jueves, 7 de mayo de 2020

ARTE CHATARRA


Carlos Regazzoni
El creador de monumentos de hojalata
Regazzoni en su hábitat: el taller al que llegaba al amanecer y donde trabajaba y comía
El arte despidió ayer a Carlos Regazzoni, artista visual singular: rebelde, desfachatado, genial... bestial, casi salvaje. Sus obras con chatarra reciclada se esparcen en el país y el exterior con un sello inconfundible. Toneladas de metal y desechos de material ferroviario que, en una especie de collage a gran escala, toman formas de animales, personajes de literatura, insectos, vehículos y héroes, modelados por el artista nacido en Comodoro Rivadavia en 1943. Falleció ayer por la mañana a los 76 años en el Hospital Italiano, donde estaba internado como consecuencia de una enfermedad con la que venía luchando los últimos meses. Así lo confirmó su hijo, el médico y político Carlos Javier Regazzoni, quien fue titular del PAMI durante el gobierno de Mauricio Macri.
Murió el artista plástico Carlos Regazzoni - Diario 26
 “Se nos fue un grande. ¡Abrazo, pa!”, publicó en su cuenta de Twitter @Regacarlos.
Dinosaurios, aviones y Quijotes son emblemas de ciudades como Pico Truncado, Bariloche, Azul, Neuquén, Ushuaia, Esquel, Balcarce. Muchas de estas piezas fueron realizadas con ayuda de jóvenes lugareños, que lo despidieron en redes con imágenes de sus obras.
Su atelier, en los galpones y vagones de la terminal ferroviaria de Retiro, ha sido usina de todas sus pasiones desde 1984. Junto con su taller metalúrgico, había una especie de granja y huerta que proveía a su bodegón, El Gato Viejo, donde el propio artista cocinaba. Su estilo se expandía en todo: platos voluptuosos, rejunte de muebles, rollos de papel higiénico como servilletas e incursiones de gallinas entre los comensales. Como en su vida, no había límites entre sus intereses. Todo era para él expresión de su arte. El enclave estaba en el límite difuso entre el Barrio 31 y Recoleta: Regazzoni tampoco podía encasillarse en un solo ambiente. Un chatarrero con castillo en Francia, creador de hormigas gigantes, artesano de empanadas de avestruz y cazador de jabalíes en Balcarce.
Murió Carlos Regazzoni con 76 años, el gran artista de la chatarra ...
Se había formado en la Escuela Superior de Bellas Artes Manuel Belgrano, pero abandonó en el primer año. Fue un autodidacta. El crítico Raúl Santana fue uno de sus grandes impulsores, lo mismo que el francés Pierre Restany. “Le organicé su primera muestra en el Centro Cultural Recoleta. Fue un éxito. Una vez llevé a Guillermo Roux a comer al bodegón y estaba impresionado. Dijo que era un pintor de raza, y era verdad. Era muy complicado, muy difícil, incluso era pegador. Tuvimos discusiones fuertes”, dice Santana. Regazzoni tenía un mal carácter legendario. Un decidor de sus verdades a la cara, mal que le pesara a su carrera.
“Si hay que inscribirlo en algún lugar –continúa Santana–, él podría ser uno de los que integraron el grupo de Noé, Macció y De la Vega. Algunos se reirán de esto, pero Macció me decía que había que cortarle las manos como un elogio. Gorriarena se quejaba de que yo me dedicara a buscar genios, porque salían notas de él por todos lados. Como estética era un expresionista. Tengo de él anécdotas increíbles, pero haberlas vivido es otra situación. Era un sobreviviente, un tipo de la calle. Tenía una riqueza y una ambición muy grandes. Un tipo de talento”.
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La última gran muestra en Buenos Aires fue en el Paseo de las Esculturas, en 2014, en la que reunió tres grandes series y obsesiones de toda su obra. Una flota de aviones rendía homenaje a la Aeroposta Argentina y a Antoine de Saint Exupéry. Estaba la recreación del último malón de Azul de 1876. En el Rancho de los Esteros desplegaba su devoción por los animales, con especies autóctonas de los esteros: avestruces, ñandúes, charitos (un ave) y yacarés.
En París había vivido sus días de gloria, mimado por la prensa y visitado por celebridades. Viajó para la presentación del film El Hábitat del Gato Viejo (1991), de Franck Joseph, y terminó quedándose 14 años. Tuvo un taller en un viejo hangar ferroviario en desuso, de 10.000 metros cuadrados, donde recibía a celebridades y vendía obra a toda Francia. Participó en la exposición por la conmemoración de los 100 años de la historia aeronáutica francesa, el punto más alto de su carrera artística en París. Entonces, sus pinturas y esculturas, alcanzaron sus valores más altos.
Murió Carlos Regazzoni, el artista de la chatarra - Mendoza Post
Convivió con problemas de salud que negó hasta el final, en su empecinada fortaleza. Solía despertarse 4.30, tomaba medio litro de café amargo con pan y se ponía a trabajar. “Era un artista verdadero, desde que se levantaba hasta que se iba a dormir. No tenía una doble vida. Amanecía temprano para ir al taller de esculturas, después corría a la cocina con todas las manos engrasadas... era un delirio, pero era increíble. Tenía una polenta, una fuerza descomunal”, dice la escultora Desiree de Ridder, que a los 26 años se deslumbró con el artista y se fue a vivir con él a París. Tuvieron dos hijos, Lorenzo y Valentina. De un matrimonio anterior son Carlos, Pablo, Bárbara y Grisel, y el menor, Dante, de 9, de su relación con Claudia Terceiro.
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En una entrevista reciente se describió así: “Soy justiciero. Muy, extremadamente, sensible. Autodestrucción. Todo el tiempo hago cosas en contra mío. Peleador. Como dijo una vez un amigo poeta, que ya murió: ‘Carlos Regazzoni: flaco, anarco, turro y cagador. Cuando hay que serlo’”. También dijo que sus últimos 30 años tuvieron un solo objetivo: “La búsqueda de la belleza, un desafío a lo desconocido”.

M. P. Z.

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