domingo, 23 de diciembre de 2018

JEIDI DE ISABEL M. BUSTOS

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Crítica a “Jeidi” de Isabel M. Bustos
La autora Isabel Margarita Bustos (40) debuta con una novela que no sólo logró el beneplácito de la crítica, sino que también ha sido un éxito en ventas. Reivindicando el Chile campestre sin caer en reduccionismo, "Jeidi" (Libros del Laurel, 2017) destaca como una obra llena de humor y buen ritmo que logra dar con el tono exacto de esta transducción a la ruralidad chilena en los valles centrales.
Por Belén Roca Urrutia
El eje narrativo de “Jeidi”, última novedad de Ediciones del Laurel, es el sorpresivo e inexplicable embarazo de una niña de 11 años, Ángela Muñoz o, como le llaman sus amigos, Jeidi. Tal como el personaje de ficción japonesa, vive en la punta de un cerro junto a su abuelo y sólo con su abuelo, pues su madre murió durante el parto. Por esta razón es que Jeidi, además de sus dos amigos, quienes más se le acercan en edad en el pequeño caserío de Villa Prat, tiene amistades imaginarias representadas por unos trapos sucios en la casa.
Lo curioso en “Jeidi” no es cómo es que esta niña tan cándida, “huérfana y no muy pilla”, en palabras de su amiga Vicki, llega a concebir un hijo. Se asume, exámenes médicos mediante, en un consultorio rural, que la condición de Ángela es milagrosa. Desde entonces se desencadenan una serie de hechos que permiten perfilar a los miembros más destacados de la zona que, antes de ser casi completamente destruida por el terremoto del 2010, se situaba en las cercanías de Curicó. El cura, el periodista de la radio rural, las monjas voluntaristas desde el extranjero, el loco del pueblo. Todos ellos personajes que forman parte de una comunidad solapada por la modernización y el desarrollo, mas no extinta.
El contexto de los hechos es 1986, donde la cultura pop del mundo globalizado, con suerte, era conocida en esos parajes a través de videos en VHS. Si bien no existe alusión directa al contexto sociopolítico del país en ese período, los ecos de la dictadura resuenan a lo largo de toda la narración a través de la historia del milagro en el vientre de Jeidi. Es imposible no establecer paralelos con, por ejemplo, lo sucedido con el supuesto vidente de Villa Alemana, Miguel Ángel Poblete, y su instrumentalización por los organismos del Estado. Villa Prat entera es sacudida por el hecho, interpretado de distintas maneras por cada habitante.
Sin caer en reducciones del campesinado, que tienden a encasillarlos en lugares comunes como la pasividad, la ingenuidad y, sobre todo, la bondad, la autora Isabel Bustos retrata con humor y buen ritmo cada uno de los paisajes maulinos que se cruzan en la aventura de Jeidi: Hualañé, Curepto, Talca. Mismo ocurre con las voces principales en la novela. En la literatura estadounidense existe un género literario, el gótico sureño, que se caracteriza por personajes excéntricos, moralmente ambivalentes: pueden ser ingenuos y siniestros al mismo tiempo, siempre envueltos en escenarios donde los límites entre lo real y lo imaginado se vuelve borroso. “Jeidi” logra dar con el tono exacto de esta transducción a la ruralidad chilena en los valles centrales.
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