Cumplió 103 años uno de los actores más queridos y respetados del Hollywood de la edad de oro. Ya se ha hablado lo suficiente de su talla como actor. Pero quizá no tanto de su identidad judía. El hijo del trapero ruso nació con un don especial para leer e interpretar la Torá. Tanto es así que se esperaba de él una carrera brillante como Rabino. Pero a los 14 años deja la Yeshiva. Y comienza su interés por la interpretación, revelándose como un gran actor de teatro en idish. Pero si su amor por la interpretación aumentaba, del mismo modo crecía también su alejamiento del Judaísmo.
Sólo le quedaba Iom Kippur. Ese día, filmase o no, siempre ayunaba. Era como una pequeña rendija en a través de la que podía observar aún a aquel niño contemplando con su madre el encendido de las velas de Shabat. Pero nada más. Visita Israel en los 60 y realiza varias películas de temática judía. Colabora activamente con el Centro Simon Wiesenthal. Pero nada más. Todo empieza a cambiar por las insistentes preguntas de su hijo Michael sobre los orígenes familiares y por su admiración por los cuadros de temática judía de Chagall, que procedía de la misma zona de Rusia que su familia. Hasta que, en 1991, con 74 años, sufre un accidente de helicóptero que estuvo a punto de costarle la vida.
Cuatro años después, en 1995, una trombosis le paraliza el lado izquierdo de la cara. Y comienza su búsqueda incesante de sentido.E inicia su Teshubá, su retorno a casa. Y decimos a casa porque, tras una nueva visita a Israel, frente al Muro durante Shabat, vuelve a ser el niño junto a la madre, bajo la luz de las velas. Y, desde entonces hasta ahora, vive plenamente su Judaísmo, a nivel personal y familiar. Issur, a sus 103, se encuentra en su verdadero hogar. El hogar del corazón. Deseamos que llegue a los 120, con bendición y alegría. Feliz cumpleaños, campeón.
Texto de Julia Elisheba Nieto
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