viernes, 6 de diciembre de 2019

PREOCUPANTE INCREMENTO DE LA OBESIDAD INFANTIL


Obesidad infantil: la batalla (¿perdida?) contra los ultraprocesados
El exceso de azúcar, grasas y carbohidratos es parte del "combo" que lleva a que el 40% de los niños del país tengan sobrepeso; cómo lograr cambios de hábitos y la necesidad de más políticas públicas 

La cifra es alarmante: el 41,1% de los chicos y las chicas de 5 a 17 años tienen sobrepeso y obesidad en la Argentina. Una problemática presente en muchas familias y muy difícil de enfrentar. "Los entornos en que se mueven los chicos, como el quiosco del colegio, generalmente no ayudan. Y aunque algunos padres hagan todo lo que pueden en la casa, después los chicos salen al universo de Hansel y Gretel, y la bruja los lleva a la casita de azúcar", advierte Sabrina Critzmann, pediatra y una de las integrantes de los talleres de Deconstrucción Alimentaria Infantil. A ese espacio, madres y padres acuden para saber cómo romper el hechizo que los ultraprocesados hacen sobre los chicos y lograr que se reconecten con el alimento real, el que no viene ni en paquete ni acompañado por personajes como conejos, tigres o tucanes.

Los datos que reveló la 2ª Encuesta Nacional de Nutrición y Salud (Ennys 2), realizada por el Ministerio de Salud y Desarrollo Social, concuerdan con la tendencia mundial. El exceso de peso se convirtió en una auténtica epidemia que aumenta de manera alarmante: la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que 70 millones de niños y niñas menores de 5 años tendrán sobrepeso o serán obesos para 2025. Además, estudios de Unicef sobre el tema evidencian que en América Latina los argentinos somos los más atrasados en políticas públicas, que tenemos el segundo puesto regional en sobrepeso en menores de 5 años, que uno de cada tres niños y niñas en edad escolar tiene exceso de peso y que en solo cinco años se duplicó la prevalencia de obesidad en la adolescencia.

El "combo" responsable de este panorama tan adverso es el aumento del consumo de productos altos en grasas, sal, azúcar y carbohidratos refinados y la escasa actividad física de los chicos, que está cada vez más amenazada por el tiempo dedicado a las pantallas.
"La obesidad infantil es el problema del siglo, porque realmente condena y predispone a que aumente la frecuencia de todas las enfermedades prevenibles por las que se hacen tantas campañas en el mundo. El mayor impacto lo tienen los medios, las publicidades, que apuntan cada vez más a que los niños consuman alimentos ultraprocesados, que distan mucho de una alimentación saludable", señala Mariela Di Lorenzo, especialista en nutrición y diabetes infantil del Departamento de Pediatría del Hospital Alemán. Y advierte: " También tienen que ver las pocas políticas en salud pública. No hay una clara bajada de políticas de prevención que acompañen a las familias para poder elegir correctamente lo que comen sus hijos". Por eso, en trabajar en la educación alimentaria y en la mayor regulación de la industria es en donde los especialistas ponen el foco para la prevención.

Azúcar, grasa y carbohidratos: la dieta no saludable de la mayoría de los chicos
El 40% de los niños, niñas y adolescentes del país tienen sobrepeso u obesidad. Fuente: Archivo
Uno de cada tres niños y niñas en edad escolar tiene exceso de peso y que en solo cinco años se duplicó la prevalencia de obesidad en la adolescencia según un estudio realizado por Unicef. El "combo" responsable de este panorama tan adverso es el aumento del consumo de productos altos en grasas, sal, azúcar y carbohidratos refinados y la escasa actividad física de los chicos, que está cada vez más amenazada por el tiempo dedicado a las pantallas.
Los riesgos en el organismo
Era de esperar que el incremento de las cifras del sobrepeso y la obesidad en niñas y niños se reflejara rápidamente en los consultorios pediátricos, a los que concurren cada vez más padres y madres preocupados por el aumento de peso de sus hijos y por las complicaciones tempranas que esto acarrea

"Tengo muchas consultas preventivas, que es donde hay que poner el foco, antes de llegar al tratamiento de las enfermedades relacionadas", cuenta Mariela Di Lorenzo, especialista en nutrición. Por otro lado, agrega: "Muchas veces el entorno familiar no es favorable, hay un alto porcentaje de chicos con obesidad que son hijos de padres que tienen obesidad. En esa familia, el abordaje tiene que ser sistémico en el grupo y hay que acompañarlos a todos".
Entre las patologías asociadas al sobrepeso, antes propias de la vida adulta pero que ahora aparecen cada vez más a edades tempranas, incluso en la adolescencia, están la diabetes tipo 2, las enfermedades cardiovasculares, la hipertensión arterial, las alteraciones reumatológicas relacionadas con la sobrecarga en las articulaciones, los problemas en la columna o en la postura de los pies, que traen alteraciones en la marcha; las apneas del sueño, el asma, el hígado graso, entre otras.
Muchas veces, en el consultorio, además de los valores que marcan las tablas de crecimiento y el índice de masa muscular (IMC) elevado, otra de las evidencias del exceso de peso es la acantosis, unas manchas oscuras en la piel, en la zona de las axilas y el cuello, que demuestra que hay una secreción aumentada de insulina, porque el páncreas trabaja de más para bajar la glucemia y mantenerla en su nivel, en respuesta a lo que está comiendo ese chico.
La doctora Teresa Otero explica que esto se ve en niños de 6 años, algo que antes no ocurría, y que este estado de prediabetes, lo mismo que cuando un chico presenta presión arterial elevada, con el descenso de peso se puede revertir y normalizar, sin la necesidad de medicación y sin llegar a desarrollar la enfermedad.

La pediatra Sabrina Critzmann agrega que además de las enfermedades crónicas no transmisibles los productos ultraprocesados contienen un montón de sustancias que alteran también nuestra microbiota, que está formada por los microorganismos que habitan nuestro cuerpo y sin los que no podríamos vivir.
Consejos para una mejor alimentación
Quizás, por primera vez en la historia, estamos siendo testigos de generaciones que en el futuro vivirán menos a causa de los efectos gravísimos de las enfermedades crónicas no transmisibles. "Según un estudio de Cambridge, en promedio las personas con sobrepeso pierden un año de esperanza de vida y las moderadamente obesas pierden tres. En cuanto a las personas con obesidad severa, el número asciende a 10 años", precisa Daniela Natale, nutricionista especializada en obesidad y miembro de la Sociedad Argentina de Nutrición.
Más allá de lo estético y sumado a los trastornos en la salud, otra complicación de la obesidad infantil que destacan los expertos es la alteración de la calidad de vida y las repercusiones en lo psicosocial.

Una niña o un niño obeso sufre discriminación y bullying, y esto determina que hasta no quiera ir al colegio y traiga aparejado dificultades en el aprendizaje y el rendimiento escolar.
Jorge Tartaglione, médico cardiólogo y presidente de la Fundación Cardiológica Argentina, explica que "hay un sistema de recompensa en la sociedad que desde chiquito, te guste lo dulce. Imaginate en tu paladar un chocolate que te encanta. Eso libera una gran cantidad de dopamina, que es la que te da la recompensa, y el azúcar es lo que manipula ese estímulo".
Por eso, para los profesionales, la forma más efectiva de prevenir el sobrepeso es generando, desde la primera infancia, hábitos saludables en casa.
Algunos de ellos son
Limitar las bebidas azucaradas. En este rubro entran las gaseosas, los jugos (líquidos y en polvo), los energizantes, las aguas saborizadas, los yogures líquidos con personajes de la tele y las bebidas deportivas.
Aumentar el consumo de frutas y verduras, cumpliendo con las cantidades recomendadas.
Fomentar comer en familia y sin pantallas. Limitar las horas de tele, play, smartphone o tablet a no más de dos por día. Las pantallas interfieren en la comunicación a la hora de sentarnos a la mesa y nos hacen perder la oportunidad de fortalecer los vínculos.

Tomar conciencia de que el desayuno es muy importante. Los chicos no deben ir a la escuela sin desayunar y se recomienda que ingieran algún lácteo, frutos secos o frutas.
Que los chicos hagan actividad física como mínimo tres horas a la semana. Ir a la plaza, andar en bicicleta, jugar a la pelota o trepar a los juegos, son algunas opciones.
Leer las etiquetas de los paquetes. No hace falta ser un especialista, si no entendemos muchos de los rótulos de la lista, ese alimento no puede ser bueno.
Hacer las compras y planear las comidas diarias con los chicos.


"Últimamente, del sector de pediatría nos están derivando chicos de 2 o 3 años con sobrepeso y obesidad. Cuando les preguntamos a los padres qué es lo que comen, descubrimos que toman aún mamadera con mucha leche por día, o con gaseosas y jugos derivados de la soja que están publicitados como inocuos, pero no lo son. Lo primero que hacemos es ordenar esto, enseñamos que la única manera de calmar la sed es con agua. Este es el primer paso para que el chico detenga el avance del peso", advierte Teresa Otero, médica pediatra especialista en nutrición y coordinadora del consultorio de obesidad infantil del Hospital Tornú.
Un dato no menor es que la Argentina se encuentra entre los mayores consumidores mundiales de bebidas azucaradas: el 35% de la población las toma todos los días y son uno de los productos que más compran los chicos junto con las golosinas, impulsados por la publicidad y la disponibilidad.

"Los niños superan con creces la cantidad de azúcar máxima que deben consumir por día, pero a la vez hay muchas familias que opinan que la banana es muy pesada. Esas dicotomías son bastante preocupantes", detalla Critzmann. La mayoría de los que asisten a los talleres que da junto a Natalia Kiako y Soledad Barruti se preguntan dos cosas: cómo saco todo esto de mi casa y entonces, a cambio, qué les doy. La idea es que puedan reconectarse con la comida de verdad.
Deconstruir lo que comemos
Para Kiako, en primer lugar hay que bajar el umbral de dulzor al que estamos acostumbrados. "Hay que ir de a poco elaborando un nuevo hábito, que es ir reduciendo las cantidades de dulzor que le agregamos a lo que cocinamos. Y en esto ya hay un paso previo que lo doy por sentado, que es pasar a cocinar", detalla. En este sentido, explica que la cantidad de azúcar que se le agregue a una receta va a ser infinitamente más moderada que la que brinda un paquete. "No tenemos noción de cuánta azúcar tienen una galletita, un budín, incluso una cosa salada ultraprocesada. Es un camino de concientización, y no solo para los chicos; si en casa no logramos acostumbrarnos los grandes a bajar esas cantidades enormes de azúcar, sal o grasa y esperamos que ellos coman de otra manera, no va a suceder", aclara Kiako.

Uno de los conceptos que deconstruyen es el de "comida para niños" o "menú infantil" versus alimentos reales. "No existe la comida para niños y la comida para adultos. Es comida para todos. Si comemos todos lo mismo, y si no hay algo extraordinario para un chico, todos vamos a comer más nutritivo. Esta es solo una estrategia de marketing que la industria usa para dirigirse a los niños", sentencia Critzmann.
Además de volver a cocinar, otra de las premisas que se trabajan en el taller son las compras. Qué compramos y qué consideramos que es bueno comprar, porque esta elección va a determinar las comidas que preparemos. Acompañados por los chicos, es muy importante saber que eso que estamos comprando va a definir nuestra alimentación.

La comida no nace en el plato, es un aprendizaje fundamental para que en el futuro los chicos sean adultos que puedan comer bien. Los chicos tienen que poder participar de la manera en que ese alimento llega a la mesa.
"Lo que necesitamos es comer diverso, variado. Cereales, legumbres, frutas y vegetales, frutos secos y semillas, y reino animal, porque en nuestra cultura son importantes. Y generar una rotación de alimentos. Por ejemplo, dejar de pensar que las lentejas solo se comen en invierno en un guiso y que empiecen a estar en nuestra alimentación cotidiana. Las legumbres son económicas, son dulzonas, son pelotitas de colores que a los niños les gustan. No hay chances de que nos les gusten si las conocen desde bien chicos", explica Kiako.
La importancia de compartir

Desde que tiene uso de razón, Sergio recuerda la indicación de bajar de peso. Recuerda que a los 6 años a todos les resultaba gracioso cuando comía seis canelones en la casa de su abuela en San Francisco Solano. Llegó a pesar 195,4 kilos, probó de todo y recién hoy, a los 43 años, hace casi tres que está en tratamiento en la clínica del Dr. Máximo Ravenna, a la que va todos los días. Pesa 99 kilos, pero su relación con la comida siempre fue un tema. También cuenta su predilección por las hamburguesas: "Comía cuatro completas acompañadas por una gaseosa de litro y medio. Frente al televisor y solo, hasta que no quedara nada. Mis viejos no estaban, yo me sentaba frente a la tele y comía", relata.

La historia de Sergio pone de manifiesto que hay que ocuparse no solo de qué comen los chicos en la Argentina, sino también de qué hacen cuando comen. Un estudio de la UCA evidenció que la principal comida familiar en nuestro país es la cena y que la gran mayoría de los niños y niñas entre los 2 y los 17 años conversan con sus familiares y pares, y miran televisión (93% y 81%, respectivamente).
La comensalidad es un concepto que remite al hecho de comer y beber alrededor de una mesa en compañía. En ese momento se logra un intercambio positivo que estimula el aprendizaje de hábitos alimentarios y estilos de vida saludable.

Está comprobado que cuando se come en familia hay mayor calidad en la selección de los alimentos y menor prevalencia de la obesidad.
Otro de los puntos claves es la actividad física, que según la Sociedad Argentina de Pediatría debe ser de tres horas semanales como mínimo dedicadas a hacer ejercicio. Al respecto, Otero aclara que muchas veces para los chicos con obesidad empezar un deporte puede ser hasta perjudicial, por eso la recomendación es volver a la plaza, andar en bicicleta, jugar a la pelota, treparse a los juegos. "La idea es recuperar todo esto que los chicos fueron dejando por las pantallas; la plaza es gratis, y a la salida del colegio, en lugar de ir al quiosco, como hace la mayoría, el camino debe ser hacia la plaza", concluye.

Las políticas necesarias según UNICEF
Regular el etiquetado: Tanto de los alimentos como de las bebidas, para identificar con claridad aquellos que son altos en sodio, azúcares libres y grasas.
Prohibir la promoción: Así también como la publicidad y patrocinio de alimentos y bebidas de bajo valor nutricional.
Entornos protegidos: Proteger adecuadamente escuelas y otros entornos frecuentados por niños, niñas y adolescentes garantizando que sean libres de promoción o venta de productos perjudiciales para la salud.
Impuestos y subsidios: Establecer impuestos que sean especiales para alimentos y bebidas de bajo valor nutricional, así también como subsidios para aquellos naturales, en espacial frutas y verduras.
Campañas de concientización: Complementar todas las políticas con comunicación masiva y campañas de educación nutricional.


Para contactarse con talleres de Deconstrucción Alimentaria Infantil: deconstruccionalimentaria@gmail.com

G. R.

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