viernes, 15 de mayo de 2020
CÓMO FILMA TEATRIX LAS OBRAS QUE VOS VES
Las obras que pueden verse por streaming son adaptadas para el público remoto
Con la cuarentena, los usuarios de Teatrix aumentaron un 150% con obras que se producen especialmente para ver en casa
El violinista en el tejado, en la cámara de un experto: Matías Sánchez de Bustamante
Hay un crecimiento exponencial de la demanda en todas la plataformas de streaming. lógico: más tiempo para estar en casa redunda en muchas más oportunidades para consumir películas de ficción o documentales, conciertos y también teatro. Una cifra elocuente: la base de usuarios de Teatrix, la plataforma argentina que se instaló como “netflix del teatro”, creció un 150% en este período de encierro y llega ya a 35.000 suscriptores.
¿Es lo mismo ver una obra de teatro filmada que en la butaca de una sala? claramente, no. ni siquiera es pertinente discutir si es mejor o es peor, porque son dos productos bien distintos. En eso coinciden todos los que están relacionados con la actividad. cada vez aparecen más profesionales que se dedican a generar material que puede circular por las plataformas, los celulares e incluso la televisión. Y todos saben que ver una obra filmada es una experiencia más parecida a la del cine o la TV que a la del propio teatro.
Hay dos tipos de filmaciones en el ámbito del teatro. Por un lado, las que buscan obtener un mero registro de las obras para acumular en un archivo, gestionar un seguro o solicitar un subsidio para la producción. Por el otro, las que están destinadas al espectador que se queda en casa pero quiere verlas.
“El programa que hacemos tiene el plus de mostrarte cómo se llegó a la obra que vas a ver”
“No tenemos el presupuesto de Netflix, agudizamos el ingenio Teatrix montó un negocio con objetivos claros y lo desarrolló con calidad: las filmaciones de las obras (un catálogo de 150 entre las que aparecen clásicos como Rey Lear con Alfredo Alcón y Un enemigo del pueblo con Juan Leyrado, éxitos de la calle Corrientes, como Bajo terapia, o del off, como La omisión de la familia Coleman) son a tres, cuatro, cinco y hasta seis cámaras, dependiendo del caso. En términos técnicos es sin dudas el mejor lugar para ver teatro filmado: se nota el trabajo de posproducción y los materiales ganan dinámica gracias a una edición criteriosa. El resultado, una vez más, se parece bastante al que estamos acostumbrados a ver en los productos televisivos.
Los teatros del Estado, en cambio, están más orientados a un registro de tipo documental. El Cervantes, el único teatro nacional del país, mantiene la idea de la “memoria audiovisual” como prioridad. “Filmamos todo: obras, conferencias y presentaciones de libros -explica Lucía Roux, a cargo de coordinar ese trabajo en el Cervantes-. Es un registro completo de la actividad de todas las salas del teatro. Tenemos un archivo histórico con registros de audio en cinta abierta, de la época en la que todavía no existían las cámaras de video. Hoy estamos filmando a tres cámaras, con un protocolo claro: en la sala María Guerrero, la más importante, tenemos un plano general que tomamos desde el mismo palco en el que se operan sonido, video y luces, y dos cámaras más en los laterales que pueden estar en el primer piso o el segundo, dependiendo de la puesta de la obra. Pero nuestro objetivo es registrar el hecho teatral, más que generar una obra audiovisual a partir de la pieza que filmamos. Por eso tomamos en cuenta también las risas, los comentarios y los aplausos del público. En la María Guerrero podemos tomar el sonido de consola porque los actores usan micrófonos, pero en las más chicas (Orestes Caviglia, Luis Vehil) tomamos directamente el sonido ambiente”.
Esas limitaciones para las salas más chicas obviamente perjudican la oferta online del Cervantes: el sonido ambiente siempre está más “sucio” que aquel que proviene de un consola, y filmar a una o dos cámaras que, además, no tienen chance de movimiento ni objetivos focales variables desemboca en materiales más discretos y a veces caracterizados por la monotonía. De todos modos, la oferta que hoy tiene el teatro es exigua: la mayor parte son conversaciones con artistas (Daniel Veronese, Lorena Vega, Rafael Spregelburd, Javier Daulte) grabadas en Skype, una limitación determinada por la cuarentena. Y completan el menú (apenas una decena de videos en total) La guiada, la divertida recorrida por el teatro que ideó Gustavo Tarrío con la complicidad de un elenco inspirado (Gustavo Di Sarro, Marcos Krivocapich, Milva Leonardi, Nicolás Levín), la selección de micromonólogos de Mauricio Kartún Idénticos y las lecturas de obras de Tato Pavlovsky que fueron parte del integral dedicado al recordado dramaturgo y director, todo filmado a una cámara y con sonido ambiente, lo que obligó al subtitulado.
El departamento audiovisual del Complejo Teatral de Buenos Aires (CTBA), a cargo de Martín Gómez y Marcela Rey, está especialmente concentrado en los contenidos para el programa Escenarios de Buenos Aires, emitido por Canal (á) y ganador de un Martín Fierro. “Soy camarógrafo hace más de treinta años y me crié en el ambiente del teatro: mi vieja era actriz y mi viejo, productor y director- cuenta Gómez-. Así que es una disciplina que conozco y quiero mucho. Opino que si vas a filmar obras es fundamental que te guste el teatro. Nosotros pensamos mucho cada filmación. Hemos grabado obras sin público, o cambiado toda la puesta de luces en función de mejorar la calidad de imagen. Y siempre el resultado es diferente al que podés ver en la sala como espectador. Por eso en el programa de televisión también contamos cómo es el proceso de una obra, desde el primer día de reunión del elenco y los ensayos iniciales. Es un producto más integral, que incluye la filmación de la obra completa pero también todo lo que sucede en el entorno durante la etapa de gestación (trabajo de los escenógrafos, iluminadores, vestuaristas). Y está claro que es diferente a ver una obra en vivo, porque la edición es el punto de vista del que la filma e interviene en el montaje final. El programa que hacemos tiene el plus de mostrarte cómo se llegó a la obra que vas a ver. Algunos ensayos, por ejemplo, son tan intensos y divertidos como la propia obra. Nosotros filmamos un registro para tener en el archivo, hecho básicamente con un plano general, y después hacemos otras versiones pensadas para el programa, a dos o tres cámaras, con planos más cortos. También estamos en el backstage para mostrar cómo se preparan los actores y las arengas de los directores. Hay obras más difíciles de filmar, como El principio de Arquímedes, que tenía el escenario en el centro de la sala y las butacas en dos costados distintos. Hay que tener en cuenta, por ejemplo, que un iluminador es un generador de climas y que el rango dinámico de una cámara no llega al del ojo humano. Aún así creo que hacemos un trabajo muy prolijo, muy profesional”.
Igual que en el caso del Cervantes, la oferta del CTBA es limitada: un puñado de obras subidas a YouTube del ballet contemporáneo, una del grupo de titiriteros y la versión de Madre Coraje de José María Muscari, grabada en el teatro Regio con un solo plano, un sonido ambiente que a veces obliga a esforzarse para escuchar y una imagen que se deteriora mucho cuando la iluminación es menos potente.
El caso de los dos teatros públicos es análogo: no hay presupuesto o no hay interés en mejorar la experiencia del consumo online, que aun siendo radicalmente distinta a la de ver teatro en vivo puede ser mucho más virtuosa que la que están ofreciendo hoy si se le asignan recursos y un plan.
El testimonio de los que están involucrados en las filmaciones de teatro coincide en varios aspectos: conviene conocer muy bien la obra antes de registrarla con las cámaras, ayuda mucho conversar con los directores de cada puesta y se debe trabajar con plena conciencia de que el resultado final es una adaptación, la mirada del que filma, que necesariamente es distinta a la de cada espectador, beneficiado por la chance de elegir personalmente dónde pone el foco cuando está de cuerpo presente en una sala y además vibra la experiencia colectiva de una función.
“Yo vengo trabajando desde 1998 en estas producciones, así que tengo un largo camino recorrido”, subraya Mirta Romay, hija del recordado zar de la televisión argentina, Alejandro Romay, y responsable de Teatrix, que puede llegar a filmar a seis cámaras y siempre realiza un trabajo de posproducción de imagen, sonido y edición tan riguroso como el que exige el cine. Uno de los directores a cargo de las filmaciones es el cineasta Nicolás Gil Lavedra, de hecho. Teatrix tiene el mismo modelo de plataformas como Centaurum (Brasil), Broadway HD (Estados Unidos), Digital Theatre y Globe Player (ambas de Inglaterra, la segunda dedicada exclusivamente a las obras de Shakespeare). Funciona en computadoras, Smart TV y celulares, y tiene un abono mensual de 349 pesos. “Lo que hacemos se nutre de una materia prima, la obra de teatro, pero hay una puesta de cámara que interviene sobre la puesta en escena, digamos. Incluso filmamos especialmente inserts para mejorar el producto. Lo que hacemos es una traducción de las obras al lenguaje audiovisual, un híbrido que tiene cosas de la televisión y del cine. Lo que demuestra con claridad que son dos productos distintos es que hay casos de obras que están en Teatrix y siguen en cartel. No tenemos el presupuesto de Netflix, pero como esa plataforma pone la vara muy alta, agudizamos el ingenio para que lo que ofrecemos tenga un muy buen nivel”.
También existen los emprendedores particulares, profesionales que se dedican a la filmación de obras con el equipamiento tecnológico que tienen disponible. Federico Castro Pizzo estudió en la Universidad del Cine y suele trabajar con las puestas de Timbre 4. “Hago registros con una impronta cinematográfica -dice-. Grabar con una sola cámara es muy aburrido y bastante triste. Para mí y la gente con la que trabajo lo que hacemos son pequeñas películas. Ya tenemos más de 70 filmadas. Hubo un notable crecimiento de la demanda durante la cuarentena y ahora pensamos en la transmisión en vivo (live streaming), pero hay que tener en cuenta que los equipos necesarios para que eso salga bien son caros. Y la salas obviamente no cuentan con esos recursos, es una inversión que tiene que hacer uno”.
Matías Sánchez de Bustamante es otro de los que, luego de formarse como cineasta, trabajar en televisión y publicidad, se puso manos a la obra con el teatro, un mundo que empezó a conocer más de cerca gracias a la actriz Ana María Cores, una amiga de su familia que lo alentó a interiorizarse en el trabajo de Hugo Midón. El tío abuelo de Matías fue Federico Valle, un precursor del cine argentino. También opina que sus producciones son “adaptaciones a las que hay que buscarles un formato interesante”. Sánchez de Bustamante ha filmado espectáculos de gran despliegue, como los musicales Drácula y Shrek, siempre trabajando con diferentes tipos de planos y una edición destinada que dinamizar el contenido. “Es como una película: se piensa cada toma, se edita, se usan diferentes lentes... Trabajamos en la adaptación de un formato (el teatral) a otro (el audiovisual). Es como si Charly García hiciera una canción sobre una escultura de Marta Minujín. También hacemos muchos clips para promocionar obras. Es clave conocer muy bien la obra que vas a filmar. Ver algún ensayo y alguna función antes para poder anticiparte con la cámara”.
Carolina Jaureguiberry, responsable de la productora independiente ArtGroup, estudió cine y producción de radio y televisión, fue sumando experiencia tirando cables, trabajando de sonidista, montajista, asistente de cámara y camarógrafa y terminó comprándose sus propios equipos, que se ocupa de mantener siempre actualizados. “Hoy tengo cámaras de HD y 4K, una isla de edición y personal que contrato de acuerdo a la demanda. Hago producciones grandes y también otras del circuito alternativo, a cambio de aparecer en los volantes de promoción de la obra, por ejemplo. El espíritu es colaborar, ayudar a la difusión del teatro. Trabajo a una, dos o hasta cinco cámaras. Previamente vemos la obra con el equipo de camarógrafos para ver detalles importantes como la puesta de luces y el movimiento de los actores en escena. En el teatro se suelen usar luces blancas muy intensas, que por lo general queman en la imagen filmada”. Apasionada de su trabajo, Carolina piensa todo el tiempo en cómo perfeccionarlo: le dedica muchas horas a la edición de los trailers que hace para publicitar las obras, intentando que capturen muy rápido al que los ve, e incluso aprovechando su formación en la dirección de actores para editar con criterio los materiales que graba. Filmó unipersonales (el formato más sencillo para registrar) de Norma Aleandro, Mercedes Morán, Soledad Silveyra y Gerardo Romano, y también espectáculos de otra envergadura. “Nunca es lo mismo ver una obra filmada que en vivo -sostiene-. La adrenalina de estar en el teatro es incomparable”.
Es evidente que la experiencia del teatro en vivo es irreemplazable: basta con pensar en la cercanía con los actores y la emoción que eso provoca, en el placer de sentirse metidos en el particular universo que propone un buen trabajo de iluminación y escenografía, en el la adrenalina que supone la posibilidad del error, en la vibración del público y hasta en los rituales previos y posteriores de los que organizan una salida nocturna con una obra en el centro del plan. La sensación de puro presente, en suma. Pero la tecnología avanza y los cambios en las modalidades de consumo cultural también. La cuarentena lo hizo muy notorio. Quizás convenga pensar que el teatro filmado puede transformarse en un mecanismo de difusión de toda la actividad que sume, más que restar, en términos de masividad. Si su existencia es un hecho, la mejor idea es optimizar la realización, una cuenta que el teatro público tiene pendiente.
A. L.
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