Fiona Apple. La redención sin golpes bajos de una artista inclasificable
Después de ocho años regresó con un disco celebrado por la crítica, Fetch The Bolt Cutter, donde no esquiva la autorreferencia tormentosa, pero sin la fragilidad barroca que fue su identidad durante toda su carrera
Sebastián ChavesLas canciones de Apple hay que buscarlas en las profundidades de un protohit
“He esperado tantos años / Cada huella que dejé en el camino / Me ha traído hasta aquí”. Fiona Apple está de regreso después de ocho años de ausencia. Y los versos elegidos para abrir Fetch The Bolt Cutters, su nuevo disco de estudio, se plantan como una declaración de principios que no hacen nada por ocultar las tribulaciones de quien supo posicionarse como una de las exponentes más originales y singulares del llamado pop barroco de fines del siglo XX y principios del XXI. Todo lo contrario.
A lo largo de trece canciones, Fiona Apple hace de Fetch The Bolt Cutters –disponible en todas las plataformas de streaming– una tesis de cómo edificar(se) a partir de las heridas. Víctima de violación a los 12 años, pozos depresivos varios, desórdenes alimenticios, una causa penal por posesión de hachís, una gira sudamericana cancelada en 2012 para quedarse en casa cuidando a su perra enferma, todas circunstancias que atravesó y procesó a su manera y hoy se traducen en un disco que le escapa a los sentimentalismos y la autocondescendencia. Fiona Apple Macafee-maggart, de 42 años, canta sus cicatrices, no las llora. Su voz se aleja de la fragilidad y los temas sobresalen por su vivacidad rítmica, sean apuntaladas desde su piano o desde los juegos de percusiones.
Calculado o no, el hecho de que el lanzamiento se haya producido en este presente de aislamiento social en todo el mundo le cuadra perfecto a su personalidad artística. Fiona Apple es, antes que nada, una maestra en el arte de diseñar canciones que son, al mismo tiempo, viajes internos y gemas pop para el consumo masivo. Así como sus melodías son de adhesión instantánea, todo lo que las rodea son capas de sonoridad que por momentos parecen estar sobreprotegiéndolas de convertirse un hit. Más como una coraza que como un autoboicot. A Fiona Apple y a sus canciones, hay que ir a buscarlas a las profundidades.
De la canción de piano (“I Want You To Love Me”) al pop de cámara (“Newspaper”); de los ritmos tribales (“Relay” y “Rack of This”) al vals (“Ladies”) y del blues (“Cosmonauts”) a los coqueteos con el villancico (“For Her”). Todo con las armonías vocales y las melodías de simpleza pop como hilo conductor: Fetch The Bolt Cutters genera proximidad y calidez incluso cuando expande sus límites a cada paso. Para lograrlo, es la voz de Fiona Apple la que, segura pero nunca desde el púlpito, suena terrenal, casi prosaica. En la ausencia de gestos floridos y sentimentalismos, la cantante ofrece su visión del mundo más en forma de charla ocasional que de diario íntimo. No hay que hurgar en su introspección porque ella expone sus ideas al son de las percusiones.
“Ella estaba debajo del piano cuando escribí mis canciones, ladraba en cualquier momento que intentara grabar algo”, escribió Fiona Apple en 2012 sobre su perra
Janet, una pitbull que rescató de la escena de peleas ilegales de perros. Por eso los ladridos que se cuelan en el tema que da nombre al disco se cargan de significado. Janet fue, en palabras de Fiona, “la relación más consistente de su vida adulta”. Pero la canción en lugar de sonar como un lamento se hamaca entre el spoken word dylaniano y la modernidad indie. “Tuve la sensación de no ser real”, recita y concluye: “Hasta que me di cuenta de que todavía estoy acá”.
Ahí, desde la constatación de estar acá, Fiona Apple se planta y canta. Como si esos ocho años de reclusión e introspección no hubieran hecho más que darle la seguridad para hablar de todo lo que quisiera y sintiera. Por eso no hay tonos confesionales, sino frases e imágenes soltadas al mundo apoyadas en una música que teje texturas rítmicas y voces que se funden en primeros y segundos planos. “Todavía me traslado sólo a pie / Y a pie se escala más lento”, cantaba en “Extraordinary”, una canción de 2005. Quince años después, esa caminata se sostiene y los resultados están a la vista. Mientras otros artistas se solidifican en la prolificidad, ella lo hace a partir de un proceso creativo que no se mueve a velocidad de red social.
Fiona Apple es dueña de sus tiempos artísticos tanto como lo es de su vida privada. Una suerte de polirritmia en cámara lenta que tiene su correlato en Fetch The Bolt Cutters, con las percusiones dictando el humor de las canciones y deformando lo que en manos de cualquier otra persona serían diamantes en bruto para la moda del ukelele. Pero no. Porque se trata de tensar esas melodías hasta el límite. Hasta ver cuánta cargas y tramas son capaces de soportar. Como ella en su vida privada.
En 1997, la cantante nacida en Nueva York ganaba las primeras planas después de decir en los MTV Awards que “El mundo es una mierda”. Casi con actitud de niña alterna, como bien lo exigían los años post grunge, se regalaba a una exposición que nunca quiso ni supo manejar. Desde entonces, en su universo pasaron muchos años y pocos discos, muchas dudas y pocas certezas. Así, cada disco que lanza es un evento en sí mismo, porque jamás perdió la capacidad de decir cosas, de construir su obra con el cuidado de quien no está dispuesta a soltar sus canciones porque sí. Editar cinco discos en 24 años es producir una frecuencia que oscila a contramano del mundo pop. Es ir en contra del manual de estilo de la industria. Y allí está Fiona Apple, confirmando en Fetch The Bolt Cutters su estatus de estrella pop esquiva, intermitente y misteriosa.
Para cerrar el disco, repite casi como un mantra sobre percusiones y disonancias: “Y entonces sigo, no hacia adelante ni hacia afuera / Hasta ahora era un día detrás de otro / Hasta ahora estaba apurada por demostrar / Pero ahora solo me muevo para conmover “. A diferencia de sus pares, Fiona Apple se recluye, permanece en las sombras de un mundo inundado por los flashes. Escribe, compone y canta con la seguridad de quien maneja tiempos y espacios. De quien hace de su arte no un lugar donde mostrar sus penas sino donde reconstruirse a partir de ellas.
Fiona Apple no se mueve. Eppur si muove.
Editar cinco discos en 24 años fue ir a contramano del mundo pop
discografía esencial de una voz influyente
Tidal (1996)
Fiona Apple inició su carrera discográfica de la mano de Tidal, cuando aún no había cumplido 19 años. Para ese momento, sin embargo, llevaba 11 como pianista y siete como letrista. De ahí la madurez de las composiciones. Con la canción pop como formato y la impronta jazzera como elemento distintivo, la joven neoyorquina expuso los momentos más duros de su vida. En “Sullen Girl” cuenta que fue víctima de violación con una voz tan cruda y profunda como sus versos. En cada uno de las diez tracks (con “Criminal” como máximo hit) que componen el álbum, Apple deja bien en claro su marca de estilo: canciones cargadas de intensidad y densidad en las que cada nota, instrumentales y vocales, se interpretan con el peso de la angustia que define gran parte de la música de la generación X.
When The Pawn Hits The Conflict He Thinks Like A King (1999)
Tres años después de su disco debut y en el cierre del siglo XXI, Fiona Apple sofisticó su lírica y consolidó los puntos fuertes de Tidal. Una Nina Simone para el universo MTV.
Extraordinary Machine (2005)
Con un título que puede leerse como una autoironía, Fiona Apple volvió luego de cinco años. Aquí la producción es más despojada y las canciones suenan más limpias, convirtiendo al disco en tal vez su trabajo más accesible, sin por eso perder el costado arty que la hace distinta a sus pares.
The Idler Wheel... (2012) Ahora sí los hiatos en la carrera de Fiona Apple son decididamente pronunciados. Y cada regreso tan esperado como elíptico. Su cuarto disco de estudio se aleja de los hits y propone distancia ya desde un título imposible de memorizar: The Idler Wheel Is Wiser Than the Driver of the Screw and Whipping Cords Will Serve You More Than Ropes Will Ever Do.
S. CH.
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