sábado, 8 de diciembre de 2018

HISTORIAS DE VIDA Y DE MUERTE,


La dramática y luminosa historia de Hélène, una "niña escondida" que sobrevivió al HolocaustoCuando tenía dos años, sus padres -judíos que huían del nazismo- la dejaron en manos de un matrimonio católico buscando salvarla del genocidio. Hélène Gutkowski, fue solo una entre los cientos de niños judíos que pudieron sobrevivir gracias a la solidaridad de familias anónimas. Su conmovedor testimonio, las heridas del "abandono" y los recuerdos de una infancia rota
Por Renee Kantor
Foto de Hélène a los 2 años en París pocos días antes de que la dejaran con la familia Bruno, la primera familia con la que vivió algo más de dos años
-Me cuesta sentirme una sobreviviente.
La frase, pronunciada con un inconfundible acento francés, la dice Hélène Gutkowski, nacida el 31 de enero de 1940 en París, cinco meses después de declarada la Segunda Guerra Mundial.
Dos años más tarde sus padres la entregaron a una familia católica y huyeron, junto a su hermano nueve años mayor, hacia la Zona Libre (territorio francés no ocupado por los nazis).
Los cuatro lograron sobrevivir en el corazón de un genocidio.
Hélène forma parte de la macabra estadística que indica que, en Europa, un millón y medio de niños judíos fueron asesinados y solo alrededor de cien mil se salvaron. Como Moisés abandonado sobre las aguas del Nilo, Hélène Gutkowski logró sobrevivir gracias a haber sido una «niña escondida».
-Hasta hace unos años – explica – no estuve interesada en mi historia. En Francia había conocido a quien sería mi esposo, hijo de una pareja polaca del mismo pueblo que mis padres que habían emigrado a Argentina. Llegué a Buenos Aires a los veintiún años para casarme, todas mis amigas judías del colegio al que había ido en París también habían sido "niñas escondidas", por lo tanto, lo que había vivido no me parecía nada extraordinario. Tuve a mis tres hijos, me recibí de socióloga. Recién comencé ocuparme de ésto en el '97, cuando supe que en Estados Unidos se iban a reunir niños escondidos del mundo entero. Pero no fui. Todavía me arrepiento de no haberlo hecho. Mis padres ya no estaban y, una vez terminada la guerra, mi hermano nunca más quiso hablar de lo vivido.
Decidida a terminar con ese silencio atronador, en el '97 creó la asociación "Los niños escondidos" donde se encontraban todos aquellos sobrevivientes establecidos en Argentina que habían sido niños salvados de la deportación por la generosidad de algunas familias y personas que los ayudaron a ocultarse durante la Ocupación alemana en Francia.
Hélène busca mantener viva la memoria de la Shoá
Hélène, cuyo compromiso por la memoria le valió que en 2017 la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires le otorgara un Diploma de Reconocimiento, recibe en el escritorio de su departamento ubicado en el primer piso de una torre con una espléndida vista a las Barrancas de Belgrano.
En el pueblo Villepinte con la señora Bruno
A pesar de una vida de excepción, evita la grandilocuencia. En su lugar de trabajo todo luce pulcro, austero. Hay una biblioteca con libros en francés sobre la Shoá, algunas fotos de sus seis nietos, una junto a su marido en el casamiento de una de sus hijas (tiene dos y un varón), y sobre la mesa destaca un libro: De la France occupée à la Pampa. Mémoires entrelacées de trente survivants juifs émigrés en Argentine (De la Francia ocupada a la Pampa. Memorias entrelazadas de treinta sobrevivientes judíos que emigraron a Argentina).
Este proyecto de escritura surgió cuando, en 2006, la Embajada de Francia informó que iba a realizar un homenaje a los judíos de Argentina que habían sobrevivido a la Shoá en Francia, hayan sido o no franceses.
El Agregado Cultural de la Embajada le pidió a Hélène que se encargara de la convocatoria. Ella logró ubicar a 45. Nacidos entre 1910 y 1942 se encuentran entre los últimos testigos en poder reconstruir, en primera persona, las condiciones en las que vivieron los judíos de Francia durante la Ocupación.
Hélène bautizó a este nuevo grupo "France…, douce France de notre enfance?" (Francia …¿dulce Francia de nuestra infancia?), título de una canción de Charles Trénet. "Francia es nuestro país y es también douce France en muchos aspectos, pero no siempre lo ha sido, por eso le agregamos los signos de interrogación", aclara con una sonrisa que es toda fina ironía.
Luego de la guerra, Hélène a la derecha de Henri Degremont durante una clase de gimnasia. Él era profesor de gimnasia y esgrima
En este primer volumen -habrá un segundo- figuran los testimonios de 9 sobrevivientes, de los 30 que aceptaron participar. Aunque recolectado y escrito por Hélène, este trabajo titánico fue una labor realizada en grupo.
Durante 10 años y una vez por mes, 30 sobrevivientes que esperaron 63 años para poder testimoniar, se reunían -aún lo hacen, pero más esporádicamente- en la casa de Hélène donde el recuerdo de uno ayudaba al otro a avanzar por ese territorio de memoria y dolor, a la vez que compartían su agradecimiento y admiración para con las personas que supieron no ser indiferentes.
Los padres y el hermano de Hélène Gutkowski nacieron en Polonia. Su padre, Joseph Goldsztajn llegó a París en 1936, donde abrió una carnicería. Dos años después, lo siguieron su mujer Liba junto a su pequeño hijo Henri, que entonces tenía nueve años. Pero la ciudad ya había comenzado a desplegar sus alas de pájaro oscuro y amenazador.
-Las redadas, a principios del '42, solo apuntaban a los hombres de entre 18 y 45 años. La edad en que se encuentran en buenas condiciones para trabajar. Entonces, cuando había rumores de que iba a haber alguna rafle (redada en francés), los que podían se escondían. Mi papá se ocultaba en Villepinte, un pueblo ubicado a 20 kilómetros de París, donde uno de sus amigos tenía una casita.
Hélène junto Jacques Bruno, hijo de la familia que la crió durante dos años
Hélène toma una foto donde se ve a su padre sentado en el patio de esa casa, y se muestra sobrecogida cuando recuerda que la vida en la capital francesa resultaba insostenible.
-Un día, vuelta la tranquilidad a París, mi madre tuvo el valor de llevarnos a mi hermano y a mí a reecontrarnos con mi padre en Villepinte y decidir cómo iba a seguir nuestra vida, ya que no se podía especular más con quedarse allí.
Pero fue la redada que se inició el 16 de julio de 1942, y que duró 48 horas, la que va a acelerarlo todo. La policía de París detuvo entonces a 13.152 judíos de la capital, de los cuales 4.115 eran niños. Todos permanecieron durante 6 días en el Velódromo de Invierno (Val d'Hiv).
Aquel día Joseph, su padre, se encontraba escondido en París ya que hasta entonces se pensaba que solo los hombres jóvenes y fuertes corrían el riesgo de ser detenidos. En cambio, su mujer Liba junto a sus dos hijos habían permanecido en el domicilio ¿Es que la policía golpeó a la puerta de su departamento y Liba no la abrió? Hélène no lo sabe con exactitud.
Una ley promulgada el 2 de junio de 1941 obligaba a todos los judíos a someterse a un censo que incluía sus nombres, dirección y datos laborales. Hélène crée que sus padres no se declararon como judíos y que esa fue, tal vez, la razón por la cual, el día de la redada, no golpearon ni tiraron la puerta abajo como sí lo hicieron con las otras ocho familias judías del inmueble.
-Lo que me hace pensar que no respondieron a aquel censo es que en mi casa nunca nadie habló de la estrella amarilla que, a partir de junio del '42, los judíos mayores de 6 años tenían la obligación de llevar sobre su pecho. Sólo sé que el día de la gran rafle, mi madre le dijo a mi hermano que me tapara la boca para evitar que gritara.
Aquella redada fue la toma de conciencia de que, a partir de entonces, debían abandonar París. "Había que esconderse", dice Hélène, "intentar el cruce a la Zona libre fue por lo que optaron mis padres".
Casa de la familia Degremont, en el pueblo Les Coudreaux, donde escondieron a sus padres y a su hermano y donde Hélène vivió luego de la guerra. En el techo se ve una lucarna que entonces no existía. Es el espacio en el que se refugió su familia
Los nazis habían ocupado el vasto territorio del norte de Francia que fue separado del resto del país por lo que se llamó línea de demarcación, que cruzaba Francia de este a oeste, descendiendo luego de norte a sur hasta empalmar con la frontera española.
–Pero había un problema, y ese problema era yo. Cruzar la línea de demarcación implicaba muchos riesgos. Cuando los alemanes tenían alguna duda le hacían bajar los pantalones a un chico o a un hombre para saber si era judío, si estaba circuncidado. Yo tenía dos años y medio, no tenía marca, mi hermano sí. Y bueno… -una sombra amarga se cruza en su cara – … decidieron hacer lo que muchos hicieron. Son 60 mil las familias judías francesas que optaron por dejar a sus hijos al cuidado de familias católicas, en general desconocidas
Durante la presentación de su libro, organizada por el Centro Franco Argentino en la Alianza Francesa de Buenos Aires, Hélène comenzó su relato de este modo: "Mis padres me abandonaron cuando tenía dos años".
-Cuando hablo de abandono -aclara- lo pongo entre comillas, esto es algo que aprendí gracias a mis compañeros del grupo. Sobre todo cuando conocí a Henri .
Se trata de Henri Pechtner, un sobreviviente de la rafle de Val d'Hiv, luego trasladado a un campo de detención junto a su madre. En su testimonio evoca el día en que su madre iba a ser deportada a Auschwitz y él se aferró a su pollera con tanta fuerza que sólo al cachetearlo logró alejarlo de ella y así salvarle la vida
-Pienso en la fuerza de voluntad de ciertos padres para desprenderse de sus hijos, incluso con un gesto terrible que les va a quedar marcado de por vida y sin posibilidad para esos padres de repararlo si no volvían.
Joseph y Liba buscaron una familia donde dejarla a ella de solo dos años y a su hermano Henri, de once. El lugar fue la casa de los Bruno, en Villepinte, el mismo pueblo en el que se había refugiado su padre. Su hermano solo se quedó con ellos unas semanas, hasta que sus padres, munidos de documentos falsos, volvieron a buscarlo. Hélène, en cambio, vivió allí hasta sus cuatro años.
El hermano de Hélène, Henri Goldsztajn, junto a sus padres cuando recién llegaron a Paris de Polonia en 1936
De sus días junto a la familia Bruno sólo conserva una huella gustativa : el sabor de la rutabaga (colinabo), un tubérculo que habitualmente se le da los cerdos pero que, durante la guerra, se utilizaba para alimentar a la población debido a la escasez de alimentos.
-Durante muchos años, cuando ya estaba viviendo aquí en Buenos Aires, si había tenido un disgusto o me sentía triste, percibía en el fondo de la garganta un gusto muy feo que sólo cuando pude hablarlo con mis compañeros del libro entendí que se trataba del sabor de la rutabaga.
Después de la redada de julio del '42, sus padres y su hermano llegaron a la línea de demarcación. Hélène sabe que atravesaron un río, hasta arribar al primer pueblo de la Zona libre: Pierre de Bresse.
-¿Conoció ese pueblo ?
-Estuve en septiembre por primera vez. Sé que atravesaron el río ayudados por un pasador de fronteras honesto que los acompañó en una barca. Vivieron allí dos años. También supe que mi padre trabajaba en las cosechas y que a veces volvía "con un vinito de más", según una de las pocas cosas que me contó mi hermano.
Hélène intenta reconstruir los detalles de la ruta infernal que debe haber atravesado su familia hasta reencontrarse con ella. Primero, el abandono salvador de la diminuta Hélène, luego, la huída a la zona libre donde permanecieron dos años y, por último, la vuelta a la zona ocupada donde fueron ocultados por una pareja sin hijos, Marie y Henri Dégremont, en la región parisina.
Hélène muestra una foto de una casa de estilo señorial, con techos de tejas, donde se distingue una lucarna que entonces no existía. En ese espacio, de una altura de no más de 80 centímetros, durmieron durante 5 meses sus padres y su hermano. En aquella casa vivieron ocultos hasta la liberación de París. Y desde allí fueron al encuentro de Hélène.
-Mis padres me contaron que cuando volvieron a París en agosto del '44, en el momento de la liberación de la capital, se encontraron con que yo al verlos había llorado a mares para no volver con ellos porque no los había reconocido. Entonces, decidieron que no era una buena idea volver todos juntos a París y se les ocurrió preguntarle a los Dégremont si se animaban a cuidarme hasta que ellos pudiesen recuperar sus bienes y comenzar a trabajar. Para mí fue otro abandono, pero fue también el comienzo de mi vida. Esta segunda casa fue mi casa, en la que viví hasta mis casi siete años. Los Dégremont fueron como mis primeros padres, yo sentí mucho cariño de parte de ellos. Un cariño que no había sentido por los Bruno.
1944, después de la guerra junto a Marie Degremont (la otra niña es una vecina del barrio)
¿Por qué haber hecho todo lo necesario para que la pareja Dégremont sea declarada Justos entre las Naciones (expresión que rinde honor a aquellas personas no judías que prestaron ayuda de manera altruista a las víctimas de la persecusión nazi), y no haber hecho lo mismo por la primera familia que la acogió ?
-Es sencillo. Yo sabía que los Dégremont eran personas dignas, buenas, con ideales. De la familia Bruno no estoy tan segura, tal vez porque era chiquita. Pero hay algo que me contó mi padre que juega en no juega a su favor. Un día, para venir a verme, él recorrió en bicicleta los 20 kilómetros que lo separaba de la casa de los Bruno. Fue la única vez que lo vi durante los dos años pasados con esta familia. Me encontró enferma, delante de la puerta, haciendo mis necesidades sobre un montículo de estiércol. Eso es algo que me dejó marcada. Me digo que si me dejaron hacer mis necesidades afuera mientras yo estaba enferma, esa gente no debía ser buena. Aunque también creo que si me trataban así es porque debía ser el modo de tratar a los chicos en aquella época. No lo sé.
Su hermano Henri, su padre Joseph Golsztajn y Hélène frente a la carnicería de su familia recuperada en 1947. La carnicería había sido apropiada como todos los comercios de los judíos
Cuando Hélène habla, la gramática francesa y castellana se entrelazan de una manera singular a la vez que enfatiza las consonantes de un modo casi violento. Pero es el único signo exterior de desmesura. De ella emana una fuerza contenida, como un animal en estado de caza. Esa misma intensidad, ese empecinamiento, la ubicó en una situación difícil con su hermano Henri.
-Siempre pensé que mi hermano se había llevado la mejor parte porque él había estado con mis padres, protegido, y que a mí me habían abandonado. Pero hoy siento que la verdadera víctima fue él. Nunca lo vi feliz .
Tanto sus padres como su hermano Henri vivieron siempre en París. A la distancia, Hélène trató de reconstruir ese pasado flotante entre el olvido y el recuerdo. Durante años le preguntó a su hermano : ¿Que fue lo que pasó? ¿Cómo sucedió todo ésto ? Y él, resoplaba : "Uyy ¡otra vez!", "¿Para qué te sirve la nostalgia", "¿Para qué querés saber?". Durante años, al final de cada conversación, Hélène se quedaba con la nada entra las manos.
Agosto 1944, luego de la liberación de Paris. Hélène, junto a sus padres (Joseph y Liba) y Marie Degremont, quien junto a su marido salvó y escondió a la familia de la escritora, y a los que ella considera sus padres
Tres años antes de que su hermano muriera, elaboró un cuestionario con preguntas como éstas: ¿En qué momento nuestros padres decidieron pasar a la Zona Libre ? ¿Cómo conocieron a la familia Bruno ? ¿Por qué eligieron el pueblo Pierre de Bresse ? Pero hubo una, arrasadora, agobiante: ¿Hubo otras familias judías, además de ustedes, escondidas en el suburbio donde fueron acogidos por los Dégremont?
-Henri me contestó que sí, que había unas familias judías escondidas en distintas casas y que, pocos días antes de la liberación, hubo una denuncia y todas ellas fueron arrestadas y deportadas. Que la única familia que se salvó fue la nuestra. Esta fue la última respuesta que me dio mi hermano y la que le hizo gritar a través del teléfono: "¡Basta! ¡No puedo más, me duele demasiado!".
Al día siguiente, Henri salió a la calle, llovía, se resbaló, se golpeó la cabeza y lo internaron. Ya nunca más volvió a su casa. Tres años después murió.
-No sé si mis preguntas fueron las que desencadenaron eso, pero tal vez aceleraron el desenlace. Creo que mi hermano debe haber vivido siempre con la mente en lo que había atravesado. Yo tenía dos, tres, cuatro años, debo haber sufrido la separación de mis padres. Pero él era un adolescente y se debía hacer preguntas más existenciales, de adultos. Quizás se preguntaba qué pasaba con el mundo que les querían hacer daño, que los querían aniquilar.
Eso ¿qué pasaba? ¿Qué pasó?

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.