre inquieto en cuanto regresó a Londres se alistó para participar en la guerra de Crimea y cuando esta terminó, organizó una nueva expedición hacia las fuentes del Nilo, pero solo llegó al lago Tanganica. El grupo estaba agotado por las penurias sufridas y por el paludismo.
Nuevamente en Londres, el gobierno en reconocimiento de sus servicios al imperio y por su dominio de idiomas y dialectos le otorgó un cargo diplomático que le permitió a Burton recorrer el mundo a sus anchas. Por donde pasaba escribía un libro sobre el país y sus características, y durante su estadía en los países árabes y la India tradujo al inglés el Kama Sutra. A duras penas logró evadir la prisión por atentado al pudor y las “buenas costumbres”, pero el hombre era incorregible y seguidamente realizó una nueva versión de Las Mil y Una Noches con el nombre de Arabian Nights donde no escatimó ninguno de los hábitos y costumbres en los lechos de sultanes, harenes, burdeles y odaliscas.
En realidad lo que Burton hizo fue respetar los cuentos originales depurados por Galland, pero en Inglaterra no fueron piadosos. Una revista literaria, la Edinburgh Review, lo acusó de escribir para las clases más bajas y la Enciclopedia Británica juzgó inadmisible una traslación integral, pero la obra se impuso y actualmente está considerada, al menos para Borges, como la mejor versión.
Alguien, no se sabe quién ni cuando, decidió ponerle un hilo conductor a este conjunto de cuentos y así surgió Scheherazada. Todo comenzó cuando el sultán Schahariar descubre que su esposa le era infiel y la decapita junto con su amante. Después de comprobar que a su hermano le ocurrió lo mismo, decide matar a las doncellas de su país después de tener sexo con cada una. Para frenar esta horrible matanza, Scheherazada, la hija del gran visir se ofrece a ser la próxima víctima, pero luego de los escarceos amorosos con el rey le propone contarle un cuento. El relato fascina a Schahariar, pero ella lo interrumpe antes del alba y promete el final para la noche siguiente. Hábilmente Scheherazada, repite cada vez la misma estratagema y así pasan mil noches durante el transcurso de las cuales ella engendra dos hijos y en la noche mil y una el sultán, totalmente conquistado por Scheherazada, conmuta la pena y ambos viven felices.
Mardrus quien tradujo al francés La Mil Noches y una Noche, finalizó la introducción de la obra con estas palabras: “Yo os prometo, sin miedo de mentir, que el telón va a levantarse sobre la más asombrosa, la más complicada y la más espléndida visión que haya alumbrado jamás sobre la nieve del papel el frágil útil del cuentista”.
El Libro de las Mil Noches y una Noche. Versión de Vicente Blasco Ibañez. Círculo de Lectores, Barcelona 1979.
Jorge Luis Borges. Obras Compeltas. Emecé Editores, Buenos Aires 1974.
The Thousand and One Nights. Encyclopaedia Britannica, Tomo 11.
Burton, Si Richard. Encyclopaedia Britannica, Tomo 2, Chicago 1995.
Stefan Zweig. El legado de Europa. El drama en Las mil y una noches. Barcelona 2003. Acantilado.
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